Cobertura mediática del conflicto palestino-israelí: contraria al código deontológico

Veamos, antes que nada, algunos de los puntos centrales del código deontológico de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España:

2. El primer compromiso ético del periodista es el respeto a la verdad.

3. De acuerdo con este deber, el periodista defenderá siempre el principio de la libertad de investigar y de difundir con honestidad la información…

5. El periodista debe asumir el principio de que toda persona es inocente mientras no se demuestre lo contrario y evitar al máximo las posibles consecuencias dañosas derivadas del cumplimiento de sus deberes informativos.

13. El compromiso con la búsqueda de la verdad llevará siempre al periodista a informar sólo sobre hechos de los cuales conozca su origen, sin falsificar documentos ni omitir informaciones esenciales, así como a no publicar material informativo falso, engañoso o deformado. En consecuencia:

a) Deberá fundamentar las informaciones que difunda, lo que incluye el deber que contrastar las fuentes y el de dar la oportunidad a la persona afectada de ofrecer su propia versión de los hechos.

b) Advertida la difusión de material falso, engañoso o deformado, estará obligado a corregir el error sufrido con toda rapidez y con el mismo despliegue tipográfico y/o audiovisual empleado para su difusión.

17. El periodista establecerá siempre una clara e inequívoca distinción entre los hechos que narra y lo que puedan ser opiniones, interpretaciones o conjeturas…

18. A fin de no inducir a error o confusión de los usuarios, el periodista está obligado a realizar una distinción formal y rigurosa entre la información y la publicidad [lo mismo valdrá para la propaganda].

La casi totalidad de los medios de comunicación en español incumplen prácticamente cada uno de estos puntos cuando dan cuentan de sucesos que se enmarcan dentro del conflicto palestino-israelí, o sobre la situación socio-política del Estado judío.

En cuyo caso, la regla parece ser precisamente lo opuesto a lo que enuncia el código de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España.

Justamente lo opuesto. Es decir, se rigen por el especular “código confliectiensis”; y lo hacen:

faltando a la verdad, al difundir material informativo falso, engañoso o deformado;

no fundamentando, ni investigando, ni contextualizando, ni contrastando la información y fuentes (explicando, por ejemplo, no sólo el cargo que pueda tener una fuente, sino su relación con el tema, los posibles intereses particulares, ideológicos, etc., que pudiera tener el asunto);

difundiendo como noticia declaraciones que son, evidentemente, propaganda, y opiniones (como si fuesen hechos contrastados) claramente fundadas en falacias.

omitiendo informaciones esenciales (al punto de silenciar hechos relevantes);

cambiando el punto de referencia, haciendo mutar el suceso – por ejemplo, trocando los papeles de los actores del mismo (como puede ser, convertir al victimario en víctima) -; que en definitiva termina por cambiar el foco de atención

falta de balance de fuentes ( y/o versiones); cuando no, directamente, la publicación de una única voz (palestina, más “humanas”, cercanas; mientras la israelí, cuando aparece, relegada y siempre con un tono “frío”, “burocrático”, se pone en duda). Así, el artículo se transforma así en una acusación, en la difusión de una “narrativa” interesada. En este apartado, cabría agregar la prioridad que se le da a ciertas fuentes por sobre otras; y el hecho de convertir un suceso en una mera disputa de versiones. En resumen, imposición de una “narrativa” al lector;
incluyendo términos y adjetivos cargados de significado ideológico (y, en la mayoría de los casos, que no representan la realidad); incluir las valoraciones del propio redactor – es decir, confundir opinión con información; que termina por ser un dictamen (TpO) del periodista que juzga como culpable a Israel sin mediar más que la acusación, que el término que opera como sentencia;
y, finalmente, no corrigiendo los errores – casi como parte de una política editorial (¿creerán que si no corrigen, el público creerá que no yerran?).
Algunos ejemplos prácticos

1. Publicación de falacias

Sin pararse ni por un segundo, ya no a verificar, sino a pensar medianamente en los dichos, la agencia española de noticias Europa P publicaba un texto en el que, ya desde su asertivo titular, daba como cierto un bulo:
Un rabino insta a los colonos a envenenar el agua de Cisjordania que beben los palestinos
Por su parte, el diario argentino Clarín difundía otra falsedad:
“…el municipio [de Belén], circundado por un muro de hormigón de 8 metros de altura construido por orden de las autoridades israelíes a partir del 2002…”.

En tanto, el diario español ABC, deformaba los hechos (una manipulación de la historia en toda regla), de tal manera que el resultado era una falacia:

“La autoridad moral del Vaticano y del Papa Francisco dará sin duda un nuevo impulso a la solución de ‘dos Estados’, aprobada en 1947 por la Asamblea General de Naciones Unidas, pero bloqueada hasta ahora por Estados Unidos a petición de Israel”.

Esta información es categóricamente falsa, ya que Resolución 181 de la ONU, Resolución de Partición de 1947, fue aceptada por Israel y rechazada por los países árabes y el liderazgo palestino, quienes iniciaron una guerra en 1948 contra el Estado judío (de hecho, la carta de la OLP declara la partición como o “ilegal”).

2. Falta de contexto, investigación y contrastación de información y fuentes.

Los medios de comunicación, al parecer, obran de la siguiente manera: Si reciben una noticia sobre un suceso que retrata negativamente a Israel, se publica sin más; sin mediar verificación, ni investigación, ni nada. Simplemente se presenta como un hecho dado.

Así, el diario El Confidencial publicaba una crónica (“El ‘lobby’ israelí de EEUU saca a la SCNF del AVE a California y allana la vía de Renfe”) donde reincidía sobre el viejo libelo del control judío (todopoderoso y oculto) para “explicar” que la francesa SNCF quedara fuera de la fase de calificación en el concurso internacional del AVE a California.

El diario afirmaba que

“fuentes relacionadas con el concurso aseguran que la SNCF no ha terminado de admitir la vinculación en el tiempo que se supone a la empresa heredera de los ferrocarriles franceses que transportaron a multitud de prisioneros a los campos de exterminio nazis”.

¿Qué fuentes?

Y, además, un vistazo a la hemeroteca habría permitido al autor saber que la SNCF ya pidió perdón en el año 2011. Con lo cual, el móvil del supuesto acto no se sostiene.

Por otro lado, un artículo titulado “Abás aplaca los ánimos de la Intifada”, de 2015, del diario ABC omitía que sólo unos días antes de la oleada de ataques palestinos, Abbas declaró/incitó:

Bendecimos cada gota de sangre que se ha derramado por Jerusalén, esta sangre es limpia y pura, es sangre derramada por AláCada Mártir (Shahid) alcanzará el Paraíso, y todo quien ha sido herido será recompensado por Dios”.

En este sentido, los medios eligen las declaraciones que los líderes árabes hacen, de tanto en tanto, para las audiencias internacionales, y descartan las que hacen (que incitan al odio y la violencia contra Israel y los judíos), de manera sistemática, ante sus propia gente, en árabe. Declaraciones que, por otra parte, se ven acompañadas de acciones efectivas: como nombrar calles o torneos infantiles en honor a terroristas, o pagar salarios a terroristas convictos y a las familias de los denominados “mártires”.

Por otra parte, los medios suelen fundar sus informaciones en ONG y organismos internacionales cuya imparcialidad es, cuanto menos, dudosa (cuando no, directamente, inexistente).

Un caso resonante es el de la UNRWA, la agencia exclusiva para los “refugiados palestinos”; que, a su vez, tienen una definición ad hoc, exclusiva, para poder seguir aumentando su número y, así, la razón de ser de la UNRWA – cuya mayoría de empleados son los propios “refugiados”.

Ni investigar (agendas, financiaciones, por ejemplo; qué hacen realmente con el dinero las ONG, etc.), ni verificar sus afirmaciones. Nada que se parezca, ni remotamente, al periodismo.

3. Difusión de opiniones (incluso del propio periodista), comunicados, etc., como si fuesen hechos contrastados.

En este apartado bien podría ser un sub-apartado del anterior.

Aquí también abundan los comunicados de prensa de ONG y organismos internacionales y declaraciones de líderes palestinos. Todas ellas presentadas como noticia. Todas ellas sin verificar. Y, todas ellas, en la gran mayoría de los casos, sin contraparte israelí.

Europa Press llegó a publicar, sin más, las acusaciones del Ejército sirio contra Israel. Sí, el mismo que ha bombardeado a su propia población civil con bombas de barril y armas químicas; que impide la entrada de alimentos y medicinas a los poblados o barrios sitiados por sus tropas.

Más recientemente, Europa Press publicaba una larga diatriba del secretario general de la OLP, Saeb Erekat, contra el gobierno israelí. Sin contexto. Sin voz israelí.

Por su parte, el diario Clarín también le ofrecía a Erekat, en 2015, un espacio para propagar su odio y sus mentiras. Lo hacía en formato de entrevista. De las que preguntan lo que quiere responder el entrevistado.

Las ONG también cumplen un rol en el conflicto. Y no siempre es, precisamente, el tan promocionado de ayudar; sino, más bien, el de convertirse en transmisores de una ideología o de un “punto de vista” pro-palestino o, directamente, anti-israelí.

Y los medios no pocas veces les brindan una plataforma para difundir este rol no siempre tan encubierto. Así lo hacía, por ejemplo, la Radio Televisión Española, en 2016. El reportaje emitido servía para difundir falacias que señalaban, claro está, a Israel.

Es el caso del médico noruego Erik Fosse, entrevistado por varios periodistas españoles durante la operación defensiva israelí Margen Protector. Un informe de ReVista señalaba de 2014:

El País entrevistó a Erik Fosse en su crónica del día 13 de julio. El médico noruego hablaba de los misiles “precisos y teledirigidos” disparados por los drones israelíes que al explotar despiden “gotas de metal caliente que provocan quemaduras pequeñas“, “[a]penas dejan rastro sobre las aceras o los edificios que golpean” y “mata todo lo que haya en un radio de entre 10 y 15 metros”. La descripción es lo suficiente genérica para coincidir con el efecto de varias armas. No hay nada extraño en la descripción.

RTVE entrevistó a Erik Fosse en el Telediario de TVE de las 15:00 horas del 14 de julio. El doctor Fosse es presentado como un médico que “ha venido desde Noruega para este emergencia” y procede a explicar las acciones de las fuerzas israelíes:

“Tiran bombas muy precisas de pequeño diámetro que lanzan desde drones. Explotan en el suelo y rebotan mucha energía. Así que suelen perder sus piernas o la parte inferior del cuerpo”.

Ese mismo día, el 14 de julio, en una crónica de la agencia EFE también apareció el doctor Fosse. En ella se cuenta que se había encontrado entre los pacientes que recibía en el hospital a algunos con un tipo de herida que “nunca antes había afrontado en sus más de treinta años de experiencia en la universidad y en la ONG noruega NORWAC, con la que colabora”. Según las palabras del doctor Fosse:

“Es un tipo de bomba antipersona de pequeño diámetro diseñada para matar con más precisión y que causa un tipo de heridas particulares. Se lanza desde los drones, y al impactar en el suelo sueltan una descarga tal de energía y de metralla que destroza la parte inferior del cuerpo”.

El día 14 de julio apareció una segunda crónica en EFE con una redacción ligeramente diferente. En la crónica se dice que “se trata de proyectiles que al estallar en el suelo desprenden tanta energía que amputan la parte inferior del cuerpo y causan graves quemaduras”. Esta vez EFE incluye someramente el testimonio de “un experto legal del Ejército israelí” que afirmó que el doctor Fosse había lanzado acusaciones parecidas anteriormente y “que resultaron falsas”.

Resulta que en el año 2009 el doctor Fosse salió a la luz pública denunciando junto con su colega, el también doctor Mads Gilbert, el uso por parte de Israel durante la llamada Operación “Plomo Fundido” de un nuevo tipo de arma que provocaba “amputaciones muy brutales”. El doctor Fosse acusó entonces a Israel de emplear proyectiles cargados con DIME (siglas en inglés de “Explosivo de Metal Inerte Denso”). Es decir, el doctor Fosse declaró en julio de 2014 haber encontrado por primera vez en su vida a pacientes en Gaza con un tipo de heridas provocadas por una cierta arma israelí cinco años después de denunciar haber descubierto lo mismo. En este tiempo, por cierto, no han aparecido otras fuentes que hayan corroborado la primera y la última denuncia.

Si los periodistas que entrevistaron el doctor Fosse hubieran indagado sobre su persona, habrían encontrado que ya había anunciado al mundo en 2009 lo que ahora presentaba como un descubrimiento. Pero también habían encontrado que en el diario británico The Guardian se le describía entonces como un activista palestino de “perfil alto”. O que su compañero de denuncia, el doctor Mads Gilbert, era una figura polémica en su Noruega natal por haber defendido “el derecho moral” que asistía a los terroristas que cometieron los atentados del 11 de septiembre de 2001, en lo que era una “respuesta legítima”. Así que el doctor Fosse apareció en las crónicas periodísticas como un médico que aportaba su visión como profesional sin que se ofreciese al lector o espectador más información sobre su perfil político y en un solo caso se proporcionó la versión israelí”.

4. Omisión

En medio de una serie de reportajes sesgados, del canal de televisión español La Sexta, que supuestamente pretendían reflejar la vida en Gaza, la cadena emitió uno mencionando el machismo del que son víctimas las mujeres de la Franja. No obstante, la pieza no hacía mención alguna a ese aspecto, y tan sólo se centraba en culpar a Israel del bloqueo. El canal decidió que la información acerca del maltrato y la segregación a la que son sometidas las mujeres gazatíes por parte de Hamás, no debería haber sido compartida con la audiencia.

El diario español El País, el más importe en lengua española, no es inmune, ni mucho menos, a este “código confliectiensis”. Así, el medio omite, de manera sistemática, sucesos que pudiesen retratar de manera negativa a los palestinos – o que pudiesen siquiera sugerir la idea de que los israelíes son víctimas de ataques palestinos. Es decir, silencia ataques contra israelíes perpetrados por palestinos; y acciones de grupos terroristas palestinos (incluso aunque éstas estén dirigidas contra su propia gente).

Otra de las omisiones que habitualmente practican los medios tiene que ver con información que desmiente o pone en duda su propia “narrativa” o ideología o su posicionamiento. De tal manera que, cuando el director de la Delegación de la Cruz Roja Internacional en Israel y la Autoridad Palestina dijo, “No, no hay apartheid aquí, ningún régimen de superioridad racial, de negación de los derechos humanos básicos a un grupo de personas debido a su supuesta inferioridad racial”, los medios hicieron de cuenta que no se había dicho nada. Y cuando dijo, “llegamos a la conclusión inequívoca de que no hay órdenes del Ejército israelí de disparar a matar a los sospechosos”, también callaron.

La omisión podría parecer más cercana a la negligencia, a la falta de nervio profesional que termina por blanquear a los grupos terroristas, las acciones violentas y las políticas palestinas oficiales de incitación al odio y la violencia y de no reconocimiento del derecho de Israel a existir. El blanqueo opera a favor de todo aquél que se enfrente a Israel. Para ello se utilizan eufemismos, distorsiones de la realidad, exclusión de información, alteración de la realidad y, entre otros, fabulaciones.

Así, pues, no es de extrañar que haya omisiones que parecen, más bien, censuras en toda regla, como en el caso de Europa Press y su cobertura del discurso del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en Belén, ante Mahmoud Abbas, que decidió eliminar la parte en que Trump le dijo a Abbas que “la paz nunca puede arraigar en un lugar donde la violencia es tolerada, financiada e incluso recompensada”.
También el diario líder en español, El País, decidió silenciar dichas declaraciones.

Y es que la incitación palestina oficial al odio y a la violencia – y su pago de salarios a terroristas convictos y a las familias de los “mártires” por parte de la Autoridad Palestina -, es, precisamente, una de las omisiones recurrentes y generalizadas, y, acaso, más significativas, porque está activamente transformando el conflicto, para los lectores, en uno unidireccional: el responsable, la parte activa, es Israel; del otro lado hay victimismo, pasividad e inocencia.

De esta manera, y tal como señalara la directora de ReVista, Masha Gabriel, el diario El País, en una crónica de agencias de 9 párrafos sobre un informe del Cuarteto (2016), dedicaba 7 a centrarse en la condena a Israel. Eso sí, no le dedicaba ni un solo párrafo en exclusiva a la condena que hizo el Cuarteto de la incitación palestina a la violencia, y sobre la necesidad de actuar firmemente contra el terrorismo. Algo que, por lo demás, generó tanto malestar entre las autoridades palestinas, que llegaron cortar relaciones con el Cuarteto.

5. Balance/ausencia de fuentes. Prioridad de fuentes palestinas, pro-palestinas o anti-israelíes

No son pocas las veces que en una crónica periodística brilla por su ausencia la voz israelí o la de cualquier organismo, individuo o ONG que no tenga una agenda pro-palestina o anti-israelí.

Más, otras muchas, esta voz aparece, enterrada en los últimos párrafos, a los que el lector no suele llegar nunca (en parte, por aquello de la pirámide invertida de prioridades, de relevancias). Y, por si llegara, se la presenta como oficial (y oficiosa), fría, distante, breve, dudosa; casi una “excusa” – opuesta a la mirada prioritaria y humana de la parte palestina (siempre con nombre, con una historia, con un rostro, con una denuncia).

Un ejemplo de esto último, lo encontramos en un texto de 2016 del diario español El Periódico, que en una crónica sobre una respuesta israelí a un ataque palestino desde Gaza, esperaba hasta el quinto párrafo para mencionar, precisamente, la agresión palestina. Así, la idea que daba el medio era el de un bombardeo israelí al que habían respondido los palestinos (“milicianos”, claro, no terroristas) lanzando morteros.

Un ejemplo del primer caso, es decir, de la falta de voz israelí, lo encontramos en una crónica también de 2016, pero del diario español El Mundo; donde, a pesar de ser un artículo a dos páginas, se evitaba poner en contexto el conflicto. El texto, por lo demás, estaba plagado de falacias evidentes, de ausencia de verificación de datos y de identificación de fuentes. Por faltar, faltaba de todo menos parcialidad. El objetivo, que el lector se quedara con un eslogan, más que con información, con algo que se pareciera al conocimiento (apenas la sensación de haberse informado). Y el eslogan era: Israel es muy malo.

6. Utilización de términos/adjetivos cargados ideológicamente; valoraciones; confusión de opinión con información

El periódico argentino Página12, al afirmar se trata de “territorios ilegalmente invadidos y ocupados por colonos israelíes en Cisjordania”, decidía la titularidad de un territorio y, además, sobre la legalidad de la ocupación. Sin importar lo que dicen las fundamentales resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidos. Fundamentales porque han sido, y son, parte esencial de cualquier acuerdo sobre dichos territorios – que ni son palestinos, ni están ocupados ilegalmente.

Se trata, en realidad, de unos territorios cuyo estatus final – según las resoluciones 242 (que llama a la retirada de Israel “de territorios”, y no de su totalidad; con lo que, la extensión de la retirada de Israel debe ser una cuestión negociada) y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU, así como conforme a los Acuerdos bilaterales firmados por israelíes y palestinos – deberá ser decidido mediante negociaciones entre las partes en conflicto.

Los medios, al adoptar el lenguaje del liderazgo palestino y de ciertas resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, promovidas por los países árabes, no hacen más que dejar de lado su labor de informar y tomar parte activa y partidista en el conflicto, creando un marco “consensual” en torno al discurso, la “narrativa” del liderazgo palestino.
Dentro de los “territorios palestinos ocupados”, los medios incluyen también a Jerusalén Este. Y es que, ya puestos a despreciar tratados y acuerdos entre palestinos e israelíes, por qué no despreciar la Historia toda.
La Radio Televisión Española decía lo que debe ser decidido, en todo caso, en negociaciones entre las partes en conflicto:
“El Gobierno israelí ha licitado la construcción de 1.100 nuevas viviendas en las colonias de Cisjordania y 400 en Jerusalén este, territorios palestinos ocupados, apenas tres días después de la puesta en marcha de un Gobierno de unidad en Palestina”.
Pero Jerusalén Este no es palestina. Nunca lo fue. De hecho, en la partición a la que los propuesta, Jerusaléndebía ser un Corpus Separatum. No lo fue – como no hubo un nuevo Estado árabe junto al judío -, porque los países árabes y los líderes árabes palestinos dijeron no y lanzaron una guerra de agresión contra Israel.
Otro de los términos ideológicos que se suelen utilizar al mencionar a Israel es el de “apartheid”. Su utilización no sólo es falaz, sino que banaliza el sufrimiento padecido por la gente de color en Sudáfrica.

Y, a fuerza de tanto utilizarlo, sólo basta con utilizar términos asociados para conducir al lector a la idea principal. Así, en un artículo del diario El País, se llegaba a decir que “el nuevo canal público de Israel nace con informativos segregados ante la presión del primer ministro”.

No es casual la utilización del término “segregados”. Cuando lo más apropiado hubiese sido “separados”, “escindidos”.

La agencia argentina de noticias Télam, daba cuenta de un ataque perpetrado por un palestino, durante el cual, éste fue abatido, de la siguiente manera:

Un palestino murió este domingo acribillado por las fuerzas de seguridad israelíes tras herir de levedad a tres agentes de la Policía de Fronteras en la ocupada Cisjordania, luego de embestirlos con su auto, en un ataque supuestamente intencionado en las afueras de la localidad de Beit Ummar, en Hebrón”.

“Acribillado”: “hacer muchas heridas o picaduras a una persona” (decir, baleado hasta el cansancio). Ello, aunque en ningún momento se indique fehacientemente tal cosa –y termina por crear un cierto estado de ánimo en el lector; indignación. Los israelíes son muy malos. Se ensañan.

Además, de repetir lo que los medios suelen dar como un hecho dado (“territorios palestinos” y poner en duda explícitamente la versión israelí (“supuestamente”) – algo que se ve en muchísimas crónicas -; la agencia introducía otro término (adjetivo) que se suele utilizar para caracterizar peyorativamente al gobierno de Israel:

“… el gobierno nacionalista israelí se refiere a Cisjordania, uno de los territorios palestinos ocupados desde hace 50 años por Tel Aviv, junto con Jerusalén este y la Franja de Gaza”.

Los términos “nacionalista”, “ultra-nacionalistas”, “ultra-ortodoxos”, “derechista” y “ultra-derechista”, “extremista”, etc., se reservan a los israelíes. En tanto que los líderes palestinos, y sus organizaciones (incluida la organización terrorista Hamas: apenas un “movimiento de resistencia”, una “milicia”), merecen a lo sumo, el benévolo calificativo de “moderado”.

Ah, por cierto, Gaza no está ocupada desde 2005; y Tel Aviv no es la capital de Jerusalén. No querer poner en el texto que es Jerusalén, no da libertad para inventarle una capital alternativa al Estado judío.

Otros de los términos utilizados por los medios son “genocidio” y “limpieza étnica” (perpetradas supuestamente por Israel). Ello, aunque las estadísticas y censos indiquen no sólo lo contrario, sino un imponente crecimiento de la población pretendidamente víctima de tales prácticas.

Una vez, más, el término procura establecer la imagen de un Israel “brutal”, “asesino”; el paradigma del “mal”. Y, una vez más, se banalizan los términos que implican una terrible realidad padecida, por ejemplo, en Sudán, en Bosnia, Timor Oriental.

7. Cambiando el punto de referencia – de atención

Aunque para la Unión Europea y Estados Unidos, entre otros, Hamas sea una organización terrorista, para los medios es (o, mejor dicho, para los lectores debe ser) un “movimiento de resistencia”.

De forma que las mismas actividades llevadas a cabo por este grupo, cuando son perpetradas por cualquier otro en suelo europeo o contra intereses europeos, serán, para esos mismos medios, terroristas.

Este doble rasero termina por implicar un manifiesto relativismo moral, que equipara o iguale a los victimarios palestinos con las víctimas israelíes, a los grupos terroristas palestinos con un gobierno democrático, como el israelí.

La inversión del punto de referencia (¿o de preferencia?) realiza, pues, presentando como víctimas a los victimarios palestinos. Así pues, el titular de un atentado en Francia, por ejemplo, le daría prioridad informativa al ataque, y no al posible abatimiento del terrorista – y, mucho menos, contarían a éste junto a las víctimas.

En Israel, el código deontológico es otro. La “mirada moral” es otra. El objetivo, es otro: crear un estado de ánimo o un “estado de opinión”.

8. No corrigiendo

El número de correcciones efectuadas por medios en inglés supera de manera apabullante al de erratas en los medios en español. A tal punto es así, que es muy difícil encontrar una corrección en estos últimos.

Se trataría, pues, de una práctica sistemática y generalizada, que no sólo viola el buen quehacer profesional, sino que contribuye grandemente a la creciente desconfianza del público en los medios de comunicación: la famosa “crisis del periodismo”, de los medios de comunicación tradicionales.

Epílogo

La cobertura de la mayoría de medios de comunicación en español sobre el conflicto palestino-israelí parecería indicar,pues,la existencia de un código deontológico paralelo, simétrico; pero opuesto.

Así, donde dice “respeto a la verdad”, el “código confliectiensis” dirá, “no estás sujeto al respeto a la verdad”…, y, claro, “seguirás (al pie de la letra y reproducirás sin interferencias como la contrastación de la información, etc.) la ‘narrativa‘ palestina”.

El fin (o la consecuencia)de ello, establecer la “narrativa palestina” como un hecho. Es decir, trocar la historia por una fabricación e, incluso, llegar a deslegitimar el propio derecho de Israel adefenderse de los ataques palestinos: es decir, el derecho a existir.

Así, los medios han dejado de lado compromiso de informar para tomar parte activa del conflicto a favor de la parte palestina (cuando no, ya directamente, en contra de Israel). Lo que hacen, podría definirse de “activismo”. A fin de cuentas, algunos periodistas de destacados medios han llegado a participar como ponentes, en una conferencia sobre “periodismo y activismo” organizada por el discriminatorio movimiento de BDS.

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