España: en El Mundo, el escritor Antonio Gala da rienda suelta a su obsesión antisemita

En su sección diaria LA TRONERA, del diario español El Mundo, el famoso poeta, escritor y dramaturgo Antonio Gala aprovechó la ocasión brindada por el terrible terremoto en Japón para volver a atacar a Israel.

El breve artículo de Antonio Gala, publicado el miércoles 16 de marzo de 2011 dice así:

“A VECES -cada vez más- pienso que la pulga humana, habitante de otra pulga mayor del universo, debería tomar consciencia de sí misma y desaparecer. Listilla y engreída, ambiciosa y doméstica, avarienta y despreciable, cree en su aventura, investiga, trabaja, sufre y muere. Lecciones como la del seísmo y el tsunami del Japón deberían enseñarle otros tipos de comportamiento: la unión ante la impotencia, la largueza, el espejo de la nada… Pero no escarmienta. Ni se solidariza. Ahí está Israel, el país más racista, volviendo sobre Gaza después del susto; la Liga árabe y todas las otras, soportando la idiota y asesina soberbia de Gadafi; la pobre y despistada Europa revisando una vez más, en vista del fracaso, las claves políticas, culturales, sociales y económicas; China, trabajando a ojos ciegos por otra Gran Muralla igual de inútil; USA, imprevisora y asustadiza, ensimismada sobre todo… de España, no hablamos: sólo pensar en elecciones da vergüenza: ¿hacia dónde mirar?, ¿por qué no sortearlas? Y las religiones continúan hablando de dioses creadores… ¿de qué esperanza?”

El artículo es una lista de países y entidades que el escritor despecia, y no destacaría especialmente Israel si no fuera porque es el primero de su lista y porque los artículos de Antonio Gala se han caracterizado, entre otras cosas, por un virulento antisemitismo practicamente biologicista.

La utilización de la imagen del parásito y del insecto para referirse a los judíos está ligada al ideario nazi. Tal y como escribe el Profesor Edward Kissi en las páginas de la ONU: el Holocausto y el Programa de Divulgación de Naciones Unidas: “Para los nazis, los judíos eran “bichos” que debían exterminarse de las sociedades industriales de Europa y el resto del mundo.”

Estos dos mismos conceptos son utilizados en este artículo de Antonio Gala quien habla de “pulga humana” que debería “desaparecer”.

Por otra parte, con la lógica del “era de noche y sin embargo llovía”, el tsunami de Japón inspira al autor para asegurar que Israel “ni escarmienta ni, se solidariza” y “vuelve sobre Gaza después del susto”.

Antonio Gala parece olvidar que una familia israelí fue salvajemente apuñalada mientras dormía, por unos terroristas palestinos que consiguieron entrar en su casa. El asesinato a sangre fría de un bebé de dos meses y otros dos niños, aparte de sus padres, no conmueve al escritor, tampoco su posterior festejo en las calles de Gaza le parecen dignos de figurar entre sus “malditos”, pero sí lo conmueven los subsiguientes arrestos realizados en la zona, por parte de Israel para detener a los culpables, hasta el punto de situarlo el primero en su lista de “pulgas que deben desparecer”.

Por otra parte, Antonio Gala acusa a Israel de ser el país “más racista”. Israel es un país donde aproximadamente el 24% de los ciudadanos pertenecen a minorías nacionales y gozan de plenos derechos. Hoy en día Israel ampara a refugiados africanos que escapan de Darfur. Cabe preguntarse en base a qué otros países hace entonces esa afirmación. ¿Compara tal vez con España donde recientes estudios señalan que el 37% de los encuestados rechazan a los inmigrantes?

Recientemente, ReVista denunció un blog alojado en los dominios de El Mundo, donde el colaborador Quico Alsedo publicó un compendio de argumentos judeófobos.

Un medio como El Mundo, uno de los más leídos en España, no puede permitir que entre sus páginas se cuelen sistemáticamente mensajes antisemitas y de difamación al Estado de Israel. Debe tomar medidas respecto a los mensajes de odio que en él se amparan. Es una cuestión no sólo de imagen y prestigio, sino de justicia y de respeto a la verdad, los que constituyen la base de la ética periodística. Sin esos fundamentos, el periodismo profesional pierde toda su razón de existir.

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