Ya de entrada, como para que no quedara ninguna duda, La Nación comenzaba su artículo del 15 de mayo de 2024 adoptando una posición. Los muertos palestinos en el marco del conflicto con Israel son, para el medio “asesinados” – es decir, matado con intencionalidad – y “víctimas” – más allá del número de muertos en combate.
De esa premisa – que aceptaba sin más los números de Hamás, amén de las serias dudas ampliamente documentadas, y del hecho que la ONU ha rebajado casi a la mitad las cifras de mujeres y niños muertos el 11 de mayo – partía.
Y, como de contaminar la imagen de un país parecía tratarse, había que introducir el término que denota la eliminación sistemática de un grupo. Ese recordatorio para el lector, esa llamativa palabra-moral, se insertaba fraudulentamente al decir que “la Corte Internacional de Justicia de La Haya le pidió a Israel que evitara actos” de tal tipo. Lo cierto es que dicha Corte, en la adición de medidas provisionales, llamaba en marzo a “garantizar con efecto inmediato que su [Israel] ejército no cometa actos que constituyan una violación de ninguno de los derechos de los palestinos de Gaza como grupo protegido en virtud de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio”. Parece que no hubiera diferencia, pero la hay. Eso sí, Hamás se evitaba el trámite jurídico.
Amén de la dificultad de seguir el hilo de una escritura que saltaba sin solución de continuidad de un tema a otro, llamaba la atención la falta de fuentes para sostener las afirmaciones que se hacían y la falta de conocimiento del tema. Por ejemplo, se preguntaba por qué el Comité Olímpico – que tardó más de 40 años en hacerle un homenaje a los atletas israelíes asesinados en las Olimpíadas de Múnich de 1972 – y la FIFA suspendieron a Rusia por su invasión a Ucrania, pero no a Israel. Este último país sufrió el ataque – la invasión de su territorio – por parte de grupos terroristas y civiles palestinos desde Gaza: su objetivo no era otro que matar, mutilar, violar judíos de manera sistemática. Un genocidio, vamos. O su intento; que un alto cargo de Hamás anunció que sería repetido “una segunda, una tercera, una cuarta” vez… Pero vista está la voluntad de darle la vuelta la realidad.
El artículo procedía a pasear el reflujo de libelos demasiado conocidos para que fuera un error. Sobre todo, cuando a continuación volvía a repetirlo en boca de futbolista. Decía el medio: “Hay un lobby que dificulta el análisis. Criticar la masacre de un pueblo, como sucede también en calles y universidades europeas, equivale a antisemitismo”.
De veras que es oneroso avanzar por un artículo que salta de un tema a otro, de un sitio a otro, más como un boxeador desesperado, que ve y no ve a su rival, que posiblemente se haya golpeado solo mientras hacía ejercicios de sombra, que como un profesional de la información.
Vamos a saltar así, como siguiendo sombras sin contexto, sin fuentes. Por lo pronto, si bien mencionaba a jugadores palestinos muertos – sin fuente, claro; sin exactitudes -, omitía mencionar a los deportistas israelíes asesinados en ataque palestino contra Israel el 7 de octubre pasado: 7 voleibolistas, 2 atletas, 2 futbolistas, 2 gimnastas, una nadadora, un yudoca, un triatleta y un jugador de waterpolo.
Y de pronto, el texto mencionaba a Jibril Rajoub, al que presentaba como “presidente de la Federación y también del Comité Olímpico de Palestina, político nacionalista, ex condenado a cadena perpetua”. ¿Sólo eso? ¿Es un dirigente deportivo? ¿De veras? ¿No es un líder palestino usando el deporte como herramienta para atacar a Israel?
Rajoub, es Secretario General del Comité Central de Fatah– que controla la Autoridad Palestina y la OLP – y ex jefe de la Fuerza de Seguridad Preventiva de la Autoridad Palestina (como tal, fue acusado con frecuencia de facilitar la tortura de los prisioneros y los opositores políticos). Pobre Rajoub.
Según informó el diario The Times of Israel en noviembre del pasado año, el dirigente de Fatah “justificó la masacre perpetrada por Hamás el 7 de octubre, en la que murieron más de mil personas en Israel, en su mayoría civiles, [y en la que los terroristas mutilaron, torturaron, quemaron y violaron de manera sistemática] como un acto ‘en el contexto de la guerra defensiva que libra nuestro pueblo’”. Pobre Rajoub, ¿no La Nación?
El mismo Rajoub que fue suspendido por un año por la FIFA en 2018 por haber sido “el autor de unas declaraciones en los medios invitando a los aficionados a tomar como objetivo a la Federación Argentina de fútbol y a quemar camisetas e imágenes de Lionel Messi”; dichos que “que la Comisión de disciplina consideró pues como incitación al odio y a la violencia”. El motivo: Argentina iba a jugar un partido con Israel, en ese país, previo al mundial de Rusia. Encuentro suspendido porque, como indicó el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino:
“Lo vivido en las últimas 72 horas, las acciones, las amenazas, nos han llevado a tomar la decisión de no viajar. Mi responsabilidad es la de bregar por la salud y la integridad física de toda la delegación y en mi función tomé esta decisión”.
Esto, ni más ni menos, se le pasaba a un diario argentino. Pobre Rajoub, ¿no?
Por cierto, Rajoub es quien, de acuerdo al Washington Times (9/05/ 2013) afirmó:
“Juro, que, si tuviéramos una bomba nuclear, la habríamos utilizado esta misma mañana”.
Nulo conocimiento nuclear el del “pobre” Rajoub. Porque si hiciera realmente eso, Cisjordania y Gaza correrían la misma suerte. O, acaso, sí sabe de los efectos de tal armamento, pero, como al liderazgo árabe en su momento, y al palestino en la actualidad, la población civil no les importa más que como herramienta.
¿Qué canción final le ponemos a este texto? ¿Un silencio contundente, como de omisión? ¿O un sonoro grito como el de los libelos bochornosos?
¿O nos preguntamos más cosas?
¿Ni una palabra sobre la decisión de la FIFA de concederle el pasado año el Mundial de fútbol masculino sub-17 a Indonesia luego de haberle retirado la celebración del Mundial sub-20 debido a que “un funcionario indonesio se opusiera a la participación de Israel”?
Como señalaba la Deutsche Welle, algo más de seis meses después de este hecho, se le otorgaba a Indonesia la organización de un mundial de fútbol – que estaba pautado para ser realizado en Perú (al que estimaron mal preparado para ello).
El propio diario La Nación no tuvo mucho problema en cubrir el Mundial de Catar, país que financia al grupo terrorista Hamás. Además, la construcción de esos estadios realmente supuso sangre, sudor y lágrimas. Un mundial que pasaba de la Rusia de Putin a la monarquía catarí. Pobre fútbol.
Claro que no es la claridad moral de la FIFA o el COI lo que andaba sugiriendo el texto que, llamativamente, figuraba en la sección deportiva, cuando estaba cargado de valoraciones que pertenecen más al ámbito de la opinión. Y, sin fuentes, al del cafetín.
Y como la última palabra es “cafetín”, la música será de despedida será un tanto evidente, casi trillada; pero es que lo males son un lugar común:
“Igual que en la vidriera irrespetuosa De los cambalaches Se ha mezclao la vida Y herida por un sable sin remaches Ves llorar la Biblia Contra un calefón”