Nuevo Herald y el “Estado autónomo de Palestina”

El diario Nuevo Herald, en su versión digital, publica una entrevista con Salam Fayyad, el primer ministro de Palestina, antes Autoridad Nacional Palestina (ANP) y ahora “Estado de Palestina”, un término que, sin embargo, no ha sido reconocido por varios Estados, entre ellos Israel y Estados Unidos, pero que ya está siendo utilizado en documentos “oficiales” expedidos en Cisjordania.

El Nuevo Herald afirma, en referencia a las palabras de Fayyad, que:

“El gobierno autónomo palestino se encuentra en ‘extremo peligro’ porque atraviesa una crisis financiera sin precedentes.”

Posteriormente, el diario señala la falta de la “asistencia prometida” a la ANP por parte de varios países árabes y aporta datos de contexto que se refieren a la necesidad de pagar los sueldos de 150.000 funcionarios palestinos.

Es de destacar que, como informó Khaled Abu Toameh, la Autoridad Palestinia paga salarios a decenas de miles de funcionarios en la Franja de Gaza por quedarse en sus casas sin trabajar. Esto sucede desde la toma del poder por parte de Hamas en 2007:

“Según el portavoz de Fatah, Ahmed Assaf, la Autoridad Palestina… gasta alrededor de 120 millones de dólares mensuales en la Franja.”

Sin embargo, la incidencia en las palabras “gobierno autónomo palestino” demuestra un posicionamiento explícito del diario, por varias razones. En primer lugar, “Palestina” no tiene unas fronteras reconocidas finales, a pesar de que, más adelante en el texto, el Nuevo Herald afirma:

“A finales de noviembre, el presidente palestino Mahmud Abbas logró que Naciones Unidas reconociera el Estado de Palestina en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental, a pesar de las objeciones israelíes a este avance principalmente simbólico”.

¿Puede un gobierno ser reconocido como “autónomo” cuando depende de la asistencia económica de otros países incluso en su nivel más básico de funcionamiento, como son los sueldos de sus funcionarios, y cuando no ejerce el control efectivo sobre su propio territorio? La autonomía del gobierno palestino es una frase vacía que falsea la realidad, por cuatro motivos fundamentales:

-La ANP depende, de facto, de la asistencia económica de varios países, entre ellos Estados Unidos, que aún no ha reconocido al “Estado palestino” que es quien ahora demanda “oficialmente” la ayuda.

Parte de la recaudación de impuestos y de la administración de servicios públicos de las ciudades palestinas depende de la infraestructura pública de Israel, un país que tampoco ha reconocido al Estado palestino.

Al Fatah, organización a la que pertenece Salam Fayyad, no tiene control sobre la franja de Gaza, que continúa siendo gobernada por la organización terrorista Hamás, lo que elimina cualquier tipo de “autonomía” de Al Fatah o de la ANP en ese territorio –que ahora considera parte de su Estado-.

La Asamblea General ONU no puede conceder la estadidad. Lo que concedió fue un cambio de estatus dentro del propio organismo internacional.

¿Cómo puede un gobierno reclamar su autonomía, cuando carece de los medios para sostenerse y depende de Estados extranjeros para operar en su nivel más básico?

Los Estados que tienen un control de iure y de facto sobre sus fronteras, sus aeropuertos, su sistema recaudatorio y otros servicios, pero, quizá más importante, gozan del respaldo y de la legitimidad que les otorga su población, son reconocidos como Estados. Este no es el caso de Al Fatah, que reclama el control “autónomo” del Gobierno de Palestina, a pesar de que otra entidad totalmente distinta, como es Hamás, tiene, al menos de facto y de iure, según las últimas elecciones que se celebraron en Gaza, la legitimidad en ese territorio. En síntesis, Palestina es un territorio dividido entre dos organizaciones que han protagonizado una guerra civil hace poco más de un lustro, pero no un Estado unificado ni política ni territorialmente.

Sobre el terreno, esa es la situación. Sin embargo, al observar documentos de referencia del derecho internacional público, como la Convención de Montevideo, observamos que ni siquiera la ANP tiene los requisitos para ser reconocida como un Estado de iure.

La legitimidad de Fatah vs. la de la ANP

El Cuarteto – la ONU, Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea, con el apoyo de Israel – reconocieron a la ANP en los Acuerdos de Oslo de 1993, lo que le permitió a esa organización palestina sentar las bases de un futuro Estado.

¿Pero, qué importancia tienen esos acuerdos? En los 1990, el Cuarteto reconoció a la ANP como la representante legítima de los intereses del pueblo palestino. En 2012, fue la Asamblea General la que cambió a la ANP (no a Fatah) su estatus por el de Estado no-miembro, sin embargo, la paradoja persiste, pues al solicitar este reconocimiento, la ANP violó los mismos acuerdos que la crearon, lo que los invalida, pues solicitar el reconocimiento fue una decisión unilateral que no tomó en consideración a Israel, el otro firmante del pacto.

Así, la Asamblea General, aprobó el estatus de Estado no-miembro para “Palestina”, pero el Consejo de Seguridad, que es el único órgano de las Naciones Unidas cuyas decisiones son vinculantes, rechazó la iniciativa. Además, el propio Cuarteto tampoco ha reconocido a Palestina como Estado, lo que implica que la Asamblea General otorgó ese estatus a una entidad creada gracias a la coordinación y al consenso del Cuarteto, que implicaba el respeto a los Acuerdos de Oslo, lo que, en definitiva eliminó el proceso de negociación que emanaba de ellos.

En el artículo, se señalaba que:

“La decisión de la ONU dio nuevo peso diplomático a los palestinos.”

Sin embargo, ahora el estatus jurídico de la ANP es más complejo que antes, lo que no deja claro a qué se refiere el Nuevo Herald cuando utiliza el término “peso”. Pues, por un lado, esta decisión palestina invalida los Acuerdos de Oslo y, lejos de finiquitar el conflicto con Israel, de contribuir a definir las fronteras o de afianzar el control por parte de Al Fatah de todos los territorios palestinos, Mahmoud Abbás ha decidido adoptar una decisión de un órgano con decisiones no vinculantes, como la Asamblea General, como si ésta fuera vinculante. Ha utilizado los logros de la ANP respaldada por el Cuarteto, para conseguir reconocimiento a pesar de violar las bases sentadas en las negociaciones con el Cuarteto.

Así, cabe preguntarse si la Asamblea General puede resolver la “crisis”.

“Fronteras” de 1967

La mayoría de la prensa de referencia continúa en su persistencia de llamar a la creación de un Estado palestino en “las fronteras de 1967”, a pesar de que el Armisticio de 1949, entre Israel y varios países árabes reconocía, de forma explícita, que los límites del armisticio no debían ser tomados como fronteras legales ni permanentes. De hecho, en ese entonces, Gaza estaba controlada por Egipto, y Cisjordania, por el reino Hachemita de Jordania.

Además, la resolución 242 refuerza la idea de que Israel no debe de retirarse de “todos” los territorios conquistados durante la Guerra de 1967. El motivo detrás de esta decisión obedece a que el Estado hebreo no comenzó la Guerra de los Seis Días (1967) con el objetivo de conquistar o invadir nuevos territorios, sino que las Fuerzas de Defensa de Israel reaccionaron a un ataque coordinado por parte de Siria, Egipto, los palestinos y otras naciones árabes. Y, tras el resultado, la comunidad internacional permitió a Israel, de manera implícita en la resolución 242, mantener el control de los territorios necesarios para garantizar su seguridad y a las de sus habitantes.

La nota del Nuevo Herald, afirma:

“La decisión de la ONU dio nuevo peso diplomático a los palestinos porque reafirma las fronteras de un futuro Estado palestino en las tierras capturadas por Israel en 1967, aunque en la práctica no modificó casi nada la vida de los palestinos”.

De esta manera, al plantear que las fronteras de Palestina abarcan “las tierras capturadas por Israel en 1967”, el lector entiende que son todas las tierras, no sólo algunas, pues la nota se refiere a “las tierras” y no a “algunas tierras”. Sin embargo, según la resolución 242 de las Naciones Unidas posterior a la guerra de 1967 Israel deberá retirarse de “territorios”, no de todos los territorios. Sólo que de aquellos que le permitan vivir junto a un Estado palestino en condiciones de “paz y seguridad”.

De regresar exactamente a las fronteras de 1967, Israel no podría garantizar la seguridad de sus ciudades ni de sus habitantes, pues tendría un ancho de menos de 15 kilómetros en una parte de su frontera al noroeste de Cisjordania y carecería de control respecto a su frontera con Jordania, lo que obliga tanto a israelíes como a palestinos a buscar una solución negociada a ese conflicto político.

La ausencia de la posición palestina

La nota del Nuevo Herald señala que Abbás llevó su iniciativa a la ONU, “a pesar de las objeciones israelíes” sobre las fronteras de 1967. Sin embargo, las posiciones oficiales, tanto de Al Fata, como de Hamás, son pasadas por alto por los reporteros. Ninguna de estas dos organizaciones apoya las supuestas “fronteras” de 1967. Hamás se la limitado a “aceptarlas” de manera transitoria, pero afirma que no desistirá en su objetivo de conquistar “todo el territorio que hoy es Israel”.

En su carta fundacional, Hamás establece una meta en su artículo seis –cabe incidir en la última frase que se refiere a todo el territorio de lo que hoy es el Estado judío:

“El Movimiento de Resistencia Islámica es un singular movimiento palestino, cuya fidelidad es a Alá, y su forma de vida es el Islam. Éste hace todo lo posible para izar la bandera de Alá en cada centímetro de Palestina.”

Mientras que el nuevo logo aprobado por Abbás para el Estado de Palestina, durante la celebración del 48 aniversario del primer atentado terrorista cometido por Al Fatah contra ciudadanos israelíes, refleja que Palestina ocupa todo el territorio de Israel, lo que refleja la distorsión entre la imagen de Mahmoud Abbas y de Al Fatah en la prensa generalista y la realidad, en donde el premier palestino no ha reconocido de forma oficial ni siquiera la existencia de Israel.

Hasta ahora, “Israel ha accedido a negociar sin precondiciones” con el liderazgo palestino, como afirmó el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ante las Naciones Unidas. Sin embargo no ha ocurrido lo mismo por parte de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

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