Medios y organismos como sellos de certificación occidental para Hamás

Acaba de cometer una atrocidad – matanza, torturas, violaciones, secuestro, mutilaciones, quemando personas vivas…

Cuando llega la respuesta a ese crimen, impide que la población civil bajo su autoridad evacúe para evitar la contienda. La utiliza como escudos humanos. Encaja sus arsenales, búnkeres y lanzaderas entre esa población y su infraestructura.

Mientras su población padece, sus líderes, que residen en el extranjero, son multimillonarios.

Robó insumos médicos y combustible de una agencia de la ONU. A su vez, mientras hay escasez del segundo, almacena grandes cantidades que destina al lanzamiento indiscriminado de misiles hacia Israel.

La organización que así procede se llama Hamás. Es un grupo terrorista – dado que emplea dichos métodos. La propaganda contra Israel, contra su legitimidad, contra su respuesta, es un elemento central de su estrategia, y es de todos conocida.

Buena parte de la prensa occidental, la ONU y no pocas ONG, han decidido dar por válidas las cifras de bajas palestinas proporcionadas por ese grupo terrorista. Algo así como poner a Irán a presidir el Foro de Derechos Humanos de la ONU. Y es que estamos en el mundo del revés, en el cambalache, en el todo vale – o, más bien, todo tiene un precio, y hay odios permitidos.

De acuerdo con la Foundation for Defense of Democracies, el ministerio de Sanidad contralado por Hamás no diferencia entre bajas civiles y de combatientes. De hecho, es posible ver a miembros de Hamás en varios de sus propios videos vestidos de civiles.

Es decir, que esos medios y organizaciones validan lo que no han corroborado. Acaso porque sirven a las peregrinas acusaciones reiteradas que efectúan contra el estado judío. Vaya coincidencia de intereses con una organización terrorista…

En este sentido, el asesor principal de la mencionada fundación, Richard Goldberg, decía que “cualquiera que cite estadísticas de Hamás como hechos está amplificando a sabiendas la propaganda de Hamás destinada a presionar a Israel para que alcance un alto el fuego antes de que Hamás pueda ser destruida. Hamás miente -es simplemente lo que hace Hamás- y esas mentiras se harán más ruidosas y escandalosas a medida que se acerquen las últimas horas del grupo”.

Más allá de la voz de Hamás, poco más sale de la Franja – la agencia de la ONU para los “refugiados palestinos”, o, en un idioma realista, para la perpetuación del conflicto, la UNRWA, parece un mero altavoz de las necesidades y de la “narrativa” de ese grupo – no en vano, alguno de sus maestros y de sus empleados apoyaron la masacre de Hamás del 7 de octubre.

Vale la pena hacer un poco de memoria para ver el valor que tiene lo que este grupo diga con afán de colarlo en occidente.

Como ya señaláramos, David Litman, analista de CAMERA, informaba en un artículo del 23 de octubre de 2023 que tras la Operación Plomo Fundido en 2008-9, Hamás y las ONG palestinas, así como la ONG israelí B’Tselem (que a su vez se basa en gran medida en las cifras de Hamás), afirmaron que de los 1.100-1.400 palestinos muertos en esa contienda, sólo 250-330 eran terroristas. “Los medios de comunicación y las Naciones Unidas hicieron suyas estas cifras. No fue sino hasta un año después cuando Hamas admitió que aproximadamente 700 de sus miembros habían muerto, una cifra similar a la que habían dado Israel e investigadores israelíes independientes después del conflicto”. No fue un arrebato de bondad del grupo terrorista, sino, como mencionaba en 2014 el también analista de CAMERA Steve Stotsky, en la revista Times, “al principio, de cara a la audiencia internacional, era importante para Hamás reforzar la imagen de la acción militar israelí como indiscriminada y desproporcionada haciendo hincapié en el elevado número de civiles y el escaso número de combatientes de Hamás entre las víctimas mortales. Sin embargo, más tarde, Hamás tuvo que enfrentarse a la otra cara de la cuestión: que… la población de Gaza se sentía abandonada por el gobierno de Hamás, que no había hecho ningún esfuerzo por darles cobijo”.

Litman añadía que incluso cuando la ONU no se apoya en los números de Hamás, “las cifras de la ONU han demostrado ser dramáticamente inexactas. Por ejemplo, una comisión de la ONU afirmó que dos tercios de los palestinos muertos en la Operación Margen Protector eran civiles, a pesar de que un examen en profundidad de los nombres realizado por investigadores israelíes independientes demostró que la mitad de las víctimas mortales eran miembros de organizaciones terroristas. Incluso en lo que respecta a incidentes concretos, las cifras de la ONU resultan dudosas”.

El 24 de octubre de 2023, daba cuenta MEMRI, Ghazi Hamad, del “brazo politico” de Hmás, dijo en un canal de televisión del Líbano:

“Israel es un país que no tiene cabida en nuestra tierra. Debemos eliminar ese país, porque constituye una catástrofe de seguridad, militar y política para la nación árabe e islámica, y hay que acabar con él. No nos avergüenza decir esto, con toda contundencia”.

“Debemos darle una lección a Israel, y lo haremos una y otra vez. El ‘Diluvio de Al-Aqsa’ [la masacre perpetrada por Hamás el 7 de octubre de 2023] es sólo la primera vez, y habrá una segunda, una tercera, una cuarta, porque tenemos la determinación, la resolución y las capacidades para luchar. ¿Tendremos que pagar un precio? Sí, y estamos dispuestos a pagarlo. Se nos llama una nación de mártires, y estamos orgullosos de sacrificar mártires”.

“Somos”, claro, quiere, los “ciudadanos de Gaza” que sacrifican sin consultarlos.

Mousa Abu Marzouk, también miembro del “brazo político” de Hamás dio, tres días más tarde, y en Rusia Today, una idea cabal de lo que le importan los gazatíes al grupo terrorista al contestarle al entrevistador, por qué tienen unos 500 km de túneles y por qué no han construido túneles para los civiles:

“Hemos construido los túneles porque no tenemos otra forma de protegernos de ser atacados y abatidos. Estos túneles sirven para protegernos de los aviones. Luchamos desde el interior de los túneles”.

“Todo el mundo sabe que el 75% de los habitantes de la Franja de Gaza son refugiados, y es responsabilidad de las Naciones Unidas protegerlos. Según la Convención de Ginebra, es responsabilidad de la ocupación proporcionarles todos los servicios mientras estén bajo ocupación”.

No se refiere a Gaza, cuando habla de “ocupación”, puesto que en 2012, “el cofundador de Hamás, Mahmoud Zahar, confirmó que no existe ocupación israelí de Gaza, según un informe publicado por [la agencia palestina] Ma’an. Zahar ponía en duda que Hamás organizara marchas antiisraelíes en Gaza junto con protestas similares que la Autoridad Palestina, controlada por Fatah, organizara en Cisjordania”. Y entonces dijo:

“¿Contra quién podríamos manifestarnos en la Franja de Gaza? Cuando Gaza estaba ocupada, ese modelo era aplicable”.

Habla, pues, de Israel. Pero, la pregunta que le formulaban no iba por el territorio israelí ni por Cisjordania, sino por Gaza, que no está ocupada.

Ni pies ni cabeza. Pero no importa, porque estas declaraciones ni siquiera aparecerán en la prensa occidental.

El prejuicio debe aferrarse a lo irracional, a la hipérbole de la necedad y a la desmemoria. Por ello, los medios parecen empezar cada contienda desde cero – bueno, no enteramente, como ahora se verá -, sin saber qué es Hamás, qué persigue; sin saber ni cómo hace bien su trabajo (ni corroboración, ni fuentes alternativas, ni otras voces), sino más bien actuar como meros retransmisores de lo que se dice desde Gaza. Eso sí, hay una memoria, que en realidad es más bien un atavismo que hace que no se parta desde la nada cuando de Israel se trata: es la figura fabricada por el antisemitismo del judío: el mal. De ahí que como un reflejo, se describan sus acciones, antes de toda prueba (necesariamente), como “genocidio”, “crímenes de guerra”, “castigo colectivo”, “limpieza étnica”, como los ingredientes modernizadores del libelo de sangre.

Claman – medios, organismos internacionales, ONG. Sin más sostén que el aparato fonador o los caracteres de un ordenador. Una y otra vez, masajeando a la audiencia con los conceptos, acostumbrando sus músculos de acatar (aunque los llamen de opinar). Este, dicen – con el histrionismo del engatusador que enseguida pedirá, a voluntad, una ayudita – es el conflicto que altera la paz mundial. El conflicto entre los conflictos. Y su responsable – el estado judío, quién más -, pues, el pérfido de la historia.

Así, estos términos, y los de “derechos humanos”, “ayuda humanitaria”, “derecho internacional”, son vaciados de contenido, arrastrados por el suelo de la conveniencia ideológica y mercantilista. Menudos “defensores” tiene el bienestar mundial.

Arriba es abajo. Y es a veces arriba. Y otras es arribabajo. Y otras para un costado o el otro o ambos a la vez. Hasta que, lógicamente, ya no es: porque si significa toda posición, no especifica ninguna; ergo, no tiene sentido. Es decir, si Israel comete un peregrino “genocidio” constante desde 1948 sobre una población que contrariamente a lo esperado no hace sino crecer progresivamente – y aumentar su esperanza de vida -, el genocidio en Ruanda queda en nada, a pesar de que en poco más de tres meses de 1994 una décima parte de la población fue asesinada, alrededor del 70 por ciento de la población tutsi.

Organismos, medios de comunicación, ONG, entre otros, han roto los fieles de la balanza ética. Nada tiene ya ningún valor, salvo que precise el momento, la “causa”, la ideología. Lo mismo un grupo terrorista que un país democrático. Los informadores convertidos en meros arreadores de emociones. Los organismos, en cínicos consensos, mímicas de la diplomacia, farsas del humanitarismo llevadas a cabo con abultados presupuestos.

En fiel de la balanza, los palestinos. Bueno, no exactamente. Los palestinos que viven en el Líbano y los sirios, no. Gaza – que, aunque no está ocupada, cuenta con grupos terroristas palestinos que atacan periódicamente a Israel, con la consecuencia lógica de acciones defensivas – y Cisjordania donde la Autoridad Palestina administra parte del territorio, o hace que lo administra. Quién sabe. Qué más da. Nadie rinde cuentas de las ingentes cantidades de dinero en forma de ayudas que llegan y se pierden en el bolsillo amplio de la corrupción y la negligencia.

Comentaba el periodista Philippe Val (quien fuera director de Charlie Hebdo entre 2004 y 2009) en Europe 1, que una encuestaba que encontró que el 65 por cierto de los franceses simpatiza con Israel, y que sólo el 8 por ciento considera los crímenes de Hamás como actos de resistencia. Y explicaba que el problema es que la ONU y la mayor parte de los medios de comunicación se conducen como si tuvieran que convencer a esa mayoría para que pase a engorsar ese “8 por cierto que sostiene que los herederos del nazismo son resistentes”. Y lo hace ejerciendo un aberrante chantaje moral.

Es resumen, han roto los fieles de la balanza ética para que así pueda imponerse la opinión, la ideología, la conveniencia, la voracidad, el fanatismo de la minoría. Amplificar, distorsionar y silenciar (desoír la realidad, anularla con ruido o con censura). No es muy complicado.

Mientras tanto, para el resto, la indiferencia.

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