Los Protocolos de los sabios de Utoya

No es la primera teoría conspiratoria que acusa de cualquier cosa a los judíos

Anders Behring Breivik es ya tristemente célebre por sus matanzas en Oslo y en la isla de Utoya. Y obviamente todos los medios han cubierto la información, condenando al asesino e intentando analizar los porqués de sus abominables actos.

Múltiples son los adjetivos que le están siendo atribuidos en función de la filiación política. Para los medios laicos, Breivik es un fundamentalista cristiano. Para los medios religiosos, Breivik es un simple matarife. Para los medios de izquierdas, Breivik es un ultraderechista. Para los medios de derechas, Breivik es un masón.

Sólo hay un punto en el que izquierdas, derechas, laicos y religiosos parecen ponerse de acuerdo: Breivik es sionista.

Si para el corresponsal de Público, un medio español abiertamente izquierdista, detrás del crimen de Breivik está el conflicto israelo-palestino, para Democracia Nacional (partido español ultraderechista) lo sucedido en Noruega fue una “brutal matanza sionista“.

Para el utraizquierdista Rebelión, “Podría ser que, al final, los tentáculos del Estado de Israel no estén tan lejos de esta matanza; al fin y al cabo no habría sido la primera que cometen ni, lamentablemente, será la última”, mientras que para el Foro Católico “lo que define al presunto terrorista es su ideología pro-sionista”.

Una vez más, Israel está en el centro de todas las miradas. Seguramente porque ante la angustia vital que provoca la barbarie humana sólo puede ayudar aferrarse a lo “conocido”. Y lo conocido, lamentablemente, es el viejo prejuicio que nunca ha fallado para explicar toda maldad y toda calamidad, que ahora aparece disfrazado de corrección política.

Iniciada por Al Jazeera y recuperada por delirantes expertos en teorías conspirativas como Wayne Madsen, la obsesión antisionista que ve por todas partes a judíos complotando, va creciendo como una bola de nieve por la web y entre los medios pretendidamente serios.

Es cierto que Breivik se ha manifestado abiertamente pro sionista. Pero también se ha manifestado un gran admirador de Japón. Un detalle que ha pasado prácticamente inadvertido. ¿Por qué ningún medio ha hablado de él como el “asesino pro nipón” o el “terrorista filojaponés”. Simplemente porque sería ridículo. Igual de ridículo que es subrayar su filo sionismo, para encontrar en ello la respuesta al horror.

Lo que sí ha quedado en evidencia con este crimen es la violenta islamofobia que ha alimentado al criminal. Una islamofobia que según todos los estudios campa a sus anchas por una Europa en crisis y con verdaderos problemas a la hora de concebir la alteridad. Pero resultan demasiado burdos los intentos de ir a buscar la semilla del odio, una vez más, en el judío. En este caso en su vertiente política y nacionalista. Como si Europa no se bastara a sí misma como productora de odios racistas y xenófobos.

Recordemos, que por mucho que algunos medios quieran convertir el adjetivo sionista en un insulto, el sionismo es única y exclusivamente un movimiento surgido en el siglo XIX que reivindica el derecho de los judíos a tener su propio estado. El relacionarlo sistemáticamente con matanzas, crímenes contra la humanidad, y racismos de toda índole sólo forma parte de una campaña deslegitimadora contra el único estado judío del planeta, “el judío” entre las naciones. Lo que convierte al anti-sionismo en la clara versión aceptable y moderna del antisemitismo de siempre.

Por otra parte, todos los psicópatas que han ido sembrando sus caminos de cadáveres han tenido filias y fobias. Jamás éstas centraron la información.

Cho Seung-hui, responsable de la matanza de la Universidad de Virginia, era un sur-coreano cristianófobo, que a la vez se comparaba con Jesucristo. Charles Manson, un esotérico que interpretaba canciones de los Beatles. Mark David Chapman, asesino de John Lennon, un cristiano obsesionado con la novela de J.D. Salinger, The catcher in the Rye.Timothy McVeigh, responsable de atentado de Oklahoma, un ex militar lector compulsivo. Eric Harris y Dylan Kiebold, los alumnos que abrieron fuego contra sus compañeros de estudios en un instituto de Columbine, dos jóvenes obsesionados por los videojuegos y admiradores de Marilyn Manson.

¿Responsabilizó algún medio a J.D. Salinger por el asesinato de Lennon? ¿Tituló algún periódico “El lector Mc Veigh causa una masacre en Oklahoma”? ¿Se atrevió alguien a acusar a los Beatles por los horrendos asesinatos de Manson? No. Sin embargo, no ha habido ningún reparo a la hora de acusar al sionismo por los atroces crímenes de Breivik.

Pasarán meses hasta que los psiquiatras forenses emitan un diagnóstico acerca de su salud mental. Hasta entonces todo serán elucubraciones. Y probablemente muchas de éstas volverán a apuntar a los judíos como responsables últimos de la matanza. Así, con la excusa de querer combatir el odio, será odio lo que fomenten. Pero un odio que tranquiliza, porque es el odio de siempre.

Comments are closed.