El siempre silenciado componente religioso de la “causa palestina”

Si no se tratara de un conflicto, resultaría cómico – pero de esa comicidad absurda y casi chabacana por su falta de creatividad, por su repetitividad – cómo los líderes palestinos se empeñan en negar las afirmaciones que hacen los periodistas acerca de sus motivaciones, de sus opiniones, de sus fines; vamos, sobre su visión real del conflicto palestino-israelí.

Con motivo de la decisión del Presidente de Estados Unidos de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, un comentario recurrente era aquel que, más que informativo se dedicaba al análisis predictivo, advirtiendo del peligro de que el conflicto se transformara en uno de carácter religioso. Como si éste, para los árabes palestinos, no hubiese sido tal desde los mismísimos inicios. Como si sus líderes no se lo recordaran a los ciudadanos casi a diario.

El Dr. en Ciencias Políticas Avi Beker, reproducía en un artículo, una cita del libro 1948: A History of the First Arab-Israeli War, de Benny Morris:

Los historiadores han tendido a ignorar o descartar… la retórica yihadista y los rasgos que acompañaron el asalto en dos etapas contra el Yishuv [la comunidad judía], así como las constantes referencias en el discurso árabe imperante sobre la batalla islámica contra los cruzados por Tierra Santa. Esto es un error. La guerra de 1948, desde la perspectiva de los árabes, fue una guerra de religión tanto como, sino más, una guerra nacionalista sobre el territorio. Dicho de otra manera, el territorio era sagrado: su violación por los infieles era motivo suficiente para lanzar una guerra santa y su conquista o reconquista, una necesidad ordenada por Dios.”
Vale la pena aclarar que en cada ocasión en que se desliza la cuestión de la tensión religiosa, invariablemente el actor fundamental – como provocador – es un “judío extremista”, o un grupo de ellos.

Por ejemplo, en el diario español El Confidencial se citaba a dirigentes de Ramallah diciendo que:

“No ocultan su inquietud tampoco ante la posibilidad de que el conflicto por la tierra y contra la ocupación israelí se transforme en un conflicto religioso en el que extremistas y fanáticos estén dispuestos a todo para proteger Jerusalén. ‘Será una violencia que no podremos controlar, al igual que ciudades europeas no pueden evitar atentados en su territorio’, comparó [Nabil] Shaath [consejero del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas]”. (El resaltado es del medio)

RTVE también se hacía eco de esta misma declaración. En tanto que el diario El País (13 de diciembre de 2017) citaba a Mahmoud Abbas diciendo que:

“No hay duda de que estas medidas unilaterales (de EE.UU.) espolearán a los grupos extremistas a transformar un conflicto político en uno religioso, algo contra lo que siempre hemos advertido”.

Las citas se daban por válidas. Sin recurrir a corroboración alguna.

Más, poco tiempo hizo falta, desde la publicación del artículo de El Confidencial recién mencionado (7 de diciembre de 2017), para que se pronunciara Mahmoud Al-Habbash el consejero de Asuntos Religiosos del propio Abbas, y dejara las cosas bien claras:

“Esta decisión [de Donald Trump] es una agresión contra el islam, una agresión contra el cristianismo, una agresión contra el Corán, una agresión contra el Nuevo Testamento, una agresión contra los musulmanes, una agresión contra los cristianos, una agresión contra la mezquita de al-Aqsa, una agresión contra el Santo Sepulcro y una agresión contra la Humanidad. Y la Humanidad, no creo que vaya a permitir [esto] o que vaya a permanecer en silencio sobre esta agresión. La Humanidad no callará. Estoy seguro de ello, y estoy seguro que la nación no callará. Los musulmanes actuarán”.

Las referencias al cristianismo son un evidente giro propagandístico, una máscara que ya no cubre el rostro verdadero de las palabras. Quienes han de “actuar” son los musulmanes.

Y digamos que, si hay Nuevo Testamento, habrá uno Viejo, es decir, un Tanaj… Pero la burda idea es borrar a los judíos de la Historia – de hecho, para al-Habbash, Jerusalén es musulmana desde hace 5000 años; desde antes del nacimiento del islam (alrededor del año 620 de la Era Común) …

Pero lo importante es el llamado que hace a los musulmanes. Porque no es nuevo ni mucho menos. Este consejero viene realizándolo desde hace tiempo. Ya en 2015 pronunció el siguiente mensaje que fue emitido por la televisión oficial de la Autoridad Palestina:

El conflicto aquí en Palestina es entre nosotros y la ocupación criminal y sus líderes criminales, es una manifestación más de nuestras pruebas, una manifestación más del histórico conflicto entre verdad y falsedad, entre bien y mal. A lo largo de la Historia, ha habido conflicto entre verdad y falsedad. El bien está representado por los profetas y sus seguidores [los musulmanes]. No estamos inventando nada nuevo aquí. Este es un conflicto entre dos entidades, bien y mal; entre dos proyectos: el proyecto de Alá versus el proyecto de Satán; un proyecto conectado con Alá, que es su voluntad – verdadero y bueno –, y un proyecto conectado a la opresión y al satanismo, al satanismo y animosidad, ocupación y barbarismo”.

Y es que, quien ve, o quiere ver, en Fatah – liderada por Mahmoud Abbas – a la “facción” palestina “moderada”, está muy equivocado, o es extremadamente voluntarioso. En todo caso, dicha organización, ha sabido elaborar un discurso que puede ser digerido más fácilmente por ciertos auditorios occidentales poco dados a la verificación y al seguimiento de los dichos de esos mismos líderes en árabe, ante los suyos.

Así, el Dr. Ido Zelkovitz, profesor en el Departamento de Historia de Medio Oriente de la Universidad de Haifa, sostenía en 2008 que la brecha entre Fatah y Hamas, en términos del papel del Islam, se había reducido:

“Si bien Fatah es más probable que vea al islam como un componente de la identidad nacional, en tanto que Hamas predica la primacía de la identidad islámica, ambos están de acuerdo en que la sociedad palestina debe ser islamista”.

Y advertía que esta nueva religiosidad de Fatah no puede ser fácilmente revertida, al tiempo que decía que, “es irónico que mientras muchos diplomáticos se vuelven hacia Fatah como una alternativa al islamismo de Fatah; el verdadero Fatah está mucho más cerca de Hamas, en tanto que el Fatah secular parece ser una reliquia del pasado”.

Después de todo, el Middle East Media Research Institute daba cuenta el 20 de marzo de 2013 de una entrevista a Mahmoud Abbas, transmitida por una canal de televisión ruso, en la que el presidente de la Autoridad Palestina reveló lo siguiente:

En lo que a mí respecta, no hay diferencia entre nuestras políticas y las de Hamás”.

Poco sorprende, pues, que en junio de 2016, tal como indicaba Palestinian Media Watch, en el programa “Palestina en el Corán”, emitido diariamente durante el Ramadán por la televisión oficial de dicha Autoridad, el director de la Academia de Patrimonio y Antigüedades del Waqf de Al-Aqsa, Najeh Bakirat proclamó:

Cada grano de suelo en Palestina es nuestro. El estatus de Hebrón es parte del estatus de Palestina, como una parte integral de la tierra Palestina, como el estatus de Nazaret a nuestros ojos, y Haifa y Jafa y Acre [todas ellas, ciudades en Israel]. Cada grano de suelo en Palestina es parte de la bendecida Palestina, y sagrada Palestina que es un waqf [i.e., un legado o dote religiosa inalienable en la ley islámica]. Por lo tanto, está prohibido renunciar a un solo grano de su suelo”.

O que Muhammad Hussein, Gran Muftí de Jerusalén y de los territorios palestinos de la Autoridad Palestina dijera, en marzo de 2015:

“La tierra de Palestina es un waqf. No se debe renunciar a ella ni debe venderse ninguna parte de ella… Es el deber de los líderes de la nación [islámica] y de sus pueblos liberar Palestina y Jerusalén, para evitar su judaización”.

Y en una lección pronunciada en la mezquita de Al-Aqsa (y subida a internet el 27 de octubre de 2015), el clérigo palestino jeque Khaled Al-Maghrabi dijo, según informó el Middle East Media Research Institute:

“En un abrir y cerrar de ojos y con una sola palabra, Alá es capaz de aniquilar a los judíos en todo el mundo, hasta el último. Pero, ¿Qué quiere Alá? Quiere que actuemos para llevar a cabo su orden. Nos preguntamos: ¿Qué debemos hacer para implementar la orden de Alá? Lo más importante que podemos hacer para implementar la orden de Alá… Y esto es algo que existe en la mezquita Al-Aqsa… Decimos que la ribat [conflicto / guerra religiosa sobre tierra que se reclama como islámica] en la mezquita Al-Aqsa es la misión más importante que puede ser llevada cabo por una persona elegida por Alá para ser parte del pueblo de Al-Aqsa”.

Y no, no son casos aislados. Ni voces marginales. Es sistemático y forma parte de una política oficial.

El propio presidente de la Autoridad Palestina, declaraba (palabras emitidas 19 veces por la televisión de la Autoridad Palestina entre el 17 y el 19 de octubre de 2014):

Hay personas realizando ‘Ribat[conflicto religioso / guerra sobre tierra que ser reclama como islámica]. Todos debemos llevar a cabo el ‘Ribat en Al-Aqsa [mezquita]. No es suficiente decir: ‘los colonos han llegado [a la mezquita]’. Han venido, y no deben venir al Santuario (es decir, Monte del templo). Tenemos que evitar, de cualquier modo, que entren [los israelíes/judíos] en el santuario. Este es nuestro Santuario…”.

Las siguientes palabras también fueron pronunciadas por Abbas (emitidas por la televisión oficial de la Autoridad Palestina el 16 de septiembre de 2015) inmediatamente antes del inicio de la llamada “intifada de los cuchillos”. En dicho discurso, espetó, además:

Bendecimos cada gota de sangre que se ha derramado por Jerusalén, esta sangre es limpia y pura, es sangre derramada por AláCada mártir (Shahid) alcanzará el Paraíso, y todo quien ha sido herido será recompensado por Alá. La [mezquita] de al-Aqsa es nuestra, la Iglesia del Santo Sepulcro es nuestra…”.

En aquella oportunidad, Abbas no se preocupaba siquiera del maquillaje benévolo para con el cristianismo.

Es pues, prácticamente imposible caer en la trampa de la “inquietud” de la dirigencia palestina ante la “posibilidad de que el conflicto por la tierra y contra la ocupación israelí se transforme en un conflicto religioso”, porque éste, para esa misma dirigencia, da la casualidad de que ya es un conflicto religioso. Siempre lo ha sido. Y, aún más difícil de creer es aquello que “no puedan controlar una violencia” a la que ellos mismos llaman, que ellos mismos regulan.

Adam Shay y Pinhas Inbari señalaban que los líderes palestinos manejan ciertos códigos (alusión a los “mártires”, a la “ribat”; diversos libelos, como el de la amenaza contra la mezquita de al-Aqsa; etc.) que les proveen de un sistema regulador, de manera que mantienen un cierto grado de control y tienen la habilidad para aumentar o disminuir los niveles de violencia de acuerdo con las necesidades.

Y ejemplificaban:

“Cuando Abbas habla en público sobre que los ‘judíos profanan la mezquita de al-Aqsa’, esencialmente está dando luz verde a la violencia contra los judíos. La capacidad de regular los niveles de incitación y de violencia le permite a Abbas utilizar la incitación presente no sólo para prevenir o producir violencia, sino también para re focalizar la atención global

[…]

Los niveles de incitación – así como también los objetivos a los que sirven – varían de acuerdo a la intensidad, especificidad y su dirección. Cuanto más específico es el punto focal de la narrativa incitadora, más específico será el resultado. Por ejemplo, presentar la narrativa de que ‘los judíos están amenazando la estabilidad física y la santidad religiosa de al-Aqsa’, resulta en ataques contra judíos…”.

No se sabe, pues, si cuando los periodistas van, los líderes palestinos ya fueron y volvieron, y volvieron a ir, o si los periodistas hacen de cuenta que van, pero están plantados siempre en el mismo lugar donde los hechos le interesan menos que los prejuicios que acarrean consigo y que quieren transmitirles al lector.

Finalmente, es preciso remarcar que no es la decisión de la Casa Blanca la que enciende violencia alguna, sino los llamamientos que hacen líderes palestinos a la violencia – poco eufemísticamente llamada “día de la ira”.

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