El “no” de la selección argentina a jugar en Israel: una victoria del miedo y la amenaza

No fue ni un posicionamiento político o ideológico por parte de la selección argentina de fútbol, ni una “victoria” de los dirigentes palestinos.

Fue una derrota. Pero no de Israel, aunque así se pretenda retratar. Fue, ante todo, una derrota para los ciudadanos palestinos; porque una vez más se ha fortalecido a los líderes que viven de su sufrimiento, que los encarcelan cuando alzan una voz crítica, que los condenan a la violencia. Y fue, también, una derrota más de la AFA ante la violencia. El resto, es el habitual palabrerío con el que se intenta otorgarle a esta decisión un significado que no tiene. Pero ni de lejos.

Fue, una vez más, el premio habitual a las amenazas palestinas. Casi un resumen de la historia del conflicto: la dirigencia palestina ataca, amenaza, rechaza la paz; y obtiene la palmada en la espalda y algún beneficio.

Fue, pues, la victoria del miedo.

El presidente de la Asociación de Fútbol Argentina, Claudio Tapia, explicó la decisión de no viajar a Israel a disputar el amistoso previsto para el sábado 9 de junio de la siguiente manera:

“Mi responsabilidad es la de bregar por la salud, integridad física y la seguridad de toda la delegación”.

No fue una “victoria” palestina porque, salvo excepciones, nadie en su sano juicio computaría dicha decisión como una que tomó sinceramente en apoyo de su “causa”. El temor que infunden las amenazas no genera ni consenso ni racionados pronunciamientos. A esto debe añadirse que la AFA tiene un largo historial de rendirse ante los violentos: en las tribunas argentinas siguen mandando desde hace décadas, las barras bravas, los hooligans argentinos.

Y es que, si la amenaza la hubiese lanzado, por poner un ejemplo, el presidente de la federación alemana o griega, movido por una bronca circunstancial, difícilmente nadie se la habría tomado en serio, sino que apenas la hubiesen juzgado como un vergonzoso exabrupto – y probablemente la UEFA y la FIFA hubiesen exigido a su federación su despido inmediato.

Pero quien lanzó la amenaza contra la AFA, y contra Lionel Messi en particular, no es un presidente de federación de fútbol cualquiera.

De hecho, su posición en dicha federación es sólo una plataforma para avanzar su agenda personal y aquella de la “causa palestina” (léase: la eliminación de Israel). Lo afirmaba él mismo en una entrevista concedida al diario The National, de los Emiratos Árabes Unidos, en junio de 2013: “Creemos que en la situación actual de resistencia no-violenta, incluir la utilización del deporte y el fútbol es una herramienta efectiva para promover nuestros derechos”.

Pero vayamos a lo sustancial.

¿Quién es el dirigente palestino que amenazó a la selección argentina, y a Messi en particular?

Jibril Rajoub, además de estar al frente del fútbol palestino, es secretario general de Fatah, la organización mayoritaria en la OLP, y que gobierna en la Autoridad Palestina. Fue, además, asesor de Jalil Al-Wazir, uno de los fundadores de Fatah, conocido como “Abu Yihad”, y ex jefe del “ala militar” de la OLP. Al-Wazir planeó numerosos ataques que costaron la vida de 125 israelíes. Entre dichos atentados, se encuentra el más letal de la historia de Israel: el secuestro de un autobús y el asesinato de 37 civiles, 12 de ellos niños. Además, Jalil Al-Wazir supervisó el asesinato de diplomáticos estadounidenses en Sudán, en 1973.

Fue también ex director de la Fuerza de Seguridad Preventiva en Cisjordania (como tal, el “temido” Rajoub fue acusado con frecuencia de facilitar la tortura de los prisioneros y los opositores políticos).

Está vinculado a la facción Tanzim – un grupo armado cercano a Fatah y con lazos con la Autoridad Palestina, que llevó adelante atentados terroristas.

¿Qué dijo Rajoub?

“… lanzaremos, a partir de hoy, una campaña dirigida contra la Federación Argentina de Fútbol y, en particular, contra Messi, que cuenta con decenas de millones de seguidores en países árabes e islámicos, en Asia, en África y en países amigos del pueblo palestino. Solía ser un símbolo y tener gran importancia para estos seguidores. Vamos a apuntar contra Messi, y vamos a pedirle a todos que quemen sus camisetas y fotos de Messi…”. (MEMRI)

A buen entendedor, pocas palabras. Primero, porque la federación palestina no tiene peso alguno en el mundo del fútbol (y de los negocios vinculados a él) comparada con el volumen de ganancias y atención que genera la selección argentina, los principales equipos que compiten en su liga y los jugadores de dicha nacionalidad que juegan en las ligas euorpeas. Y en segundo, y más relevante, lugar, porque la sociedad palestina está adoctrinada a tal punto, que sabe muy bien cuándo sus líderes – ya sin necesidad de recurrir a lo explícito – la llaman a la acción. Y saben muy bien que todo vale.

Téngase en cuenta que inmediatamente antes del inicio de la llamada “intifada de los cuchillos”, la televisión oficial de la Autoridad Palestina emitió (16 de septiembre de 2015) las siguientes palabras de Abbas:

Bendecimos cada gota de sangre que se ha derramado por Jerusalén, esta sangre es limpia y pura, es sangre derramada por AláCada mártir (Shahid) alcanzará el Paraíso, y todo quien ha sido herido será recompensado por Dios”.

Ya se ve lo poco que hace falta para que el mensaje llegue a sus ciudadanos – presos de sus ideología, de su corrupción y de su policía (en junio de 2017, el joven activista palestino Nasser Jaradat fue detenido por criticar, precisamente, a Jibril Rajoub) – y éstos emprendan la acción.

El propio Rajoub, según dio a conocer Palestinian Media Watch, afirmó en la televisión oficial de la Autoridad Palestina en junio de 2016 que:

“Digo que quienquiera que haya llevado a cabo actos individuales de heroísmo [i.e. ataques terroristas contra israelíes/judíos], nosotros en el movimiento Fatah los bendecimos y animamos. Los consideramos héroes y una corona en la cabeza de cada palestino…”

Sin mediar amenazas, la selección argentina muy probablemente no hubiese tomado esta decisión. Esta es, pues, fruto de la intimidación, de la extorsión; y no de una pretendida resolución fundada en un criterio ético. A fin de cuentas, en el Mundial de fútbol de 2014, ese mismo equipo se presentó a jugar contra la selección del país que, según la fiscalía argentina, fue el autor ideológico (y financiador) del mayor atentado terrorista en el país sudamericano. Hablamos de Irán, que ordenó el atentado terrorista contra la sede de la comunidad judía argentina en Buenos Aires – y que ejecutado por su proxy, el grupo terrorista Hizbalá. De la misma manera en que ahora participará del Mundial que se disputará en Rusia, país responsable de miles de muertes de Siria con su intervención militar, de la ocupación y anexión de Ucrania, de la persecución opositores y homosexuales.

No, a la AFA y a los jugadores no los movió ni la “paz mundial” ni una posicionamiento político o ético. Fue el miedo. El miedo ante las amenazas de los violentos. El miedo contra el que deberían haberse parado, jugado. Esto no es por la “paz mundial”, como pretendió maquillar el presidente de la AFA otro despropósito más. Por la paz mundial uno no cede ante las amenazas de aquellos que afirman querer la eliminación de Israel.
Los mismos que aplauden la decisión…

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