Opinión: Irán, lo esencial no es invisible a los ojos

Que fulano o mengana firmen con otro nombre en el hotelito de extrarradio para que el engaño marital sea eso, una trampa, y que, acaso, sea, para el ejecutante, considerado como realizado mediante un agente sustituto (proxy) por esa mera burocracia nominal; no resta en nada su responsabilidad, su propósito.

Vamos, que a esta altura, alguien suponga que el grupo terrorista chií Hizbulá no es sino un brazo de Teherán, es decir, de la teocracia iraní, es un marido o una mujer que prefiere creer tener una pareja fiel y no unos cuernos como de bóvido tejano. Cuando el grupo terrorista atentó en los años 1990 contra la Embajada israelí en Buenos Aires, y cuando lo hizo contra la mutual judía en esa misma ciudad, lo hacía como “fuerza iraní” para operaciones clandestinas en el exterior. Es decir, fue Irán quien atentó. Y así lo estableció la justicia argentina.

Una y otra vez, Irán. Irán en Argentina – y en Venezuela, y la Triple Frontera. Enquistado en Irak y en Siria y en el Líbano. Y en Yemen. Irán, un imperialismo sin máscaras, sin seducciones: a pura fuerza, brutalidad, terror. Desde que Barak Obama aflojó la cincha de las sanciones y el dinero fluyó hacia la teocracia, se realizó la expansión territorial y armamentística de manera vertiginosa. Mientras tanto, su despiada policía moral asfixia a las mujeres, los homosexuales siguen siendo ejecutados; los opositores son apresados y torturados: la inquisición en pleno siglo XXI. Esa es la doctrina que se dilata por la región; que se extiende allende ese continente: velo, obediencia y silencio.

Y a todo esto, tanto estulto y estulta y estulte occidental postulándose como agent provocateur, como vacuo animador del horror; con la etiqueta hueca del “globalismo”, “progresismo”, del “multiculturalismo” que precisamente ese imperialismo busca cancelar. Las palmotadas babosas de los hijos de las rutinas soviéticas: manipulando para propagar lo que algunos quieren creer, otros creen, y sólo un puñado sabe que es basura ideológica, pero que paga bien: la recauchutada utopía marxista en versión digital: el totalitarismo de siempre con tik tok como chupete y cámara y oído vigilante particular.

Ahí están, tan evidentes, que ni para inspirar una serie de infiltrados, vendidos, propagandistas, políticos, medios de comunicación y entes internacionales, sirven. Ni para repuesto de loco, como suele decirse. Hay que hacer un esfuerzo para no verlos, oírlos. No se ocultan: la infamia, pretenden, se ha transformado en virtud (como la mediocridad y la estupidez). Vaciados, vacíos. Repetidos. Circulares. Bochornosos (y abochornando). Y siempre con la seguridad hormigonada con ausencia de escrúpulos y entendimiento: el rictus del odio, del resentimiento indisimulado en los ojos y en el músculo masetero. Servidores periféricos cuando se figuran figuras centrales.

Irán. Hizbulá. Hamás. Hutíes. Yihad Islámica Palestina. Kataib Hezbollah. Asaib Ahl al Haq… Y el cafisho de este aterrador burdel del espanto, la Guardia Revolucionaria iraní. Terrorismo. Asesinato de disidentes en el extranjero. Opresión de sus sociedades. Retrogradación con armamento moderno. El totalitarismo que avanzan es el mismo de siempre.

Acaso lo único que cambie son sus aplaudidores. Nadie puede a esta altura decir que desconoce sus fines. Sus acciones. Nadie. Sólo un cínico, o un imbécil. Precisamente, sus palmeros.

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