Menos no es más: el silencio de los medios en español equivale ya a una censura

Quizás queriendo seguir aquel aforismo, mantra o boutade del minimalismo que dice que “menos es más”, los medios en español han decidido mayoritariamente abordar el conflicto árabe-israelí, así como todo aquello relacionado con el estado judío, ciñéndose a ese dictum. Mas, lo que, gustos aparte, puede ser resultón en la arquitectura y el arte, dista mucho de ser aconsejable para el periodismo – como, por otra parte, para tantísimas otras disciplinas.

La austeridad en periodismo es, como mínimo, negligencia y omisión. Y, cuando esta “austeridad” se transforma en un sistemático silenciamiento de acciones, fines, palabras, etc., negativas de una de las partes, está muy cerca de la censura, de la operación mediática que pretende limpiar una imagen o mantener un estatus construido.

Menos, en información, es siempre menos. O no. Hay una instancia, aunque sea, que desmiente esta aseveración: menos información sobre el conflicto, es decir, sobre su verdadera naturaleza (i.e., el fin que persiguen los líderes palestinos, y que es transmitido a su población) – sumado a la hiperbólica y negativa presentación y caracterización que se hace de Israel – contribuye, sin duda, al aumento de la aversión hacia los judíos. Menos información – y desinformación, falsificación y exageración sistemáticas – son un abono idóneo para el antisemitismo; acaso, el más acabado.

La pasada semana apuntábamos dos hechos harto relevantes en el marco del conflicto árabe-israelí que la amplia mayoría de medios en español decidió silenciar:

-la red de empresas que el grupo terrorista palestino posee en el exterior y que sirve para financiar sus operaciones

-que Hamás impidió que un equipo de expertos de la ONU trabajara en las inmediaciones del hueco de un túnel [esos túneles bajo infraestructura civil de los que,vaya sorpresa, Human Rights Watchdijo no haberencontrado evidencia] que se descubrió hace más de dos meses bajo una escuela de la UNRWA en el barrio de Zeitun, en Gaza, y expulsó al equipo del lugar.

El fin de semana un grupo de palestinos ofreció otro hecho más para evidenciar, por un lado, la esencia del conflicto y, por otro, la índole del silencio mediático, que, queda más que claro, parece pretender imponerles a sus lectores un enfrentamiento propio de los cuentos infantiles (de unos muy particulares), donde el estado judío es diabólico y los palestinos inocentes víctimas de este mal casi absoluto.

Entre aquelarre nazi – ideología tan cara al Muftí de Jerusalén durante la Segunda Guerra Mundial – y escenificación del Ku Klux Klan, un grupo de palestinos, antorchas en mano, quemaba una estrella de David con una esvástica en su centro. Antisemitismo sin disimulo. Un caso que no es, ni mucho menos, aislado.
En definitiva, una cobertura de esta guisa no trata en absoluto de información, sino, más bien, de la repetición (que da una impresión de familiaridad y, consecuentemente, de plausibilidad o verdad) de una idea, una representación muy particular del conflicto y, en particular, de una de las partes (Israel, claro) – no aplicable a ningún otro conflicto ni a ningún otro estado -, lo que resulta en la predisposición particular del lector ante los sucesos relacionados con los mismos.

Con lo que, es posible hipotetizar que aún hay otra instancia donde menos resulta más. Menos información – y repetición de una serie lugares comunes, eslóganes y estereotipos – es más (y mejor) priming.

Como sea, está claro que menos información no puede resultar jamás en un público más informado. Es más, menos información es, sin duda, mucho menos entendimiento.

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