El truco de la “desposesión” palestina: falsificaciones históricas

“Desde 1948 somos nosotros los que hemos demandado el retorno de los refugiados [palestinos]… mientras que fuimos nosotros los que los hicimos irse… Hemos traído el desastre sobre… los refugiados árabes, al invitarlos y presionarlos para que se fueran… Los hemos convertido en desposeidos… Luego los explotamos haciéndolos ejecutar delitos de asesinato, indendios, y lanzamiento de bombas incendiarias contra… hombres, mujeres niños – todo esto al servicio de propósitos políticos”, Khalid Al-Azm, ex primer ministro sirio en sus memorias
La denominación – a la que adhieren los medios de comunicación sin molestarse en precisiones, en hechos ni verificaciones – de “territorios palestinos ocupados” supone, ante todo, una “desposesión” de aquello que, en realidad, jamás se poseyó y que, es más, los árabes (en 1947, aún no palestinos) se negaron a adquirir al oponerse a la partición recomendada por la ONU en 1947 – y luego de la guerra de 1948, sólo reclamaron las tierras más allá de la línea de armisticio, olvidándose de la ocupación jordana y egipcia entre 1949 y 1967.
De ahí, los mapas que circulan a menudo, y que fabrican la “pérdida” o “desposesión” de “territorios palestinos”:

Y es precisamente esa pretendida“desposesión” la que permite crear la “narrativa” – porque se trata, en definitive,de un conjunto de palabras (o conceptos) entrelazadas con falsificaciones y silencios (en lugar de un recuento de hechos) – de victimismo y opresión.

Justamente, en este punto, en este nudo del conflicto, los medios de comunicación suelen evidenciar su sesgo (o connivencia) – o su negligencia profesional, en el mejor de los casos: un breve repaso por la Historia desata, o al menos desajusta los nudos que a priori podían parecer intratables, herméticos.

Porque, si no se puede ser desposeído de aquello que nunca se poseyó, en medio debe haber ocurrido una importante y evidente fabricación, una invención histórica (e, igualmente, una negación histórica del “otro”, es decir,una negación de su pasado,una negacióndel “otro”, en definitiva) en toda regla, para llegar afirmar aquello que, de manera natural, no podría afirmarse. Entre “desposesión” y “posesión” ha de haber un ilusionismo

Es interesante señalar una cuestiónante la que los medios, los organismos internacionalesy las organizaciones humanitarias y pro-palestinas no se detienen (o, directamente, soslayan) – y es que pone en duda o disminuyela cualidad de aborígen, de pueblo originario que pretende asociarse a los palestinos: esta es, la gran inmigración árabe al remanente del Mandato de Palestina. El Dr. Fred. M. Gottheil (Arab Immigration into Pre-State Israel: 1922-1931) indicabaque el Royal Institute for International Affairs comentó que “el número de árabes que entraron a Palestina ilegalmente desde Siria y Transjordania es desonocido. Pero probablemente considerable”. También el profesor Harold Laki hacía una observación similar, al decir que “es importante notar que hubo una emigración a gran escala de los países vecinos [hacia elMandato]”.
De la misma manera, se omite la presencia continuada de los judíos en Tierra Santa – por ejemplo, Tricia Miller, analista de CAMERA, señalaba que a excepción de breves períodos luego de la conquista de Hebrón por parte de los Crusados en 1100 y de los Otomanos en 1571, los judíos habitaronen dichaciudad de manera contínua desde tiempos bíblicos, a través de los períodos Romano, Bizantino, Árabe, Mameluco y Otomano; algo similar puede decirse también de Jerusalén-, con el objetivo derestarle toda legitimidad a su reclamo sobre la tierra, sugiriendo,en tanto, una presencia reciente, alienígena,producto de la inmigración (cuando no, de la “colonización”).

Recordatorio: el territorio en cuestión no se conoció como “Palestina” hasta que los romanos derrotaron a los judíos en el 135 A.C. y renombraron a Judea con el nombre de los antiguos enemigos de los judíos, los filiesteos (que no están relacionados con los árabes palestinos actuales, y cuyo origen se ubicaría en el mar Egeo).

¿El arte del ilusionista está en realidad en el ojo que quiere ser engañado?

Eric Rozenman, analista de CAMERA, señalaba que la “narrativa” palestina insite en que un pueblo árabe palestino ha residido en “Palestina” desde tiempos inmemoriales. Y afirma que ese supuesto pasado supera los lazos históricos y religiosos del pueblo judío con la tierra de Israel.

Esta afirmación, continuaba Rozenman, ganó fuerza – quizás se hizo necesaria – entre los nacionalistas árabes luego del establecimiento de Israel en 1948 y de su victoria en la Guerra de Independencia y, aún más, luego de que capturara Cisjordania – Jordania, luego de la ocupación ilegal en 1948, renombró a Judea y Samaria con el nombre de “Cisjordania”, en parte para distinguirlo de la “Transjordania” del Mandato; y para, como los romanoscon la denominación de “Palestina”, negartodo rastro judío) y la Franja de Gaza de Jordania y Egipto, respectivamente, en la Guerra de los Seis Días en 1967.

Pero aún antes, el Primer Congreso de Asociaciones Musulmanas-Cristianas, reunido en 1919 para elegir a los delegados árabes palestinos para la Conferencia de Paz de París luego de la I Guerra Mundial, adpotó la siguiente resolución:

Consideramos a Palestina como parte de la Siria árabe, ya que nunca se ha separado de ella en ninguna oportunidad. Estamos conectados con ella por lazos nacionales, religiosos, ligüísticos, naturales, económicos y geográficos”.

En tanto que en 1937, Auni Bey Abdul-Hadi, líder árabe palestino, le dijo a la Comisión Peel que “¡no existe tal país [Palestina]! ¡‘Palestina’ es un término que inventaron los sionistas! No existe Palestina en la Biblia. Nuestro país fue por siglos parte de Siria”.

De hecho, explicaba Rozenman, entre 1516 y 1917 – cuando fue conquistada por Gran Bretaña durante la I Guerra Mundial, el área que se convirtió finalmente en el Mandato Británico de Palestina – había sido parte del Imperio Otomano turco. Ningún distrito del mismo se llamaba “Palestina”, y los habitantes de la región no se llamaban a sí mismos “palestinos”.

Por su parte, el historiador árabe-estadounidense, y profesor de la Universidad de Princeton, Philip Hitti, que testificó contra la partición ante el comité anglo-americano en 1946, aseguró que:

No existe tal cosa como ‘Palestina’ en la historia, absolutamente no… [Es] un pequeño punto en la parte sur de la costa este del mar Mediterráneo, rodeado por una vasta mayoría de tierras del territorio árabe musulmán, comenzando con Marruecos, continuando a través de Túnez, Trípoli y Egipto y descendiendo hasta la propia Arabia, luego ascendiendo a Transjordania, Siria, Líbano e Iraq – un sólido bloque árabe parlante…”. (Efraim Karsh, Palestine Betrayed)

Mientras que Azmi Bishara, cristiano árabe-israelí y ex parlamentario israelí acusado de espionaje contra el Estado judío, dijo en una entrevista televisada en 2009 que:

“Bueno, no creo que exista una nación palestina en absoluto. Creo que existe una nación árabe, siempre pensé así y no he cambiado de idea. No creo que haya una nación palestina, creo que es una invención colonial… ¿Cuándo hubo algún palestino? ¿De dónde vinieron? … Palestina era la parte Sur de la Gran Siria”.

Los nacionalistas árabes – con el Muftí de Jerusalén a la cabeza (The Palestinians People, History, Politics;edited byCurtis,Neyer, Waxman and Pollack; 1975) – hacían hincapié en un “ideal de unidad”, oponiéndose a la denominación “Palestina”, que no sería más que un ardid para “dividir”, “cercenar” la Gran Siria.

De hecho, en 1976, el entonces presidente sirio, Hafez Assad, le dijo a Yasser Arafat, líder de la OLP:

“Ustedes no representan a Palestina tanto como nosotros. Nunca olviden este punto: No existe tal cosa como el pueblo palestino, no hay una entidad palestina, sólo existe Siria. Ustedes son una parte integral del pueblo sirio, Palestina es una parte integral de Siria. Por lo tanto, somos nosotros, las autoridades sirias, los verdaderos representantes del pueblo palestino”.
“The Myth of Palestinian Centrality” (El mito de la centralidad palestina)

Prof. Efraim Karsh (Profesor Emérito de Estudios Medio Orientales y Mediterráneos en el King’s College de Londres; Profesor de Estudios Políticos en la Universidad Bar-Ilan de Israel; e Investigador Senior asociado y Presidente del Consejo Ejecutivo del Begin-Sadat Center for Strategic Studies, Universidad Bar-Ilan)

En el sumario, Karsh señalaba que:

“La ‘causa Palestina’ ha estado a la vanguardia de los discursos sobre el Medio Oriente durante casi un siglo. Durante largo tiempo ha constituído la preocupación común de solidaridad panárabe y su grito más eficaz, sin embargo, ni los Estados Árabes ni los líderes palestinos han actuado realmente en aras de la ‘liberación de Palestina’.

[…]

Varias oportunidades para establecer un Estado palestino y desarrollar la sociedad civil palestina han sido rechazadas por los líderes palestinos. En lugar de buscar solucionar el ‘problema palestino’, sus líderes han sumergido a sus desventurados ciudadanos en conflictos desastrosos y totalmente innecesarios, mientras llenan sus bolsillos con el producto de esta tragedia en curso.

Así, cualquier idea que afirme un vínculo entre la resolución del conflicto palestino-israelí y la consecución de la paz y la estabilidad regional es falsa y engañosa. El liderazgo palestino no ha mostrado, de manera continua, ningún signo de querer realmente la paz con Israel, ni un estado independiente. Aceptar la reconciliación transformaría a los palestinos, de un plumazo, de ser la máxima víctima mundial, a ser un simple (y muy probablmente, fallido) estado-nación; poniendo así fin a décadas de indulgencia internacional sin precedentes. Forzaría a los líderes palestinos a responsabilizarse, a rendir cuentas y a la ingente tarea de construir un estado. Es, por tanto, poca sorprendente que, ante ofertas internacional o israelí de paz o de estado, líderes palestinos nunca den su aprobación”.

Y luego explicaba que, precisamente, la doctrina del panarabismo – que postula la existencia de “una sola nación vinculada a través de los lazos comunes de la lengua, la religición y la historia… detrás de la fachada de una multiplicidad de estados soberanos” –ha transformado la “cuestión palestina” de una disputa local menor entre árabes y judíos, en un problema internacional de primer orden. Pero esta cuestión, señalaba Karsh, no ha tenido nada que ver con la protección de los derechos nacionales palestinos, por el simple hecho de qe el panarabismo no considera a los palestinos un pueblo distinto que merece la estadidad, sino como una parte integral de un marco árabe mayor que se extiende por gran parte de Medio Oriente (por ejemplo, la “Gran Siria”) o por toda la región.

De ahí que durante la ocupación de Judea y Samaria (denominada Cisjordania por Jordania) por parte de Jordania, y de Gaza por Egipto, no se moviese un dedo para fundar un estado palestino.

Cuandoel sombrero del mago es translúcido…mas ello no impide creer en el truco
“El relativismo… [es] una doctrina según la cual el juicio de un hombre o de un grupo –ya que es la expresión o declaración de un gusto, o una actitud o perspectiva emocional -, es simplemente lo que es, sin correlación objetiva que determine su veracidad o falsedad… Se sigue que hablar de la verdad o la falsedad de estos supuestos literalmente no tiene sentido. Pero los valores de cada cultura o fase de una cultura son… no sólo psicológicos, sino hechos objetivos, aunque no por ello necesariamente conmensurables…”, The Crooked Timber of Humanity, Isaiah Berlin (politólogo e historiador inglés)
En una entrevista en el diario libanés Daily Star (15 de septiembre de 2011), Abdullah Abdullah, embajador palestino en el Líbano, asguró que no todos los palestinos se convertirán automáticamente en ciudadanos de un futuro estado palestino en Cisjordania y Gaza, ni siquiera “los refugiados palestinos que están viviendo en [campos de refugiados] dentro del estado [palestino], seguirán siendo refugiados. No serán considerados ciudadanos”.

Los “refugiados” como meras fichas o bazas políticas…

Pero, ¿por qué no querría un futuro estado palestino a los propios palestinos?

Porque, según Abdullah:

Cuando tengamos un estado aceptado como miembro de las Naciones Unidas, no será el fin del conflico. Esto no es una solución al conflicto. Esto es sólo un nuevo marco que cambiará las reglas del juego”.

¿Se entiende bien?
Sólo un cambio en las reglas del juego; no el final del conflicto. Algo que recuerda al plan de fases de 1974 de la OLP para destruir a Israel, que llamaba al establecimiento de un estado palestino en cualquier territorio evacuado por Israel, para ser utilizado como base de operaciones para destruir a Israel. Además, la OLP aprovechaba para reafirmaba su rechazo de la resolución 242 del Consejo de Seguridad. A fin de cuentas, Faysal Al-Husseini, ministro de Asuntos de Jerusalén de la Autoridad Palestina, le dijo a un periódico egipcio (2001) que “los Acuerdos de Oslo eran un caballo de Troya; el fin estratégico es la liberación de Palestina desde el río [Jordán] hasta el mar [Mediterráneo]”.

También en las palabras de Abdullah resuenan las declaraciones – durante una entrevista con el diario holandés Trau, el 31 de marzo de 1977 – de Zahir Muhsein, miembro del Comité Ejecutivo de la OLP:

El pueblo palestino no existe. La creación de un Estado Palestino es sólo un medio para continuar la lucha contra el estado de Israel.

En realidad, hoy no existen diferencias entre jordanos, palestinos, sirios y libaneses. Sólo por razones políticas y tácticas hablamos de la existencia de un pueblo palestino, ya que los intereses nacionales árabes demandan que postulemos la existencia de un ‘Pueblo palestino’ distinto para oponerse al sionismo”.

De hecho, la propia Organización para la Liberación Palestina (OLP) fue creadapor la Liga Árabe, que lo hizo recién en 1964, durante una Cumbre en Alejandría, a instanciasdel presidente egipcio Gamal Abdel Nasser.

Y, aún así, el primer presidente de la OLP, Ahmed Shuqeiri le dijo al Consejo de Seguridad que “es de dominio público que Palestina no es más que Siria del Sur” (“Understanding the Arab-Israeli Conflict: What the Headlines Haven’t Told You”, Michael A Rydelnik).

Hoy igual que ayer
La Carta de la OLP(de la cual Fatah es miembro mayoritario, y de la cual son también miembros el PFLP, DFLP y el Partido del Pueblo Palestino, entre otros) en su primer y segundo artículos decreta:
Palestina es la patria del pueblo árabe palestino; es una parte indivisible de la patria árabe, y el pueblo palestino es una parte integral de la nación árabe.
Palestina, con las fronteras que tenía durante el mandato británico, es una unidad territorial indivisible”.
Es decir, que “Palestina” existía como entidad política desde la antigüedad, pero es definida como tal por el Mandato Británico… Extraño, ¿no? El mismo Mandato en el que Jordania no existía en un inicio (¿será, por tanto, parte de esa “Palestina” imaginada?); el mismo que era “responsable de poner en vigor la declaración formulada originalmente el 2 de noviembre de 1917, en la cual el Gobierno de Su Majestad Británica – y aprobado por las potencias – a favor de la creación en Palestina de un Hogar Nacional para el pueblo judío”.
¿Cómo, entonces, ese Mandato define las “fronteras” de la “Palestina” pretendida por la OLP?
El ilusionismo no parece verse afectado por incoherencias, en tanto y en cuanto haga creer en la ilusión. Así, pues, todo vale.
“El pueblo árabe palestino, que se expresa a través de la revolución palestina armada, rechaza todas las soluciones que son sustitutos de la liberación total de Palestina y rechaza todas las propuestas encaminadas a la liquidación del problema palestino, o su internacionalización”.
Lo único que ha cambiado de este punto, es el rechazo de la internacionalización del “problema palestino”. Ahora se busca la misma de manera contínua en diversos organismos internacionales, movimientos, organizaciones y valíéndose de los medios de comunicación.
Finalmente, cabe señalar que esta carta, que en el marco de los acuerdos de Oslo de 1993, los palestinos estaban obligados a modificar– especialmente en aquellos puntos en los que se suscribe a la acción armada como solución, a la eliminación de Israel y al no reconocimiento del derecho de Israel a existir (es decir, el no reconocimiento de la solución de dos estados) – permanece inalterada, tal como lo señalóel activista palestino Mazin Qumsiyeh.

Abracadabra: usted ha sido engañado
Podrá decirse que ha pasado tiempo, que ahora esa identidad ha cuajado. Y es cierto.

Mas, en realidad, no ha pasado tanto tiempo: en base a las declaraciones de historiadores y lídres palestinos, la identidad “palestina” habría comenzado a gestarse de manera seriaen los años 1950. Muy poco tiempo.

Pero, más relevante que el tiempo transcurrido, es el hecho de cómo se gestó esa identidad, cómo fue impuesta por el liderazgo árabe-palestino, y cómo sigue siendo alimentada: como una reacción contra los judíos, contra Israel; como una estrategia de “reclamo” de territorio; en detrimento de una identidad constructiva que levante un estado. Una identidad que, al menos en su nacimiento y durante primeras décadas, dependía del “otro” como motor (por la vía del odio, del desprecio; de la necesidad de acabar con él).

Mas, si la identidad está definida en términos del “otro”; el énfasis en esa otredad conducirá con mucha probabilidad a la humillación y negación de ese “otro”, que se levanta más como una abominación que como un espejo, más como un obstáculo entre el “yo” social y la “identidad” anclada en un pasado “ideal”.

Pero esa identidad hoy por hoy está instalada, podrá decirse. Y es cierto, está instalada, y es un hecho. Pero ello no exime de exponer las fabulaciones, manipulaciones y los hurtos históricos; ello no faculta para repetir esa “narrativa” (obviando justamente los hechos, omitiendo verificar las aseveraciones; despreciando la Historia). Y esto, precisamente, es lo que una gran mayoría de medios hace vez tras vez, propiciando un marco conceptual viciado que conduce a conclusiones erróneas o, cuanto menos, seriamente tergiversadas.

Y es este marco, precisamente, el que ha permitido que los líderes palestinos digan “no” una y otra vez a la paz y que la “opinión” responsabilice de ello a Israel. Este marco ha hecho posible que nadie se sorprenda – se indigne, incluso – ante el hecho de que los palestinos tengan una definición de “refugiados” ad hoc y, en consecuencia, una agencia de “refugiados” (UNRWA) exclusiva, que, además, tiende a aumentar su número año a año, perpetuando su condición – hechos excepcionales en la historia. Pero como le sucedía a Alicia en el País de las Maravillas, cuando lo extraordinario termina siendo lo ordinario, ya nada puede sorprender, y todo se puede creer.

El mismo marco que, en las pocas veces en las que da cuenta de la incitación al odio y la violencia, y la glorificación de la violencia, lo hace como si se tratara de hechos aislados, como meros y vulgares exabrutos, cuando en realidad es algo sistemático que proviene de los líderes y los medios oficiales palestinos. Y es que el odio al otro forma parte del origen de esa identidad: fue un motor de la misma.

Y, así como la ONU ha abordado este conflicto de manera cuasi obsesiva y claramente parcial; así han obrado, y obran, los medios de comunicación: el resultado es que la realidad es suplantada por la mistificación; lo que permite un sobredimensionamiento del estado de cosas (“justificando”, tautológicamente, esas mismas obsesión y parcialidad) y, elevar a los palestinos a la categoría de “arquetipo” de los “orpimidos”, de los “refugiados”; de las “victimas”, en definitiva. Lo que, finalmente, permite decir sin decir, abracadabra, que Israel es, en contraposición, el arquetipo del estado “criminal”.

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