La “frustración”, esa manera manida de discupar al agresor y al liderazgo palestino

Resulta llamativo que los medios en español, siempre tan pendientes del conflicto palestino-israelí, en plena ola de violencia palestina hayan pasado por alto lo que tenía que decirle a su pueblo el presidente de la Autoridad Palestina, a través de la televisión oficial, ayer por la noche.

Acaso el silencio sea parte de la sistemática omisión de la, también sistemática, incitación al odio y la violencia por parte de los líderes palestinos (políticos y religiosos) y los medios de comunicación.

Un silencio que posibilita identificar a la “frustración” como motor de la violencia entre los jóvenes palestinos.

Pero, ¿qué ha creado esa frustración? ¿No son acaso las promesas – irrealizables – del liderazgo palestino de obtener, de una u otra manera, todo: a través del falso “derecho de retorno” o de la “resistencia” (agresión lisa y llana)?

Volviendo al mensaje de Abbas a su pueblo, el Jerusalem Post indicaba (15/10/2015) que en árabe, Abbas dijo que Israel había “ejecutado en sangre fría” al niño Ahmed Manasrah – que apuñaló a un niño israelí y a un joven -, así “como a otros niños”.

Pero Ahmed Manasrah está vivo, en un hospital israelí.
Curiosamente, la OLP publicó una versión en inglés que difería del discurso de Abbas: ya no se hablaba de “ejecutar”, sino de “disparar”. Una versión para consumo externo, otra para adoctrinamiento interno.

Precisamente la mentira, el libelo, es una de las formas de incitación: como indicaba Palestinian Media Watch, mantiene a la población en estado de enfurecimiento, deseando realizar disturbios y continuar los ataques terroristas contra los israelíes.

La mentira dice que el agresor es una “víctima inocente” de Israel.

El libelo, de larga data, dice que Israel quiere destrozar la mezquita de Al Aqsa, ubicada en el Monte del Templo, el lugar más sagrado del judaísmo.

La mentira grita “genocidio”, “limpieza étnica” (y los medios lo repiten sin señalar la realidad), pero el crecimiento demográfico árabe israelí y árabe palestino lo desmienten rotundamente.

Y el mensaje dice: “Todo nos pertenece”. “Esperanza” hiperbólica – e irrealizable – que obliga a los propios líderes a decir no, vez tras vez, a la paz negociada: quien es “titular” de todo, no puede conceder absolutamente nada; y lo que se consiga, será poco. Lo extraño es que los medios se encierren en esta paradoja de la misma manera que los líderes palestinos.

La frustración, pues, está asegurada. Allanado el camino para el trabajo de la incitación. Del odio. Del método de culpar al otro para ocultar los fallos y mezquindades propias.

Allí apunta el dedo de la acusación palestina; hacia allí se dirige la mirada mediática. El “frustrado” es víctima, en definitiva, de un “frustrador”: Israel, ese “obstáculo” entre la felicidad absoluta y los palestinos. Las víctimas del terrorismo, son así borradas por una supuesta “culpabilidad” primigenia, imborrable.
¿Cuál habrá sido la fuente de “frustración” que en los 1920 arrastró a los árabes a la violencia anti-judía?

Clérigo de mezquita de Rafah, Franja de Gaza, 09/10/2015 (Fuente: MEMRI)

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