Silenciando parte sustancial de la causa del conflicto árabe-israelí

Que la cobertura mayoritaria de los medios en español del conflicto árabe-israelí pretende imponer una percepción particular del mismo – o, antes bien, una negativa de una de sus partes: Israel – es algo que confirman casi a diario con sus crónicas y, acaso, sobre todo con sus silencios, que vertebran la “narrativa” de “víctima y victimario” y “sojuzgado y colonialista” que promueven.

Las omisiones son uno de los elementos clave para crear esa imagen maniqueísta y falaz, porque borran del inventario de sucesos sin contexto que presentan, todo matiz, todo hecho que muestre a ambas partes de manera distinta del papel a priori atribuido. Son, pues, algo más que un mero callar, son una forma del engaño.

Recientemente, la mayoría de los medios pasaba por alto dos hechos que ayudan grandemente a explicar la falta de paz en dicha región.

Por un lado, el 18 de enero de 2020, una columna en el diario oficial de la Autoridad Palestina, el Al-Hayat Al-Jadida, decía, según Palestinian Media Watch:

“[Israel] está ahora planeando enérgicamente celebrar una ceremonia por el Holocausto en la Jerusalén ocupada, y está acostumbrado a que el mundo participe con él en esta ceremonia, ya que el Holocausto de los judíos es terrible, pero el holocausto palestino por parte de Israel que aún continúa es insignificante, hermoso, espectacular y bueno. Por supuesto, los palestinos nunca aceptarán esta ecuación, y se puede suponer que se resistirán a la ceremonia que se celebra en la propia Jerusalén, ya que Jerusalén es suya, a pesar de que [el presidente estadounidense Donald] Trump se la dio a Israel como parte del asqueroso negocio del siglo. Un disparo interrumpirá la ceremonia y un cadáver cancelará la ceremonia”.

Es decir, en el diario oficial de la Autoridad Palestina se llama abiertamente a atentar contra la ceremonia para conmemorar el 75 aniversario de la liberación de Auschwitz…

Por otra parte, un día antes, y de acuerdo a MEMRI, se realizó un evento en la mezquita de Al-Aqsa, en Jerusalén, con motivo del aniversario de la captura de Constantinopla por parte del Imperio Otomano en 1453. En el mismo, el predicador palestino Nidhal “Abu Ibrahim” Siam dijo que tres profecías se cumplirán pronto; tanto, que espera que sean quienes formaban su audiencia lo que las lleven a cabo. Los vaticinios en cuestión eran: que el califato guiado correctamente será establecido, que Jerusalén será “liberada” y establecida como capital del califato; y que el islam “arrojará a sus vecinos al suelo” y que su alcance se extenderá a través de todo el mundo. En este sentido, le anunció a su audiencia que su verdadera tarea es librar la yihad por Alá y hacer que la palabra de los infieles sea inferior a la palabra de Alá; a lo que llamó a que buscaran el martirio por Alá.

La multitud cantaba: “El califato fue prometido por Alá… Por medio del califato y la consolidación del poder, tu conquista, oh Roma, es una certeza… ¡Alá Akbar!”

Que la ocupación no explica el conflicto es una verdad de Perogrullo – el conflicto la precede largamente; y la misma, por lo demás, es una consecuencia de las continuadas agresiones árabes. Que la explicación es más amplia, acaso, más complicada, también lo es. Y estos dos sucesos, que no son en nada aislados ni marginales, muestran por dónde andan sus causas, o al menos algunas (fundamentales, germinales) de ellas.

Esto, precisamente, es lo que, a fuerza de silenciar, es lo que no pocos medios intentan reformular, ofreciendo una “realidad” alternativa, casi infantil, con un ogro y un niño bueno.

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