Las incitaciones de Illan Pappe al calor de EL PAÍS

Agresión en Madrid a un empresario israelí

En su último artículo en el diario EL PAÍS Illan Pappe llama a “procurar la incomodidad no solo de los embajadores israelíes en todas las capitales europeas, sino también la de quienes les apoyan o tienen miedo de hacerles frente.”

El artículo de Pappe, Nuevas tácticas, viejas estrategias, responde a una queja abierta planteada por Raphael Schutz, ex-embajador israelí en España (y que en su día publicó El PAÍS), quien manifestó en su carta de despedida haber vivido “en carne propia parte del odio y del antisemitismo que existen en la sociedad española”, cuyas fuentes remontaba a la Inquisición. Schutz manifestaba en su escrito que:

“A diferencia de lo que sucedió en otros lugares de Europa, en España no hubo convivencia con judíos de carne y hueso durante siglos. Desde luego no se desarrolló aquí una élite judía intelectual, ni política, ni empresarial, ni de ningún otro tipo.”

En su respuesta, Pappe niega este argumento, asegurando que es una muestra de “desesperación” diplomática y explica que el odio a los israelíes sólo se basa en “las criminales políticas actuales del Estado de Israel”.

Que la relación de España con los judíos se ha visto marcada históricamente por la Inquisición y por la “limpieza de sangre” que ésta perseguía es un hecho documentado que ningún historiador niega. A menos que dicho “historiador” tenga un compromiso mayor con su propia ideología que con la verdad.

En este sentido, cabe destacar las palabras del propio Illan Pappe en una entrevista concedida en 1999 a Baudouin Loos para el diario belga Le Soir: “Admito que mi ideología influencia mis escritos históricos, ¿y qué?“. Su compromiso con la militancia en detrimento de la verdad, ha hecho que incluso historiadores de su misma corriente revisionista, como Benny Morris, hayan afirmado de él: “Lamentablemente, mucho de lo que Pappe trata de vender a sus lectores es montaje.”

Al margen de otras aseveraciones dudosas como que Israel pagó por evitar que zarpara la segunda Flotilla (¿en qué se basa esta afirmación?), o el consabido mantra de Pappe de tildar a Israel de estado racista (en Israel viven un 20% de no judíos, que gozan de los mismos derechos que el resto de la población), probablemente sea ese mínimo interés por los hechos lo que lleva al director del Centro Europeo de Estudios Palestinos en la Universidad de Exeter a afirmar en su artículo en las páginas de EL PAÍS que “La iniciativa de declarar un Estado independiente de Palestina en tan solo un 22% del territorio original es una broma de mal gusto.”

Los palestinos no pueden obtener un 22% de un “territorio original” que les haya pertenecido, puesto que jamás ha existido un estado palestino. Esto, bajo ningún concepto, los priva de su actual derecho a obtener un estado, pero es importante que el historiador sea fiel a la Historia. Sin duda el señor Pappe no ignora ni este detalle, ni el hecho de que la declaración Balfour de 1917 acordaba a los judíos su derecho histórico a “reconstruir” un “Hogar judío” en toda la Palestina, que se encontraba bajo Mandato Británico, después de que éstos se lo hubieran arrebatado al Imperio Otomano. El pueblo judío ha conservado nexos con su patria histórica durante miles de años, y el término “palestino” que hoy designa a un pueblo concreto, a finales del siglo pasado hacía referencia a todo habitante de esa zona, fueran estos árabes o judíos. Igualmente, lo que hoy llamamos “Cisjordania” fue conocido históricamente como “Judea y Samaria” hasta la invasión de 1948 por los jordanos, que le cambiaron el nombre por el de “Cisjordania”. El “territorio original” al que Pappe hace referencia y que Balfour devolvía a los judíos, fue dividido por los británicos en 1922 para otorgarle a Transjordania aproximadamente un 80%. El 20% restante volvió a ser partido después por la resolución 181 de la ONU, que entregaba el 56% a un Estado judío y el 43% a un Estado Árabe (no especificaba “palestino”). Es decir que, tras la partición, los judíos obtuvieron aproximadamente un 11% de lo que sí fue su “territorio original”. Y lo aceptaron.

Pero más allá de las discusiones históricas y del indudable derecho de Illan Pappe a manifestar su opinión, sorprende cuando se felicita por las incomodidades que sufren los diplomáticos israelíes alrededor del mundo, aseverando que “todos los que formamos parte de estos pequeños grupos de resistencia en Occidente podríamos sentirnos un poco satisfechos ante el trabajo bien hecho.”

Recordemos que algunas de las “incomodidades” de las que podía quejarse concretamente Raphael Schutz y de las que, al parecer Illán Pappe se vanagloria de haber colaborado, incluyen, entre otros, los insultos de “perro judío” o “judío bastardo” recibidos por el ex embajador y su señora a la salida de un partido de fútbol. También durante la presencia de Schutz en España, pudimos contemplar en la Universidad Autónoma de Madrid la agresión física a Eytan Levy empresario israelí que se disponía a explicar su experiencia en energías renovables, y que tuvo que ser protegidos por la policía de una turba de unos 200 manifestantes. Así mismo, el entonces presidente de la Federación de Comunidades Judías de España, Jacobo Israel Garzón, fue recibido a gritos de “judíos, fuera de la universidad” por varios manifestantes que intentaron boicotear el acto sobre “Racismo y antisemitismo en la España actual”, con la excusa de la causa palestina. ¿Es esto parte de lo que Illan Pappe llama “trabajo bien hecho”, en lo que a España se refiere?

En cuanto a otros países, el día anterior a la publicación de este artículo, se pudo ver hasta donde pueden llegar las “incomodidades” a las que se puede someter a los diplomáticos israelíes con el violento ataque a la embajada en Egipto.

Por ello, preocupa especialmente cuando Pappe concluye su artículo con un llamamiento a “procurar la incomodidad no solo de los embajadores israelíes en todas las capitales europeas, sino también la de quienes les apoyan o tienen miedo de hacerles frente.” ¿Está el señor Pappe incitando a la violencia, no sólo contra los diplomáticos israelíes sino contra todos aquellos que no compartensu visión de Medio Oriente? Y lo que sin duda es más grave, ¿es EL PAÍS cómplice de este llamamiento al ofrecerle una Tribuna desde la cual realizarlo?

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