No hay bajeza más radical que aquella se muestra abierta, orgullosamente. Y en periodismo, o en aquello que se sirve de este como vehículo para la propaganda, no hay, seguramente, nada más abyecto que la inversión y manipulación histórica, es decir, la fabricación, para construir una “opinión”, una “realidad”
El vídeo es el origen del escándalo, no su consecuencia. Que un periodista recoja esa justificación sin advertir la contradicción es ya una renuncia al sentido común y al rigor profesional.
Es sencillo tomar a la audiencia de las narices y conducirla hacia la “opinión”, hacia la “realidad” deseada. Basta un titular que funcione como clave de interpretación; un destacado y primer párrafo que expliquen ese código, como para que no quede lugar a dudas; y las omisiones que sostengan el andamiaje
No hace falta mucho para transmitir una imagen de unanimidad, de mayoría. Basta con secuestrar un evento masivo para escenificar un apoyo multitudinario a una “causa”. Tampoco se requiere gran cosa para revelar el trasfondo negativo de una doctrina.
La cobertura no resulta ser tal cosa, sino una forma de amplificar un señalamiento, de centrar una demonización. Porque el titular es, invariablemente, “Israel culpable; Israel pérfido”
El periódico mexicano La Jornada tiene un severo problema de… ¿Cómo llamarlo? Digamos que algo así como una obsesión con el estado judío se le ha metido en el ojo de su cobertura
Entre los ejemplos de antisemitismo contemporáneo que recoge la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés) figuran los viejos mitos sobre una supuesta conspiración judía mundial o la idea de que los judíos controlan los medios de comunicación, la economía, los gobiernos o las instituciones clave de la sociedad.
Precisamente porque ese programa no es uno de los altavoces habituales del sensacionalismo activista, sorprende especialmente esa falta de rigor y de pluralidad a la hora de hablar de Israel, hasta el punto de no mencionar que el entrevistado es presidente de UNRWA España, parte interesada en el conflicto.