Quienes piden para Gaza (para Hamás), y para Hizbulá un “alto el fuego” pueden ser dos tipos de personas: estultos o cómplices. Se han agotado los matices: los hechos están a la vista de todos, sin disimulos, y hasta repetidos, como para que la ignorancia tenga algo que ver en el vergonzoso despliegue de cinismo, farsa, mediocridad y corrupción
Quienes dicen o quieren tener razón recurren a instancias superiores para validar esa pretendida certeza. Y poco importa la verdad o falsedad del dictamen que efectúe tal jerarquía, en qué se funde este, si no, por el contrario, lo que vale es el mero hecho de que lo pronuncie.Los correveidiles del régimen iraní, del catarí, se dirigieron prestos a la corte penal internacional, a la ONU y a cuanta agencia internacional haya para utilizarlas como armas
Puede hablarse de invocar el “cese al fuego” si y sólo si Israel responde al ataque. “Alto el fuego”, pues, no tiene, en las voces de cierta serpentina y cómplice diplomacia, de cierto periodismo estulto y obvio, de corrompidas ONG, un carácter humanitario ni moral. Es un dispositivo para cercenar el derecho a la defensa del estado judío
Cómo parece molestar que el judío no sólo quiera sobrevivir en su fuero interno, en la intimidad de sus anhelos, sino en el plano de la realidad que afecta a quienes pretenden eliminarlo
El medio seguía al pie de la letra, y al instante, el guion de Hamás sin dejar lugar para un atisbo de periodismo, ausente ya de manera sistemática por una cuestión de evidente necesidad
Como ante el nombre Israel todo está permitido, el agresor palestino se convierte en víctima y fuente de información confiable por obra de la mera invocación, y uno de sus financiadores y anfitrión de su liderazgo, en “negociador” e, incluso, por esa misma potencia pronunciadora y, por fuerza, censora, en una suerte de ángel de "paz"
Buena parte de la cobertura mediática sobre Medio Oriente parece haberse reducida a mera muchedumbre – es decir, no a la suma de los individuos que la componen, sino a “una especie de animal sin lengua ni verdadera conciencia” –, que marcha por la conciencia colectiva cotidiana propalando el último capricho, la distracción más reciente, el odio de turno envuelto en benévola ideología de la solidaridad y la complicidad más descarada con aquello que se dice despreciar y denunciar
Se cuenta que el físico austríaco Wolfgang Pauli respondió una vez a un artículo de esta guisa: “Esto no está bien. No está ni siquiera mal”. ¿Qué puede ser peor que eso?, se preguntaba Michael Shermer en un texto publicado en la revista Scientific American. ¿Qué puede ser peor que mal? Acaso una respuesta acertada sea la mala fe cabalmente escenificada en el artículo de El Periódico
La turba, instrumento de quienes la dirigen, financian, engañan, utilizan, se volverá indefectiblemente contra sí, desnudando identidades, aislándolas, etiquetándolas, porque, como decía el infame Ibérico Saint Jean, luego irán a por los indiferentes y, por último, a por los tímidos. Sólo el verdadero converso quedará: ejecutor, esclavo de su ignominia