Mandela: una excusa para la difamación

“Todos pretenden hacer suya a una figura política; lo denuncio, indignado y, en el ínterin, yo mismo me apropio de esa misma figura, de su significado, para avanzar mis propias opiniones, mis intereses ideológicos; eximiéndome de tener que argumentar y demostrar mis afirmaciones”. Así podría resumirse el artículo que la periodista Olga Rodríguez escribió en el medio español eldiario.es el

Mandela como balsa, como salvavidas argumental, porque luego, no existe en todo el artículo ningún dato ni fuente que sostenga las afirmaciones de la periodista devenida en activista.

Rodríguez comenzaba su “yo acuso” particular, pontificando que:

“Todos pretenden hacer de Mandela algo suyo, y eso de por sí simboliza el triunfo del activista sudafricano. Consiguió la legitimación de su lucha y de su nombre y por eso estos días estamos presenciando, entre divertidos e indignados, cómo mandatarios de todo el mundo se suman al coro de loas y alabanzas a Mandela. […] Pero viva Mandela y blablabla.

Entonces, la periodista iniciaba su blablablá personal, utilizando a Mandela como plataforma o lanzadera para su diatriba:

“Estos días he recordado a Yasser, un palestino al que los israelíes le arrebataron sus tierras y a algunos de sus amigos más queridos, asesinados extrajudicialmente. Hace unos cuantos años, en Cisjordania, Yasser clavó sus ojos en mí y me dijo, sin acritud, con cierta frustración: ‘Llevo años pensando sobre ello, y la conclusión a la que he llegado, a mi pesar, es que lo que te quitan por la fuerza solo lo puedes recuperar por la fuerza’”.

Yasser, ¿no tiene apellido? ¿Quién es Yasser? ¿O es una simple instrumento para laapelación a las emociones?

Asimismo, ¿qué fue lo que “le quitaron” por la fuerza a “Yasser”? En 1948 los árabes y palestinos rechazaron la recomendación de partición de la ONU y, como luego también en 1967, lanzaron un ataque contra el Estado de Israel. De 1949 a 1967 Cisjordania (así nombradas Judea y Samaria por Jordania) fue ocupada por Jordania, y Gaza, por Egipto.

El Dr. en Ciencias Políticas Avi Beker apuntaba que:

El representante del Alto Comité Árabe, Jamal Husseini le manifestó al Consejo de Seguridad de la ONU, el 16 de abril de 1948: ‘El representante de la Agencia Judía nos dijo ayer que ellos no eran los atacantes, que los árabes habían iniciado los enfrentamientos. No negamos esto. Le dijimos a todo el mundo que pelearíamos’”.

Y en otro pasaje de su artículo, señalaba:

“El día que Israel declaró su independencia, el secretario general de la Liga Árabe, Abdul Rahman Azzam Pasha declaró una guerra santa. Dijo: ‘Esta será una guerra de exterminio y una masacre trascendental…’”.

¿Quién “le quitó” por la fuerza algo a Yasser?

¿Y qué “fuerza recuperará lo perdido” ? ¿La de los atentados terroristas?

¿Los atentados terroristas contra israelíes son blablablá?

¿Esto es blablablá?:

El ataque terrorista contra la pizzería Sbarro, del 9 de agosto de 2001, dejó un saldo de 15 civiles israelíes muertos. Siete de ellos, niños; y cerca de 130 personas resultaron heridas.
El sábado 9 de marzo de 2002, un terrorista suicida palestino entró en el Café Moment – considerado entonces uno de los lugares más populares de Jerusalén – en el barrio de Rehavia, poco antes de las 22.33. Once jóvenes civiles israelíes, de entre 31 y 22 años fueron asesinados esa noche y unas 54 personas resultaron heridas.
El Club Sheffield fue objeto de un ataque terrorista el 7 de mayo de 2002. El club estaba ubicado en la zona industrial de la localidad de Rishon Letzion, al sur este de Tel Aviv. Según explicaba el diario Ha’artez, “decenas de hombres y mujeres pasaban sud días y noches, reunidos con amigos o probando suerte en las máquinas tragaperras y en los juegos de cartas o snooker”. Quince personas fueron asesinadas ese día, y otras 60 fueron heridas.
Entonces, Rodríguez caía, como era de esperar – habiendo comenzado su texto criticando a aquellos que “pretenden hacer de Mandela algo suyo” (y haciendo, la propia periodista, lo mismo) -, en el lugar común, en la acusación recuerrente sin datos ni argumentos:

“Israel es ese país donde se sigue ocupando tierras palestinas, donde el Plan Prawer prevé expulsar a miles de árabes de sus territorios a través de una clara discriminación racial, donde se aplican dos sistemas legales, uno civil para la población israelí y otro militar, para los palestinos”.

Las zonas en Judea y Samaria (Cisjordania) bajo control israelí se encuentran bajo la esfera de la administración militar. Aplicar el sistema legal civil israelí en Cisjordania significaría considerar a esos territorios como parte soberana israelí y no en disputa. ¿O acaso la periodista está pidiendo que Israel anexe los territorios en disputa bajo su administración?

Por otra parte, mezcla dos conceptos que no están relacionados: beduinos israelíes del Neguev con el término “Palestinos”, aplicado a los árabes que habitan en Cisjordania y Gaza.

Moshe Arens comentaba en un artículo publicado por el diario Ha’aretz el 1 de julio de 2013 que:

“Los millones de los beduinos que viven a lo largo de Medio Oriente, evidentemente no son palestinos. No lo son los beduinos en Arabia Saudita y tampoco los beduinos en el Sinaí. Y los beduinos en Jordania, ¿son jordanos? Se cree que la primera lealtad de los beduinos es a su tribu. También es el caso de los beduinos que viven en el Néguev. Pero en los últimos años han sido objeto de una campaña de la Liga Islámica del Norte, que está tratando de convencerlos para que vuelvan al Islam, que sean hostiles al Estado de Israel y para que se consideren a sí mismos palestinos, o como mínimo, beduinos palestinos. Esto sirve a un evidente propósito político: extender el paraguas ‘Palestino’ sobre todos los ciudadanos de habla árabe del estado de Israel”.

La periodista, está visto, se apunta a esta estrategia “Palestina”.

Arens, a su vez, añadía que:

“El proyecto de ley Prawer [en realidad, Begin] es el primer intento de un gobierno israelí para establecer una política coherente que beneficiaría a los beduinos del Negev y al Estado de Israel. Ha llegado muy tarde. No es la respuesta a todos los problemas que enfrentan los beduinos en su integración en una sociedad moderna… pero puede ser un comienzo. No es de extrañar que los miembros árabes del Knesset están luchando contra él con uñas y dientes”.

Por otra parte, no se prevé ninguna “expulsión”, sino un reasentamiento de los árabes israelíes del Neguev en poblados y ciudades en el propio Neguev, con el fin de mejorar sus condiciones de vida.
El 4 de noviembre de 2013, el Ministerio de Exteriores de Israel informaba que:

“Al reconocer que los beduinos del Negev necesitan asistencia, el gobierno de Israel ha creado una política integral – llamada Plan Begin, de enero de 2013 – destinada a mejorar sus condiciones de vida, económicas y sociales, así como también a resolver asuntos relativos a la tierra de larga data.

[…]

… uno de los principales problemas que confrontan los beduinos es el de la vivienda. Casi la mitad de los beduinos del Negev (aproximadamente 90.000) viven en casas construidas ilegalmente, muchos de ellos en chozas sin servicios básicos. Campamentos aislados y otros hogares beduinos pueden carecer de infraestructuras esenciales, incluyendo sistemas de alcantarillado y electricidad, y el acceso a servicios como educación y servicios de salud es limitado.

La mayoría de los ciudadanos beduinos permanecerá en sus actuales viviendas. 120.000 ya viven en uno de los siete centros urbanos de beduinos u once pueblos reconocidos. De los 90.000 restantes que viven en campamentos o comunidades que no están zonificados, sólo 30.000 beduinos tendrán que mudarse, la mayoría de ellos a corta distancia (unos kilómetros como máximo). Los otros 60.000 tendrán sus hogares legalizados bajo iniciativa de Israel, que desarrollará sus comunidades y concederá derechos de propiedad a los residentes”.

Pero, ¿qué importan los hechos y los datos de la realidad cuando lo que se practica es una simulacro de periodismo; un blablablá difamador contra Israel?

Así, Rodríguez puede seguir enumerando términos, sin hilar argumento alguno:

“‘El apartheid existe en todo el país. Este es un territorio donde viven dos pueblos gobernados por un solo gobierno que es elegido por un solo pueblo, pero que determina el futuro de todos’, ha escrito esta semana la periodista israelí Amira Hass.

[…]

Son las leyes las que sostienen la existencia de dos infraestructuras separadas -electricidad, agua, transporte, carreteras- una para los israelíes, otra -evidentemente la precaria- para los palestinos…

Es la Ley del Retorno la que permite a cualquier judío del mundo – o a cualquier que decida hacerse judío- vivir en Israel pero niega el derecho de los palestinos a estar en su propia tierra, que ha sido suya durante cientos o miles de años…”.

El término “apartheid”, contrariamente al concepto de “discriminación” tiene un significado muy claro y preciso; de acuerdo al Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (2002), se refiere:

“… [a] un régimen institucionalizado de opresión y dominación sistemáticas de un grupo racial sobre uno o más grupos raciales y con la intención de mantener ese régimen”

El Apartheid de Sudáfrica era un sistema institucionalizado de la discriminación racial y segregación estricta y legalmente impuesta, que le dio el control a la minoría blanca sobre Sudáfrica y su población mayoritariamente negra. Los negros, debido al color de su piel, fueron marginados y excluidos de compartir lugares públicos con blancos, viajar libremente, estudiar en las universidades blancas, etc. No podían votar en las elecciones sudafricanas, mucho menos servir como parlamentarios, ministros o jueces.

Alex Safian, analista de CAMERA, en un extenso artículo, desmontaba la falsa acusación de “Apartheid” esgrimida contra Israel. En el mismo, sostenía que el igual que otras democracias occidentales, Israel no es perfecta, pero cuando se producen errores e injusticias, éstas suelen ser generalmente rectificadas gracias al sistema de amplios controles y equilibrios del país. A diferencia de los países árabes vecinos, Israel tiene elecciones libres, libertad de prensa, plena libertad religiosa y plenos derechos para las mujeres y las minorías… En Israel hay legisladores árabes en la Knesset, diplomáticos árabes en el Ministerio de Relaciones Exteriores, generales árabes en las Fuerzas de Defensa y también jueces árabes. De hecho, ha sido un juez del Tribunal de Distrito árabe (George Karra) quien recientemente condenó a prisión al ex presidente israelí Moshe Katzav, y un juez árabe de la Corte Suprema quien confirmó la sentencia (Salim Joubran).

¿Apartheid? ¿En serio?
El 9 de diciembre de 2013 la Universidad Hebrea de Jerusalén anunciaba:

“Qadi (Juez) Ahmad Natour, quien se desempeñó durante dos décadas en la Corte de Apelaciones de la Sharía (ley islámica) de Israel, ha sido nombrado Profesor Asociado en la Facultad de Derecho de la Universidad Hebrea de Jerusalén”.

En tanto, Safian explicaba que no existen “carreteras-solo-para-colonos” (o “solo-para-judíos”). Sin embargo, desde el estallido de violencia que se inició con la primera intifada y que incluyó ataques mortales contra vehículos civiles israelíes, hay caminos restringidos solo para los israelíes por razones de seguridad. No solo colonos, también judíos de Israel utilizan estas carreteras, al igual que lo hacen los árabes israelíes que a menudo visitan a sus familiares en Cisjordania. Dado que las restricciones en las carreteras se basan en la nacionalidad -y no en religión u origen étnico- etiquetar esto de apartheid es claramente falaz.

En lo referente a la Ley del Retorno, Safian decía que no es ni racista ni peculiarmente israelí. Leyes similares han sido implementadas en democracias de la talla de México, Irlanda, Finlandia, Grecia, Polonia, Alemania, Italia y Dinamarca. Por otra parte, tales leyes estén expresamente autorizadas, por ejemplo, por la Convención Internacional sobre Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial (1965). De acuerdo con el artículo 1 (3) de dicha convención, los países están autorizados a favorecer a ciertos grupos a la hora de otorgar la ciudadanía, siempre y cuando no exista discriminación en contra de cualquier grupo en particular.

Además, el artículo 1 (4) prevé la “acción afirmativa”. Es decir que el Estado podrá aplicar una preferencia en el otorgamiento de la ciudadanía con el fin de deshacer efectos de una discriminación anterior. En el caso de Israel, tales efectos de discriminación previa son claros: la decisión británica de 1939, por ejemplo, de prohibir la inmigración judía al Mandato de Palestina, condenando así a millones de judíos a la muerte en los crematorios de Europa. En un grado extremadamente pequeño, la Ley del Retorno ayuda a mitigar ese daño.

Como se señaló anteriormente, otras democracias tienen leyes similares. Por ejemplo, en Irlanda, el ministerio apropiado puede permitir excepciones a los requisitos habituales para obtener la ciudadanía bajo diversas condiciones, incluyendo: Cuando la persona es de origen irlandés o de asociación irlandesa, o es padre o tutor actuando en nombre de un hijo menor de edad de ascendencia irlandesa o de asociación irlandesa.

En realidad, al intentar imputarle el término de “Apartheid” a Israel, la periodista, que utiliza, irónicamente, la muerte de Mandela para hacerlo, está banalizando el verdadero Apartheid que fue aplicado en Sudáfrica; minimizándolo, constriñendo su dimensión y significado; reduciéndolo a mera caricatura ideológica.

Mas, todo se justifica para llenar páginas de blablablá que deslegitimen a Israel, que vilifiquen su imagen, que distorsionen la realidad del conflicto. Un blablablá que pretende convencer al lector de que lo negro es blanco y que lo blanco es negro, y que “un ladrón es vigilante y otro es juez, y que dos y dos son tres”.

Simon Deng, activista sudanés por los derechos humanos, que en su niñez fue esclavizado, escribió:

“El estado de Israel no es un estado apartheid. Lo sé porque escribo esto desde Jerusalén, donde he visto a madres árabes paseando tranquilamente con sus familias – aunque también conduje en carreteras israelíes protegidas con paredes y vallas de las balas y piedras árabes. Sé que los árabes van a escuelas israelíes, y obtienen la mejor atención médica en el mundo. Sé que votan y eligen a sus representantes en el Parlamento israelí. Veo las señales de tráfico en árabe, un idioma oficial aquí. Nada de esto era cierto para los negros bajo el apartheid en… Sudáfrica”.

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