Mahmoud Abbas: ni voluntad ni autoridad para negociar la paz

De manera explícita, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas ha dicho que no tiene autoridad para negociar los puntos centrales del conflicto con Israel; que no hay nada que negociar y que, no sólo nunca reconocerá a Israel como Estado Judío, sino que no lo aceptará, algo que parece baladí, pero no lo es en absoluto.

Lo ha dicho, pero la prensa en español no se ha dada por enterada: bien por cumplimentar alguna promesa tácita de no escribir nada que pueda perjudicar la imagen del liderazgo palestino (y de la “causa palestina”) que se ofrece al público lector, o bien por estar reposando los teclados.

Como sea, mientras los periodistas consumaban silencios o descansos, y según publicó el Jerusalem Center for Public Affairs , el 13 de enero de 2014, Abbas pronunció en el marco de una reunión con “una delegación popular de Al-Quds (Jerusalén)” en la oficina presidencial de Ramala (10/01/2014). Allí dijo que:

El derecho de retorno es una opción personal. Ninguna autoridad, el estado [palestina], la OLP, Abu Mazen [Abbas] u otros líderes [palestinos] tienen el derecho de quitarle a una persona su derecho de retorno. Que haya [varias] opciones y el refugiado elija. Hay indemnización y otras posibilidades. Incluso un padre, si tuviese que solicitarlo, no puede blandir el derecho de sus hijos, ya que el asunto es un derecho individual”.

Es decir:

1. Para Abbas, no hay nada que negociar respecto de este punto.

2. El presidente de la AP, no tiene autoridad para negociar.

3. El liderazgo palestino dice querer un estado, pero no quiere que los palestinos que residen en otros países vivan en él. Llamativo. O no tanto (véase más adelante el llamado Plan de Fases).

Abu Mazen también anunció que:

“Jerusalén ocupada es la capital del estado de Palestina, y sin ella no habrá solución, y nadie está autorizado a firmar [un acuerdo relacionado con la misma]… Sin Jerusalén Este como capital del estado palestino no habrá paz entre nosotros e Israel…”.

1. Jerusalén nunca fue la capital de ningún estado árabe o “palestino”. Durante el transcurso de la guerra de agresión árabe al recién establecido Estado de Israel, Jordania, en su avance, ocupó la parte oriental de la ciudad (Israel controló la parte Occidental durante su defensa por la supervivencia). Fue la primera vez que la ciudad estuvo dividida en “Este” y “Oeste”.

El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General, a instancias de las recomendaciones del Comité Especial de las Naciones Unidas para Palestina, adoptó la Resolución 181, en la que la parte III trata de la Ciudad de Jerusalén:

La Ciudad de Jerusalén se establecerá como un corpus separatum bajo un régimen internacional especial y será administrada por las Naciones Unidas. El Consejo de Administración será designado para desempeñar las responsabilidades de la Autoridad Administrativa en nombre de las Naciones Unidas”.

Pero no sólo Jerusalén pasaría a poseer ese régimen especial, sino también Belén.

Finalmente la resolución de la Asamblea General recibió el consentimiento del liderazgo nacional de la Comunidad Judía en Palestina, pero fue rechazado por los árabes que, en mayo de 1948, intentaron hacerse con el control de toda Palestina mediante una agresión armada.

2. Una vez más, Abbas dice no tener autoridad para negociar. Quizás no la tenga, pero no por los motivos que él mismo se ha impuesto, sino porque su mandato presidencial concluyó a principios de 2009 y aún no ha convocado a elecciones; y porque no tiene control algunos sobre la organización terrorista Hamas ni sobre el territorio que ésta controla (Gaza), ni sobre la miríada de grupos terroristas que allí se encuentran.

3. Las condiciones para la paz son determinadas por las categóricas exigencias palestinas; es decir, una vez más, no se negocia nada.

El presidente de la Autoridad Palestina también se refirió respecto del reconocimiento de Israel como Estado Judío, y lo hizo de manera tajante:

Nunca reconoceremos esto, y no estaremos de acuerdo con esto. Es nuestro derecho no reconocer a Israel como un Estado Judío”.

Gilead Ini, analista de CAMERA, apuntaba que a primera vista esta última posición podría parecer incontrovertida. Después de todo, muchos en occidente sienten que el concepto de “dos estados para dos pueblos” es justamente de lo que se tratan las negociaciones. Pero, indicaba Ini, incluso entre los palestinos más moderados – aquellos que no llaman de manera explícita a sustituir a Israel con un estado islámico o binacional, y reemplazar a la mayoría judía con una árabe – la demanda no tiende a ser de dos Estados para dos pueblos, sino simplemente de dos Estados, punto.

Aunque los mantras suenan engañosamente similares, dilucidaba Ini, la omisión de “dos pueblos” es deliberada y consecuente. Dejando de lado esa fórmula, se deja afuera a los judíos. Tal como Abbas declaró sin rodeos en una entrevista de 2011, “lo he dicho antes, y lo diré otra vez: Nunca reconoceré la condición judía del estado o un ‘estado judío’”. Más recientemente, se lo ha citado insistiendo en que “no aceptará”, tampoco, tal estado.

Así, no hay un punto de encuentro a mitad de camino entre exigencias, compromisos y concesiones. En su lugar, se encuentran los obstáculos del no reconocimiento de Israel como el Estado Judío o de los judíos, y no a la paz, si no ésta no es bajo las condiciones y exigencias palestinas.

Algo que parece estar en conformidad con el texto adoptado el 9 de junio de 1974, en la 12º Sesión del Consejo Nacional Palestino, que se conoce como Plan de Fases. En el mismo, se rechazaba la validez de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU y se resolvía que:

La Organización de Liberación luchará contra cualquier propuesta de una entidad palestina cuyo precio sea reconocimiento, paz, fronteras seguras, renuncia a los derechos nacionales y la privación a nuestra gente de su derecho a regresar y su derecho a la auto-determinación en el suelo de su patria”.

La resolución 242 estipula, entre otras cosas:

“…reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona y de su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas y libres de amenaza o actos de fuerza”.

Y “… promover un acuerdo y de ayudar en los esfuerzos para lograr una solución pacífica y aceptada…”.

Es decir, que reconocer la soberanía israelí viene siendo, desde hace tiempo, un problema para los palestinos; al igual que una paz que esté basada acuerdos, en soluciones consensuadas (en contra de la paz surgida de la imposición de deseos)

A su vez, el texto del Consejo Nacional Palestino advertía:

“…Cualquier paso hacia la liberación es un paso hacia la realización de la estrategia de la Organización para la Liberación de establecer el estado palestino democrático especificado en las resoluciones de los anteriores Consejos Nacionales Palestinos.

…Una vez que se establezca, la autoridad nacional palestina se esforzará por lograr una unión de los países de la confrontación, con el objetivo de completar la liberación de todo el territorio palestino…”.

Todo el “territorio palestino”…

Yasser Arafat explicitó su apoyo al plan de fases inmediatamente antes (Septiembre de 1993) de los Acuerdos de Oslo, en un discurso transmitido por la televisión jordana, donde dijo que dicho acuerdo sería “la bases para un estado palestino independiente de acuerdo con la resolución del Consejo Nacional Palestino emitida en 1974… La resolución del Consejo Nacional Palestino promulgada en 1974 llama al establecimiento de una autoridad nacional en cualquier parte del suelo palestino de la cual se retire Israel o que sea liberada”.

Bueno, pero Arafat ya no está, las cosas han cambiado, todo eso, que además era mera retórica, es Historia superada. Está superado, ¿no es así?

Al parecer, no. Nada de eso.

El 23 de diciembre de 2013Abbas Zaki, alto funcionario palestino aseguró, en una entrevista con el canal satelital oficial sirio, según divulgó la organización Palestinian Media Watch, que:

“Incluso los más extremistas entre nosotros, Hamas, o las fuerzas de combate, quieren un estado dentro de las fronteras del ‘67. Después, tendremos algo para decir, porque la idea inspiradora no se puede lograrse de una vez. [En su lugar] por etapas”.

El mensaje es claro. Y es, sobre todo, manifiesto. ¿Qué hará falta, entonces, para que los periodistas que cubren Medio Oriente, tan ávidos de noticias sobre el conflicto palestino-israelí, informen sobre estos hechos tan relevantes?

Basta que un funcionario israelí diga algo, lo que sea, para que los medios se abalancen sobre sus palabras para erigir crónica tras crónica sobre ellas. Sin ir más lejos, las recientes declaraciones del ministro israelí de Defensa, Moshé Yaalón, respecto del secretario de Estado estadounidense, John Kerry, recibieron la atención masiva de la prensa (por ejemplo, aquí, aquí, aquí y aquí). Estas palabras no suponían una exigencia inasumible para ninguna de las partes y, por tanto, no amenazaban el proceso de paz ni la fórmula de “dos estados para dos pueblos”, como sí, en cambio, la suponen algunas de las exigencias de Abbas y de otros dirigentes palestinos. Y, aún así, habrá que seguir esperando a que muchos de los periodistas que cubren el conflicto palestino-israelí se ciñan a los códigos deontológicos y a su profesionalidad, y dejen de lado la parcialidad activista.

Comments are closed.