Eurovisión: donde el sesgo periodístico da el cante (otra vez)

“Temprano en la vida me había dado cuenta de que no hay ningún acontecimiento del que se informe correctamente en un periódico, pero en España, por primera vez, vi informes de prensa que no guardaban ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que está implícita en una mentira ordinaria. … Vi, de hecho, cómo se escribía la historia no en términos de lo que había sucedido, sino de lo que debería haber sucedido según distintas ‘líneas del partido’”, George Orwell (sobre la cobertura de la guerra civil española; 1942)

Informar, cuando de Israel se trata, se ha transformado mayormente en el vulgar arte de hacer pasar como real lo que no es; y en falsedad, “operación de blanqueo”, lo que es. El Festival de la Canción Eurovisión fue una excusa para desplegar dicho “arte”.

Porque bien podría haberse creído que Eurovisión, en Israel, era una ocasión propicia para abordar al país a través del prisma de… ¿Su vida cultural? ¿De su sociedad? Pero, no. Lo fue para hacerlo, una vez más, a través del activismo antisraelí. Al parecer, hay que alimentar sin cesar el imaginario (los hechos son sólo eso en que basar someramente el “relato”) del público con horrorosas representaciones de dicho estado.

Lo ínfimo, lo anecdótico, se convertía en gigante pancarta contra Israel. La realidad social y cultural de ese país – abierta, moderna, diversa -, era retratada como mera fachada, como operación nacional de propaganda: una inmensa puesta en escena donde los israelíes fingían tolerancia, felicidad; vamos, una vida normal.
Así lo resumía la directora de ReVista en su cuenta de Twitter:

A Israel, dice la mayoría de los medios en español a través de sus coberturas , lo define el conflicto. E Israel, a su vez, define – o es encarnación, paradigma perfecto – la “opresión”, la esencia del conflicto como absoluto. No hay, pues, nada más que dicho estado pueda ofrecer que conflicto.

Así pues, era fácil encontrar una “cobertura” (en realidad, más que nada artículos de opinión, cuando no de propaganda, maquillados como información) casi afanosa sobre el conflicto, o, más bien, de las acusaciones de “blanqueamiento” (y perfidia) elevadas contra dicho país (por presentarse democrático, moderno, abierto; vamos, como lo que es) y, principalmente, los llamados del movimiento de BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) contra el Estado judío a boicotear dicho evento musical.
Incluso, este tabloide llegaba a transformarse en un partidario altavoz del movimiento antisemita:

Y, curiosamente, tanto acusar o erigirse en altavoces de esa acusación, terminaron por hacer aquello de lo que acusaban a Israel: “blanquear”, “ocultar la realidad”: sobre Hamás, Yihad Islámica Palestina, la corrupción de la Autoridad Palestina, la escasa libertad individual en dichas sociedades, la responsabilidad de sus líderes en el conflicto y en la situación socioeconómica de sus ciudadanos.

Y es que, para presentar a un Israel absolutamente perverso, precisan unas “víctimas” absolutamente impolutas, infantilizadas.

Pero, más allá de esto, resultaba llamativo que, entre tanta atención puesta sobre el mencionado movimiento, a los medios en español se les pasara una noticia sumamente relevante: el Parlamento alemán aprobó una moción que designa al BDS como un movimiento antisemita.

Y es que es algo que resultaba evidente – menos, claro está, para quienes deseaban, y desean, cerrar los ojos ante la posibilidad de ofrecer un retrato negativo y falaz de Israel.

George Orwell decía en la novela 1984 que quien controla el pasado, controla el futuro, y se preguntaba si, también, quien controla el presente, controla el pasado. Y en eso están muchos de los medios en español: controlar, manipular el presente para dibujar el pasado – sin responsabilidad árabe o árabe-palestina; e Israel, así, un “emprendimiento colonialista” –, de manera que controlar, manipular el presente se vuelve una empresa aún más sencilla. Como Ministerio de la Verdad de la novela, que tenía como objetivo reescribir la historia y cambiar los hechos de manera que encajaran en la doctrina del Partido gobernante, así, pues, reescriben la realidad, para encaje en la doctrina de obsesivo desprecio hacia Estado judío.

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