A propósito de los 25 años de los Acuerdos de Oslo

Con motivo del 25 aniversario de los Acuerdos de Oslo – aquellos que han quedado reducidos a las instantáneas en el jardín de la Casa Blanca y a dos o tres datos (superficiales, sucintos) en que los profesionales de la información insisten -, escribimos un “hilo” breve en nuestra cuenta de Twitter. Mas, luego, nos pareció oportuno dejar una constancia, sino más elaborada, al menos sí fácilmente localizable. A fin de cuentas, si algo tiene la mencionada red social, es la efimeridad (amén de la mezquindad del espacio).

Al recordar los Acuerdos, siempre se termina por su fracaso. Y, para explicar éste, se utilizan en general dos fórmulas básicas:

Una abstracta (“la violencia”), que disuelve responsabilidades

Una bien circunscripta, personalizada, a uno de los actores: los “asentamientos”.

En esta enunciación no se señala algo trascendental: los “asentamientos” pueden ser demolidos, abandonados – sin ir más lejos, Israel se desconectó en 2005 total y unilateralmente de Gaza. La incitación a la violencia, la idea central del conflicto (entre ellas, la más férrea, la religiosa: “Palestina es waqf islámico hasta el fin de los tiempos” y para lograr su reconquista, todo vale, y todos deben participar), en cambio, no se puede abandonar de un día para otro; sobre todo, porque sus propios líderes serían vistos como traidores.

Pero, más allá de esta observación, en el encadenamiento de tuits intentábamos reflejar dos cuestiones que los medios sistemáticamente pasan por algo. Una de ellas, directamente relacionada con lo recién mencionado. La otra, con la incapacidad de abordar, no ya sólo este asunto, sino cualquier otro relacionado con Israel y el conflicto árabe-israelí, no como sucesos puntuales, desconectados entre sí, sino como parte de una cronología, de un marco contextual histórico.

Empecemos, pues, por este último punto; el histórico. ¿Cómo se llega a Oslo? Es decir, por qué fue necesario Oslo – en definitiva, por qué son necesarias las reiteradas conversaciones de paz.

En 1948 los líderes árabes – entre ellos, los árabes que residían en el Mandato británico – dijeron “no” al plan de partición. Ergo, dijeron “no” a un nuevo estado árabe en el territorio de dicho mandato. “No”, claro está, a un Estado judío. Negativa árabe y guerra “de exterminio y una masacre trascendental” contra el recién creado Israel,en palabras de en palabras de Azzam Pasha, Secretario General de la Liga Árabe, .

Contrafactual mediante, si no hubiese habido negativa, no habría habido necesidad de Acuerdos de Oslo.

Pero la historia es la que es. Transjordania (posteriormente Jordania) ocupó Jerusalén Este y se anexó Cisjordania. Egipto ocupó Gaza. Y ninguno de ambos se preocupó por preparar las bases de un nuevo estado árabe en dichos territorios.

En 1967 y en 1973 los árabes intentaron – nuevamente por vía de la agresión bélica – conseguir lo que no habían podido lograr en 1948: el aniquilamiento de Israel.

En 1967, tras la derrotar a los ejércitos árabes, Israel se hizo con el control de Cisjordania y Gaza, y reunificó la ciudad de Jerusalén.

He ahí el porqué de las conversaciones de paz. De las negociaciones.

He ahí el contexto.

Ahora, entonces, abordemos la causa principal de que ni los Acuerdos de Oslo ni conferencias ni negociaciones hayan tenido éxito. Se trata de la mentalidad que se ha instalado, generación tras generación, entre los palestinos. Una cosmovisión que los ha subsumido a una meta mayor; que los ha transformado, de hecho, en herramientas de ese objetivo.

La paz, el reconocimiento de Israel, no son un medio para arribar a dicho fin. De hecho, en el verano de 2000, el Presidente de Estados Unidos Bill Clinton acogió conversaciones de paz en Camp David entre el líder palestino Yasser Arafat y el Primer Ministro israelí Ehud Barak. Las mismas culminaron en un plan integral conocido como los Parámetros de Clinton.

El plan incluía un Estado palestino en aproximadamente el 91% de Cisjordania (con compensaciones territoriales con territorio israelí anterior a 1967) y la totalidad de la Franja de Gaza, además del control sobre las secciones árabes de Jerusalén.

Evolución de la postura negociadora israelí respecto a Cisjordania
Evento Control Palestino de Cisjordania Control Israelí de Cisjordania Intercambio
Camp David (2000) 91 % 8 % 1 %
Plan Clinton/ Taba (2000-2001) 94 – 96 % 5 % 1 – 3 %
Plan Ginebra (2003) 97,5 % 2,5 % 2,5%

Fuente: Profesor Arie M. Kacowiz, Las fronteras de Israel

Pero Arafat se negó. Y regresó a casa para lanzar la llamada segunda intifada.

En este sentido, el Director Adjunto de la Autoridad Política y Educación Nacional de la Autoridad Palestina, Mazen Izz Al-Din declaró (televisión de la Autoridad Palestina 28 de mayo de 2002):

La Intifada de Al-Aqsa – si queremos ser sinceros y abiertos, la historia revelará un día – que la misma [la Intifada] y todas sus directivas pertenecen a la Presidente y Comandante Supremo Yasser Arafat”.

Por su parte, el Ministro de Comunicaciones de la Autoridad Palestina, Imad Faluji, en un mitin en el “campamento de refugiados” de Ein Hilwe en el sur de Líbano, declaró que la nueva intifada (la segunda intifada) había estado en planificación durante meses:

Quien piense que la intifada estalló a causa de la visita del despreciable Sharon a la mezquita Al-Aqsa, está equivocado, aunque esta visita fue la gota que colmó el vaso del pueblo palestino. Esta intifada fue planeada con antelación, desde el regreso del Presidente Arafat de las negociaciones de Camp David, donde le puso la mesa boca abajo al Presidente Clinton… [Arafat] rechazó los términos estadounidenses y lo hizo en el corazón de los Estados Unidos”. (MEMRI, Special Dispatch No. 194 – PA, March 9, 2001; énfasis añadido)

A pesar de la violencia orquestada y dirigida por el liderazgo palestino, Ehud Barak continuó negociando hasta el final de su mandato, culminado con una propuesta israelí en Taba, que incluso ampliaba aquella delineada por Clinton (tal como se puede apreciar en la tabla anterior). Entre las ofertas: mayor parte de Cisjordania, ningún control israelí sobre la frontera con Jordania o adyacente al Valle del Jordán, una anexión israelí menor alrededor de tres bloques de “asentamientos” compensada por un área equivalente de territorio israelí que sería cedido a los palestinos.

Pero, es evidente queno ha habido (ni hay) voluntad del liderazgo palestino para lograr un estado. De hecho, acaso uno de los pocos, si noel único,dirigente que realmentetrabajó paraconstruir las instituciones necesarias para fundar un estado propio, haya sido Salam Fayyad, que llegó a serPrimer Ministro de la Autoridad Palestina. Pero Fayyad renunció a su puesto luego de chocar con la cúpula de Fatah y el propio Abbas. Sus planes, al parecer, iban a contra corriente de los intereses de aquellos. En un artículo del New York Times se citaba a Mahdi Abdul Hadi –director de la Sociedad Académica Palestina para el Estudio de Asuntos Internacionales, un “instituto independiente en Jerusalén Este”, quien resaltaba que Fatah ha estado notoriamente dividida y ha sido notoriamente corrupta –diciendo que “Fatah ha sido crítica de Fayyad en los últimos cinco años porque vino a poner las cosas en orden”. Básicamente, a combatir la endémica corrupción.

Visto está, pues,que la construcción siquiera de las bases de un estado no han sido, ni mucho menos, una prioridad para el liderazgo palestino. Mucho menos, su propia gente.

De tal manera, no es de extrañar que ante una nueva oferta israelí, Abbas ni siquiera respondiera. Fue en 2008. El entonces Primer Ministro israelí Ehud Olmert ofreció aún más que sus antecesores. Soberanía palestina sobre un sector de Jerusalén y un 97% de la tierra reclamada por los palestinos e intercambios de tierras menores.

Condoleezza Rice, entonces Secretaria de Estado de Estados Unidos escribió (No Higher Honor): “¿Realmente estoy escuchando esto?, me pregunté. ¿El Primer Ministro israelí está diciendo que dividirá Jerusalén?”

No. No. No. Monótono guion el que repiten en las negociaciones.

La clave de esa negativala han explicitado en varias oportunidades los propios líderes palestinos. La cuestión es que los medios en español han decidido que eso debe quedar fuera de todo análisis, de toda contextualización.

Por ejemplo, el 15 de septiembre de 2011, en una entrevista en el diario libanés Daily Star, Abdullah Abdullah, embajador palestino en el Líbano, aseguró:

Cuando tengamos un estado aceptado como miembro de las Naciones Unidas, no será el fin del conflicto. Esto no es una solución al conflicto. Esto es sólo un nuevo marco que cambiará las reglas del juego”.

En tanto que Tawfik Tirawi, alto cargo de Fatah y ex jefe de Inteligencia de la Autoridad Palestina, según informabael diario israelí Times of Israel en 2016, dijo, en una entrevista con la agencia palestina de noticias Ma’an, que un “Estado palestino junto a Israel es sólo ‘una etapa’ y que Palestina debe extenderse finalmente del río Jordán al mar”. Y, además, declaró:

No crean que habrá una solución a la cuestión palestina mediante el establecimiento de un estado cuyas fronteras estén limitadas a Cisjordania y Gaza”.

No se trata de negociar nada: ni más o menos territorio; ni tal o cual lugar en concreto. Se trata de que Israel, para los palestinos, no tiene derecho a existir.

El propio presidente de la Autoridad Palestina y líder de Fatah, Mahmoud Abbas, lo dijo bien clarito ante Consejo Central de la OLP (2018): Israel “es un proyecto colonialista que no tiene nada que ver con los judíos”.

Ni más ni menos que, con otras palabras, lo que dicen los artículos 1º y 2º de la Carta de la OLP: “Palestina es la patria del pueblo árabe palestino; es parte indivisible de patria árabe, y el pueblo palestino es parte integral de la nación árabe. Palestina, con las fronteras que tenía durante mandato británico, es una unidad territorial indivisible”.

Llamativo que, para ser tan árabe, acatara los límites impuestos por el Mandato Británico, que, según el Consejo de la Liga de las Naciones, llamaba a poner en efecto la creación de un Hogar Nacional Judío en ese mismo territorio.

O lo que, similar a las declaraciones de Abbas, reza la Constitución de Fatah:

– artículo 8: la “existencia israelí en Palestina es una invasión sionista”.

– artículo 12: “completa liberación de Palestina, y la erradicación de la existencia económica, política, militar y cultural sionista

Y, como la paz es, como mucho, un instrumento (y no es de los predilectos; a fin de cuentas, hay que canalizar la sistemática incitación al odio y la violencia, la glorificación constante del terrorismo, de alguna manera), el artículo 19º de la Constitución de Fatah llega a estipular que: “La lucha armada es una estrategia, no una táctica, y la revolución armada del pueblo árabe palestino es un factor decisivo en la lucha por la liberación y en el arrancar la existencia sionista, y esta lucha no cesará a menos que el estado sionista sea demolido y Palestina completamente liberada”.

Y el 22º, por si persistiese alguna duda, recalca que Fatah (como encarnación del pueblo palestino) se “opone a cualquier solución política ofrecida como alternativa a la demolición de la ocupación sionista de Palestina…”.

Hay que ser muy claros. No vaya a haber confusiones. Por eso el mismo Tawfiq Tirawi explicitó los límites de la patria soñada: “representada por la [Franja] de Gaza y Cisjordania, por Palestina, toda Palestina, desde su río [Jordán] a su mar [Mediterráneo]. Este es nuestro objetivo, y es la luz que ilumina nuestro camino; estos son nuestros principios en el movimiento Fatah: Palestina – Gaza es parte del mismo; Cisjordania es parte, y también lo es Haifa, Jaffa, Acre y lo es toda Palestina, que será un estado independiente para nosotros, con la ayuda de Alá”.

Se puede obviar toda esta relevante información. De hecho, es lo que mayoritariamente hacen los periodistas que cubren en español este conflicto. Ahora bien, no puede afirmarse que se está haciendo periodismo. Eso no.

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