UNRWA, engranaje primordial del conflicto (Introito)

Detrás de la fastuosa escenografía del humanitarismo y los derechos humanos, otra realidad es la que tiene lugar: los intérpretes realizan los gestos y las actividades que sus fines precisan.

Es así, como, por ejemplo, y tal como apuntaba Yehuda Mirsky, el régimen iraní puede participar en el círculo de las instituciones de los derechos humanos: “precisamente porque, como la Unión Soviética antes, no cree en ellos en absoluto. Esto no quiere decir que los iraníes, Hamás u otros yihadistas no tengan principios. Ciertamente los tienen, y los descartamos por nuestra cuenta y riesgo. En el universo moral del yihadismo, el bienestar de los individuos, y obviamente el de los infieles, se disuelve en la nada ante lo divino; y la violencia del 7 de octubre fue su propio tipo de culto. La ocurrencia de Oscar Wilde de que ‘la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud’ resulta haber sido trágicamente optimista. Cuando se trata de derechos humanos, la hipocresía es el método del Diablo para pudrir al bien desde dentro”.

Cada tanto, el personaje y la persona se confunden, y rasgos inconfundibles de la segunda se dejan ver en la representación mentida – es decir, la hipocresía se ve por lo que es y no por lo que aspira a que se vea. La amenaza de la caída de Hamás en Gaza ha mostrado, para quienes aún no lo habían visto – y para quienes, claro, no están comprometidos de una u otra manera con la “causa” infame que ese grupo terrorista encarna -, rasgos inequívocos de la naturaleza de la UNRWA: sus constantes publicaciones en X se alinean casi exactamente con las necesidades de Hamás para sobrevivir en la Franja de Gaza y para demonizar al estado judío con las etiquetas habituales (toca ahora un exceso de “genocidio” y “limpieza étnica”); y, por supuesto, de silencios obsecuentes para los crímenes del terrorismo palestino – intento de borrar del catastro de hechos de la realidad la masacre perpetrada el 7 de octubre por Hamás: ni feminismos, ni derechos humanos, ni empatías, ni nada que se le parezca; sólo hiperbólica presencia en las redes sociales para desempeñar un papel de complicidad que, con ruido, distraiga a los crédulos, a los fieles y a los distraídos de los principios rectores del yihadismo palestino que, por ejemplo, explicitaba Ghazi Hamad, miembro de la “oficina política” de Hamás, el 24 de octubre en un canal libanés:

“Tenemos que educar a Israel, y lo haremos una segunda y una tercera vez. El diluvio de Al-Aqsa [masacre del 7 de octubre] no será [sólo] una vez. No, será una segunda vez, una tercera y una cuarta, porque tenemos la voluntad, la decisión y las capacidades para luchar. Pagaremos un precio, efectivamente, estamos preparados. Permítanme que les diga claramente que nos llaman ‘el pueblo de los mártires’ y que estamos orgullosos de sacrificar mártires”.

UNRWA devenía, así en altavoz y censurador para Hamás. Ruido y silencio selectivos mezclados.

De tal manera que UNRWA, como indicaba un artículo de 2009 de la revista Forbes, “tiene muchos incentivos para culpar a Israel, no a ellos mismos ni a sus cohabitantes de Hamás [en la Franja de Gaza]. Y mientras culpan a Israel, los funcionarios de la UNRWA también tienen muchos incentivos para presentar la peor imagen posible. Cuanto mayor sea la angustia percibida, mejores serán las perspectivas no sólo de ayuda inmediata, sino de recaudación de fondos en el futuro. A estas alturas, los intereses de la UNRWA en Gaza están tan entrelazados y, en muchos aspectos, tan alineados con los de Hamás, que a menudo resulta difícil distinguirlos”.

Fondos e ideología. O viceversa.

Complicidad y obstáculo para la paz

En el número de otoño de 2013 de la revista Fathom, la ex parlamentaria laborista israelí Einat Wilf decía que uno de los mayores obstáculos para la paz, y sin duda el menos reconocido, es la perpetuación del problema de los refugiados palestinos y la inflación de su tamaño por parte de la UNRWA. Después de todo, el tan cacareado escollo de los “asentamientos” ya ha demostrado no serlo: ni un judío quedó en Gaza luego de que en 2005 el gobierno israelí forzara su salida en el marco del Plan de Desconexión.

Wilf, en tanto, declaraba que, “mientras que el número real de árabes que todavía pueden reclamar ser refugiados como resultado de la guerra árabe-israelí de 1947-1949 hoy no alcanza más que a varias decenas de miles, el número de los registrados como refugiados está alcanzando los 5 millones, con millones más reclamando tener ese estatus”. Y es que, proseguía, la UNRWA ha colaborado con la negativa árabe a reasentar a los refugiados en las zonas donde residen, o a reubicarlos en terceros países. “Peor aún – advertía -, la UNRWA se ha asegurado de que el problema de los refugiados no haga más que crecer al registrar automáticamente a los descendientes de los refugiados originales de la guerra como refugiados a perpetuidad”. Pero su número no crece, por decirlo de alguna manera, en un vacío ideológico; antes bien, lo hace como intrínsecamente vinculado al falaz “derecho de retorno”. Es decir, la UNRWA promete, a un número creciente de palestinos, que habrán de “retornar” a una tierra en la que no nacieron y que es parte del estado soberano judío: en otras palabras, ganar la guerra mediante una transformación demográfica. En resumen, la guerra por otros medios.

No en vano, Sahar Sahar Habash, uno de los consejeros de Arafat, afirmó que “el ‘derecho de retorno’ es la carta ganadora, que significa liquidar a Israel”. Lo mismo que había dicho el ex presidente egipcio Gamal Abdel Nasser en los 1960: “Si los refugiados regresan a Israel, Israel deja de existir”.

En este sentido, y como señala Alex Safian, analista de CAMERA, el ex director de ayuda de Jordania de la ONU para los palestinos, Ralph Galloway, llegó a decir:

Los Estados árabes no quieren resolver el problema de los refugiados. Quieren mantenerlo como una herida abierta, como una afrenta a las Naciones Unidas y como un arma contra Israel. A los líderes árabes les da lo mismo si los refugiados viven o mueren”.

El medio ideal para tal fin fue, y es, la UNRWA, al servicio de una voluntad en contra de cualquier posible resolución del conflicto que no sea la eliminación de Israel.

Por eso mismo, como señalaba el texto de la revista Forbes, mientras que la ayuda habitual a los refugiados tiende a enfocarse en encontrar formas de reasentamiento de las personas desplazadas y a integrarlos nuevamente en una vida “normal” y productiva, la UNRWA provee una estructura fundamental para garantizar que la población de “refugiados” palestinos siga siendo una “fuente creciente de miseria y caos, tanto para sus vecinos como para los propios palestinos”. Un estado de penuria y desconcierto, por otra parte, proporciona el sustrato ideal para la incitación al odio y la violencia, para que las promesas de una utopía peregrina cuajen en un ejército de obediencias.

Y todo ello, bajo el paraguas de legitimidad – o lo que ahora quede de ello – de la Organización de las Naciones Unidas. Aunque, como subrayaba Wilf, citada por la periodista israelí Ronny Linder en una crónica del 12 de diciembre de 2023 publicada en el diario Ha’artez, “la UNRWA existe como una especie de brazo extraterritorial de la ONU: no es una organización de la ONU y no tiene presupuesto de la ONU, sino que recibe dinero de los países donantes. La Asamblea General de la ONU renueva su mandato cada tres años, pero las Naciones Unidas no se responsabilizan de su contenido. La UNRWA es hoy, de hecho, una organización palestina”. Al punto que casi todos los empleados – 99%, ni más ni menos – son palestinos…

Hasta la próxima

El diario español La Razón publicaba una crónica del 12 de diciembre de este año que la ayuda humanitaria destinada a Gaza permite, en el mejor de los casos, a Hamás, que controla dicho territorio, “evadir la responsabilidad de los asuntos civiles mientras persiguen su agenda de caos… La ayuda humanitaria se ha convertido en un salvavidas para estos grupos, permitiendo sus ataques mortales”.

Lo confesaba incluso Mousa Abu Marzouk, miembro del “brazo político” de Hamás el 27 de octubre: “Todo el mundo sabe que el 75% de los habitantes de la Franja de Gaza son refugiados, y es responsabilidad de las Naciones Unidas protegerlos”.

UNRWA es la navaja suiza del liderazgo palestino: se hace cargo de buena parte de las responsabilidades respecto de la población civil, permite una educación a pedir del objetivo genocida de la tan mentada “causa palestina” y sirve de altavoz de sus necesidades presentadas bajo la apariencia del humanitarismo.

Una agencia que, por lo demás, es, cuanto menos en lo que a fuerza laboral respecta, casi enteramente palestina; es decir, que se sirve a sí misma. Así, y como indicaba La Razón, incluso “altos cargos de Hamás han formado parte e incluso han dirigido asociaciones de personal de la UNRWA”.

To be continued…

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