La Vanguardia, más cerca del dogma que de la información

Si a la vocación activista se le suma el desconocimiento, el resultado nunca puede ser bueno. Si esa mezcla ocurre en una charla de café, sus consecuencias son extremadamente limitadas: suelen desvanecerse entre la mesa y la puerta, al salir. Pero si se da en un periodista, y además, el medio para el que trabaja no chequea el texto antes de publicarlo, el desenlace se más grave: la audiencia recibe las valoraciones sin conocimientos del redactor; una mezcla de desinformación y propaganda.

Esto sucedía con el artículo del 19 de noviembre de 2020 de La Vanguardia, titulado “Pompeo pisotea Cisjordania y el Golán”.

Por si no quedaba claro quién pisoteaba, o en calidad de qué incurría en el pisoteo, se le informaba al lector en el primer párrafo que era “el secretario de Estado de EE.UU., en su papel de jinete del apocalipsis de Palestina”.

Claro está que, como en toda pieza de índole ideológica que se digne, no podía faltar la alusión al “derecho internacional”, mentado siempre como concepto, como abstracción que simboliza un “consenso internacional” sobre lo justo, que Israel se “empecina” en “violar”.

El redactor recurría entonces a una imagen manida: la de los niños frente a Israel o, en este caso, ante el “jinete del apocalipsis”, ni más ni menos – los desvalidos ante el poder.

“Mientras los niños palestinos soltaban globos con su bandera al pie del cerro ocupado por Psagot, el exdirector de la CIA regaba su almuerzo en el asentamiento, junto a su esposa, con una botella de Pompeo, el vino etiquetado con su apellido”.

Lo llamativo es que la presencia de los niños allí no le llamara la atención. Es decir, que no se preguntara qué hacían allí unos niños, manifestándose políticamente; queno se preguntara quién llevó a los niños allí – que como tantas otras veces han sido expuestos a situaciones mucho más peligrosas.
Los niños son uno de los objetivos prioritarios de la incitación al odio y la violencia por parte de los líderes palestinos. Incluso, y de acuerdo a como daba a conocer en noviembre de 2017 la organización Palestinian Media Watch, el director del Accountability Program la ONG Defence for Children International – Palestine (DCI-P) llegó a decir en una entrevista en la televisión oficial de la Autoridad Palestina que, de hecho, los menores palestinos cometen atentados terroristas, y que lo hacen no necesariamente porque quieran atacar a israelíes, sino para aumentar o mantener su estatus en la sociedad palestina.

El texto continuaba diciendo que:

“El jefe de la diplomacia estadounidense ha regalado aún más los oídos de Netanyahu al catalogar como “antisemita” al movimiento BDS, de Boicot, Desinversión y Sanciones, que inspirado por la movilización internacional contra el apartheid en Sudáfrica, llama a hacer lo propio contra la deriva del gobierno de Israel”.

¿Qué deriva?

En Israel no existe apartheid.
Por lo demás, el BDS es una herramienta más para demonizar y deslegitimar a Israel ante la opinión pública internacional. Los fundadores y líderes del BDS no esconden su objetivo último: el fin del estado judío.

Omar Barghouti, co-fundador la Campaña Palestina para el Boicot Académico y Cultural de Israel (PACBI, por sus siglas en ingles), que reside en Israel (donde obtuvo un título en Filosofía por la Universidad de Tel Aviv, mientras llamaba al boicot académico contra Israel), dijo, en un video publicado por Electronic Intifada, una web anti-israelí):

Definitivamente nos oponemos a un estado judío. Ningún palestino racional… aceptará jamás un estado judío en cualquier parte de Palestina”.

El BDSexige el “retorno” de los “refugiados palestinos” al actual Israel. ¿Por qué?

Según declaraba Barghouti en 2010, dicho “retorno” supondría que “no tendrías una solución de dos Estados, tendrías una Palestina junto a una Palestina…”. Con otras palabras, la desaparición de Israel.

Por lo demás, en el primer punto de su manifiesto, el BDS llama a “la finalización de su ocupación y colonización de todas las tierras árabes”.

“Todas las tierras árabes…” ¿Y cuáles serán esas tierras?

La carta de la OLP (de la cual Fatah es miembro mayoritario) lo dice claro en sus primer y segundo artículos:

“Palestina es la patria del pueblo árabe palestino; es una parte indivisible de la patria árabe, y el pueblo palestino es una parte integral de la nación árabe.

Palestina, con las fronteras que tenía durante el mandato británico, es una unidad territorial indivisible”.

Y la constitución de Fatah aporta su parte de claridad:

– artículo 12: “completa liberación de Palestina, y a la erradicación de la existencia económica, política, militar y cultural sionista

– artículo 8: la “existencia israelí en Palestina es una invasión sionista”.

Pero ¿qué tendrá que ver el BDS con lo que diga Fatah?

Un mes después de ser nombrado adjunto del presidente de la Autoridad Palestina y líder Fatah, Abbas, en 2017, en una grabación secreta obtenida por The Washington Free Beacon, Mahmoud al-Aloul declaba:

Tenemos relaciones con el BDS, nuestra gente trabaja ahí, tenemos delegados ahí. Cooperamos en todos los niveles con el BDS, y no sólo con el BDS, sino que estamos con todo grupo cuyo fin sea el boicot de Israel. Estamos con todo grupo que trabaja para asediar y aislar a Israel del mundo”.

El texto de La Vanguardia terminaba con los torpes símiles religiosos con que había comenzado:

“No está claro que el Juicio Final esté hoy más cerca que ayer, como querría la derecha evangélica y fervientemente sionista devota de Trump, el derrotado. Pero las siete trompetas de Pompeo proclaman que un mundo se acaba. En enero empieza otro, menos desequilibrado”.

Si uno quisiera ser muy generoso, podría decir que se trataba de un texto de opinión, o de bastas valoraciones. Pero entonces no estaría uno siendo generoso, sino ingenuo (siendo generoso); sencillamente porque el artículo no estaba en la sección de opinión. Es decir, el medio le “colaba” a la audiencia una, como se dice en Argentina, “bajada de línea”: una línea de opinión incontestable o, más bien, de creencia.

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