Las crónicas resultan de acciones, de hechos (al menos, se basan en ellos), mas, son los medios y los redactores quienes terminan por “hacer” – o “rehacer” – el suceso y definir a sus actores
En periodismo, el engaño, la falsificación, la mentira, están hechos sobre todo de lo que calla, de lo que se le esconde a la audiencia; al punto de que Robert Entman decía que “la mayoría de los marcos se definen por lo que omiten, así como por lo que incluyen, … para guiar a la audiencia”.
Decía Jean-Fraçois Revel que si el periodista se ve impelido a mutilar la información y a falsificarla, lo que sucede es que probablemente su causa no es muy buena.
El diario español sometía al lector a veleidades literarias - abigarramiento y reiteración de lugares comunes, valoraciones y adjetivos -, así como a la supresión de aquello que hacía peligrar la escenificación. Lo que servía para racionalizar la violencia promoviendo esa figura que nadie fuera de la región se cree: “resistencia pacífica”
Camera Español contactó con los responsables pidiendo más rigor periodístico en la puesta en contexto de la información de la agencia, pero no obtuvo respuesta y tres semanas después, EFE seguía privando a sus clientes de información clave.
No se puede presentar un conflicto donde, se pretende, hay un culpable único, únicamente mediante su representación negativa de cara a la audiencia; también es preciso, también omitir todo aquello sobre la otra parte de la disputa que la aleje de la categórica imagen de víctima
La cobertura que realiza la mayoría de medios en español sobre el conflicto no suele superar una raspadura mínima del hecho: apenas una muestra que no representa nada; como no sea un material que viene a agregarse al sedimento artificioso un una “narrativa” propia del activismo ideológico, del que precisa esa geología pesada de signos.
Sin disimulo ya. Con el léxico obvio del activismo. Con las omisiones propias de quien no está construyendo una crónica sino texto para convencer. Con todos los ingredientes que lo separan del periodismo.
Una suerte de mesianismo que espera que llegue un porvenir sin estado judío. Eso es lo que prescribe una memoria fundada en elementos adulterados e hipertrofiados, cuando no, directamente, fabricados