Quienes piden para Gaza (para Hamás), y para Hizbulá un “alto el fuego” pueden ser dos tipos de personas: estultos o cómplices. Se han agotado los matices: los hechos están a la vista de todos, sin disimulos, y hasta repetidos, como para que la ignorancia tenga algo que ver en el vergonzoso despliegue de cinismo, farsa, mediocridad y corrupción
Quienes dicen o quieren tener razón recurren a instancias superiores para validar esa pretendida certeza. Y poco importa la verdad o falsedad del dictamen que efectúe tal jerarquía, en qué se funde este, si no, por el contrario, lo que vale es el mero hecho de que lo pronuncie.Los correveidiles del régimen iraní, del catarí, se dirigieron prestos a la corte penal internacional, a la ONU y a cuanta agencia internacional haya para utilizarlas como armas
Puede hablarse de invocar el “cese al fuego” si y sólo si Israel responde al ataque. “Alto el fuego”, pues, no tiene, en las voces de cierta serpentina y cómplice diplomacia, de cierto periodismo estulto y obvio, de corrompidas ONG, un carácter humanitario ni moral. Es un dispositivo para cercenar el derecho a la defensa del estado judío
Para qué disimular, si ni hay respeto a la audiencia ni a la profesión y, sobre todo, si no hay consecuencias al mal quehacer “periodístico”. De tal manera, la BBC Mundo, en lugar de presentar una crónica, parecía ofrecer un comunicado de Hizbulá aliñado con algunos de los elementos utilizados habitualmente por los informadores
Cómo parece molestar que el judío no sólo quiera sobrevivir en su fuero interno, en la intimidad de sus anhelos, sino en el plano de la realidad que afecta a quienes pretenden eliminarlo
El desconocimiento, la repetición y la negligencia se han erigido en las herramientas favoritas de quienes pretenden hacer de la mentira un consenso; en un recurso que habla dos veces mal de quien lo emplea, por festejar e incrementar la estupidez, y por manipular al público
Se cuenta que el físico austríaco Wolfgang Pauli respondió una vez a un artículo de esta guisa: “Esto no está bien. No está ni siquiera mal”. ¿Qué puede ser peor que eso?, se preguntaba Michael Shermer en un texto publicado en la revista Scientific American. ¿Qué puede ser peor que mal? Acaso una respuesta acertada sea la mala fe cabalmente escenificada en el artículo de El Periódico
La turba, instrumento de quienes la dirigen, financian, engañan, utilizan, se volverá indefectiblemente contra sí, desnudando identidades, aislándolas, etiquetándolas, porque, como decía el infame Ibérico Saint Jean, luego irán a por los indiferentes y, por último, a por los tímidos. Sólo el verdadero converso quedará: ejecutor, esclavo de su ignominia
El incansable trabajo de erosión de la razón y de la independencia de criterio ha trabajado como una implacable marea para que los opacos números de bajas sin distinción ofrecidos por un grupo terrorista funden las acusaciones peregrinas de “genocidio”; para que se acepten informes sin siquiera leerlos y analizarlos con la finalidad de lanzar el titular-acusación de una inexistente “hambruna”; y para decir “noticia”, “periodismo”, “prioridad”, donde sólo hay interés, omisión y repetición