A cinco meses de la masacre del 7 de octubre, repasamos los titulares del diario español El País, empezando por sus primeras informaciones respecto a lo sucedido el mismo 7 de octubre y la subsiguiente guerra entre Hamás e Israel.
Dicen que Oscar Wilde dijo que el hombre es “menos él mismo cuando habla por sí mismo, pero que, con una máscara, dirá la verdad”. Claro que, qué verdad será esa; es difícil saberlo: ¿será la de la máscara o la del rostro que pretende ocultar? Es más, ¿hay verdad posible cuando es preciso tal procedimiento de suplantación o encubrimiento para emplazarla? No parece factible que, de una censura, de un disimulo pueda surgir la veracidad
¿Cómo se desinforma – o, puesto de otra manera, cómo se borra el límite entre la realidad, los hechos, y los intereses ideológicos de quien relata – pareciendo que se informa? El diario español ofrecía un ejemplo
Atrás quedaron las máscaras. Los fatuos eufemismos. Las formas y los reparos. El periodismo. El antisemitismo sin tapujos, sin complejos: ni nuevo ni redivivo; porque es el que era, porque nunca se fue. Bastaba el masaje de la iteración como método de “confirmación” para habituar a la audiencia y obtener el asentimiento o la apatía
El nombramiento de Sigrid Kaag como responsable al frente del mecanismo de supervisión de la ONU de los envíos humanitarios hacia la Franja de Gaza resulta en una nueva ocasión para evidenciar el "mecanismo" de omisiones de buena parte de los medios de comunicación en español
El grupo terrorista Hamás, muchos medios de comunicación, alguna que otra agencia internacional y no pocas ONG, encontraron allí la punta del hilo habitual que, en lugar de conducir fuera del laberinto, conduce a la audiencia occidental al terreno de sus intereses
Debajo de Gaza, y, claro, de sus ciudadanos, el grupo terrorista palestino Hamás cuenta con una red de túneles en la que se ocultan sus miembros, donde almacena armamento, esconde secuestrados y hace circular contrabandos varios. En la superficie, se ha evidenciado (aún más) una red kafkiana de ignorantes simpatizantes, de laboriosos y confiados altavoces, y de cínicas complicidades (sean voluntarias o de estulta de utilidad)
Junto a ONG, entre otros, han roto los fieles de la balanza ética para que así pueda imponerse la opinión, la ideología, el capricho, la voracidad, el fanatismo de la minoría. Amplificar, distorsionar y silenciar (desoír la realidad, anularla con ruido o con censura)
Cifras que aporta un grupo terrorista. El mismo que lanzó el ataque contra Israel. Una atrocidad. Que asesinó. Torturó. Violó. Quemó. Secuestró. Destrozó. Hamás. El terror favorecido con eufemismos y silencios. El grupo que controla la Franja de Gaza con puño de hierro. Cifras, pues, que aporta del “ministerio de Sanidad” que controla. O de alguna ONG afín. Las vergüenzas ya no se tapan, se exhiben orgullosamente, como una virtud, como una medalla a la mediocridad y la abyección; un galardón al odio, a los perpetuadores y revalidadores del antisemitismo.
Buena parte de los periodistas que informan en español desde Oriente Medio blanquean al grupo terrorista palestino Hamás hasta dejarlo casi transparente, inexistente, como una palabra que denomina un estado de ánimo, un “sufrimiento”. Hamás sin miembros; una abstracción sin responsabilidad que simplemente reacciona.