La impostura del hospital al-Ahli para retomar la “narrativa” de Hamás

El grupo terrorista palestino Hamás rompió el alto el fuego – aunque no sean pocos los medios de comunicación y las organizaciones que intentan reconducir la realidad al relato compartido con dicho grupo y con la OLP, que afirman que dicha tregua “se rompió”, “venció” -, y, con el reinicio de los combates, van a volver los cómputos propagandísticos de Hamás que una mayoría muy sonora difundirá sin más como si los hubiera recibido de un gobierno democráticamente elegido y respetuoso de los derechos humanos básicos, y no de un grupo terrorista genocida.

Los números de fallecidos y heridos serán un instrumento más en el exagerado interés o, más bien, en la obsesión con el conflicto árabe-israelí – en su capítulo palestino-israelí. En realidad, no en el conflicto en sí, sino en tanto recurso para atribuirle a Israel los peores crímenes, con el objetivo de convertir al estado judío en un sinónimo de tales injusticias. Porque, sencillo truco donde los hay, si se acusa de algo a Israel ante la audiencia occidental – una y otra vez -, se puede crear la convicción de que el estado judío hace lo que se afirma.

Por ello mismo, luego de que Hamás perpetrara la brutal la masacre el 7 de octubre, muchos de los “periodistas” que “cubren” el conflicto, muchas de las ONG que dicen defender los derechos humanos (ya casi únicamente como eslogan con fines de recaudación) y organismos internacionales (con UNRWA a la cabeza) parecían estar esperando la primera ocasión para revertir la intromisión incontestable, indisimulable, de la realidad en su cuidada – o, más bien, repetida, moralista y chabacana- “narrativa” propagandística sobre el conflicto. Vamos, sobre Israel: su perversidad ha de ser absoluta para que se sostenga la sinonimia entre dicho estado y el concepto de injusticia e inhumanidad, para lo cual los palestinos han de ser víctimas inocentes absolutas y sin agencia moral.

Como se dice en Argentina, para ello cualquier colectivo (autobús) los dejaba bien; es decir, cualquier evento les servía como excusa, como disparador. Y, aprovechando un lanzamiento fallido del grupo terrorista Yihad Islámica Palestina que cayó en el estacionamiento del hospital al-Ahli el 17 de octubre, Hamás fabricó (disfrazado de Ministerio de Salud de Gaza) – con la ayuda de la ideológica (o mercantilista, o ambas) ‘credulidad’ de sus altavoces occidentales, que estaban predispuestos a tomar su palabra como impoluta verdad – el suceso que permitió regresar al guion habitual de hipérboles, falsificaciones, censuras y estereotipos: se pasó inmediatamente a la utilización ignorante, o interesada, de los términos “genocidio” y “limpieza étnica”, preferentemente.

No importa si el término es aplicable o no. Nunca ha interesado la realidad. Lo que importa es marcar a Israel ante la audiencia con el sello del oprobio; crear el problema que precise, justifique, una solución específica: la capitulación y sometimiento de Israel a la voluntad genocida de los líderes palestinos y sus socios regionales.

Para ello, huelga reiterar, los palestinos (vis a vis con Israel únicamente – la bicoca se extingue cuando se trata de Siria, Jordania o Líbano, por ejemplo), deben ser lo opuesto a la etiqueta que se busca adherir como una identidad a Israel. Al estado judío.

La cifra: excusa, disparador

De manera generalizada, pues, la esperpéntica cobertura periodística en general – y el bombardeo individual de los periodistas que la llevan a cabo – se sostiene en las cifras de bajas que ofrece Hamás en su faceta ministerial, burocrática. En definitiva, en la oportunista fe en la fiabilidad del grupo terrorista que acaba de perpetrar una atrocidad.

En este sentido, Kobi Michael, profesor e investigador del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de la Universidad de Tel Aviv, señalaba el 14 de noviembre que la credibilidad que los medios de comunicación y la comunidad internacional atribuyen al Ministerio de Sanidad de Gaza “atestigua la profundidad del sesgo e incluso la hostilidad en la cobertura global de la guerra en Gaza por parte de los principales medios de comunicación. El problema alcanza niveles intolerables cuando queda bien establecido que Hamás controla todos los ministerios e instituciones gubernamentales de Gaza, incluida la agencia UNRWA de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente, la gran mayoría de cuyos empleados son leales a Hamás. Esto incluye al presidente de la organización de empleados de UNRWA, el Dr. Sohail Alhindi, que es miembro de la dirección de Hamás en la Franja de Gaza”.

Algo que se corresponde con, como apuntaba Michael, “la estrategia de guerra de percepción de Hamás, que trata de establecer y moldear el conflicto en torno a la imagen del victimismo palestino y del desastre impuesto desde el exterior, a través de los medios de comunicación y de la diplomacia internacional, la sociedad civil y los grupos internacionales de derechos humanos que Hamás moviliza y con los que coopera activamente para presionar al Estado de Israel para que ponga fin a sus operaciones militares defensivas”.

Así, Hamás proporcionó unas cifras y ocultó otras – o las incluyó con las primeras. Suministró las que requería su necesidad y, a la vez, las que saciaban el marco occidental de “colonizado” frente a “colonizador”, de “oprimido” y “opresor”.

Para tal fin, indicaba Lenny Ben-David, director del Instituto para las Relaciones entre Estados Unidos e Israel en el Jerusalem Center for Public Affairs, el 30 de noviembre, Hamás dejó de dar detalles sobre sobre la edad y el sexo de las víctimas. “Las cifras indiscutibles publicadas por el ministerio de Hamás y repetidas por la prensa son fantasiosas estadísticas propagandísticas”, sostenía.

Michael decía, casi a modo de propuesta, que el punto de partida para evaluar la información distorsionada y errónea de Hamás sobre las víctimas es “su informe mendaz y premeditado en el que acusa a Israel de bombardear el Hospital al-Ahli en el sur de Gaza el 17 de octubre. Minutos después de que el cohete mal disparado de la Yihad Islámica Palestina cayera en el aparcamiento de ese hospital, el Ministerio de Sanidad se apresuró a denunciar al ejército israelí como responsable”, atribuyéndole 100 muertos. “En menos de una hora, la cifra de muertos ascendió a 500”. Todo era mentira: autoría y número de víctimas. Pero Hamás, evidentemente, no corrigió su “informe”. Y la mayoría de medios ya había tomado carrerilla en sus labores anti-periodísticas.

Por cierto, Michael añadía que posteriormente quedó claro que las víctimas de ese cohete fallido palestino no superaban las 40. Muy lejos de las 500 de las que el Ministerio de Hamás había dado cuenta originalmente.

Entonces los medios no verificaron. Hoy siguen en las mismas: sin comprobar y utilizando la misma “fuente”. Y es que Hamás, muchos medios, la UNRWA y unas cuantas ONG, habían encontrado la punta del hilo habitual que, en lugar de conducir fuera del laberinto, conduce a la audiencia occidental al terreno de sus intereses.

De tal manera, las cifras empezaron a sucederse, igualmente no verificables, igual de, cuanto menos, dudosas. Por ejemplo, Ben-David, decía que el Ministerio estrella de Hamás informaba el 31 de octubre que más de 400 palestinos habían muerto en un ataque aéreo israelí en el “campamento de refugiados” de Jabalya. Mas, destacaba, los vídeos de la escena mostraban poca actividad de rescate en el lugar. Es más, la fotografía que ilustraba el artículo de Ben-David, donde se veía una gran depresión no natural del suelo, venía acompañada de un pie donde se indicaba que: “El cráter de Jabalya se debe a una bomba de fragmentación que penetró en el suelo y derrumbó un túnel subterráneo. Las ondas de choque resultantes, similares a las de un terremoto, dañaron los edificios de la periferia”. Túneles de Hamás bajo la zona residencial.

Cifra mata realidad, cifra mata crimen; cifra sirve para romantizar el terrorismo palestino. En el universo anti israelí bastan – o, acaso más bien, son necesarios – las reducciones a eslogan, a falsificación envenenada, a vocablo contaminado, a banalización desvergonzada. Corto, sin elaboración, que nadie piense, que a nadie se le ocurra que las sentencias deben sostenerse en argumentos, hechos. Israel, pues, es cifra en del debe, “genocidio”, “masacre”, “indiscriminación”, “desproporcionalidad”, y lo que haga falta – es sencillo, no hace falta más que pronunciar para que “sea”; como un acto performativo.

Michael, y siempre de acuerdo al Ministerio de Hamás, advertía que el día 5 de noviembre el Ministerio de Hamás había informado de 10.042 palestinos muertos. El día siguiente, esa cifra trepó a 13,492. Michael entonces se preguntaba si en un día habían muerto realmente tres mil personas; y dónde, de ser cierto tal número, estaban enterradas esas víctimas.

Cabría añadir como interrogante, si acaso las muertes naturales se estarán también computando a cuenta de Israel…

Michael continuaba con las inquisiciones que debería plantearse cualquier periodista, cualquier “investigador” de ONG, miembro de organismos internacionales – pero no va de eso la cosa: ni de informar, ni de derechos humanos, ni siquiera de los palestinos -:

“¿Quién se ha encargado de comprobar la distribución por edades de los miles de niños muertos y heridos? Según las definiciones de las Naciones Unidas y otros organismos, cualquier persona menor de 17 o 18 años es considerada menor. Sin embargo, una simple consulta en Google sobre el entrenamiento militar de Hamás para niños y el reclutamiento de niños por Hamás como terroristas genera decenas de miles de resultados, incluidos miles de vídeos, que ilustran, de la forma más clara posible, cómo Hamás envenena las mentes de los niños desde la edad preescolar, los entrena militarmente en campamentos de verano y recluta a jóvenes de entre 13 y 18 años”.

Entonces, Michael hipotetizaba:

“Al menos la mitad de los muertos y heridos son probablemente miembros de Hamás, ya sean terroristas armados o miembros del ‘establishment’ de Hamás, que legalmente se consideran terroristas a todos los efectos porque son parte integrante de la infraestructura gubernamental de Hamás. Un número significativo de los ‘niños’ declarados muertos o heridos son jóvenes de entre 13 y 18 años, que se encontraban en las instalaciones de Hamás o incluso participaron activamente en los combates.

Del número restante, una cantidad significativa de muertos y heridos resultaron de lanzamientos fallidos de cohetes que cayeron en corto, como el que cayó sobre el hospital al-Ahli. Las pruebas de radar de las IDF muestran que los cohetes errantes suponen alrededor del 10% del total de cohetes disparados desde Gaza (el porcentaje es mayor en el caso de los cohetes de la Yihad Islámica). Con casi 10.000 cohetes disparados desde el comienzo de la guerra, hay que suponer que cerca de 1.000 cayeron en la Franja de Gaza, lejos de los objetivos civiles israelíes previstos.

De las bajas restantes hay que sustraer a todos los ciudadanos que huyeron del norte de la Franja de Gaza hacia la zona segura del sur y que fueron asesinados por Hamás. Al mismo tiempo, otros gazatíes fueron tomados como rehenes por la negativa de Hamás a permitir la evacuación de civiles, utilizando a la población de Gaza como escudos humanos en instalaciones civiles. Estos edificios civiles, viviendas, escuelas y otras instalaciones públicas se convirtieron en cuarteles generales militares de Hamás, bases de lanzamiento y depósitos de armas poblados por personal de Hamás. De este modo, se convirtieron en objetivos militares legítimos según el derecho internacional”.

Conclusión, o continuación

Comentaba Luke Baker, que fue jefe de la oficina de Reuters en Jerusalén, en su cuenta de X, que Hamás tiene un claro incentivo propagandístico para inflar al máximo las víctimas civiles. “No niego en absoluto que haya civiles muertos, incluidos muchos niños – decía -. Eso es verificable. Lo que no es verificable son las cifras que surgen a lo largo del día desde Gaza de nuevas víctimas mortales: 700 muertos en las últimas 24 horas, 500 muertos en la explosión del aparcamiento del hospital Ahli, 5.000 muertos desde el 8 de octubre, etc., etc. Estas cifras son enormes Y prácticamente no verificables. La única fuente de la que disponen las organizaciones de noticias es Hamás”.

Una organización terrorista cuyo Ministerio de Sanidad, como indicaba el profesor Michael, únicamente “informa sobre víctimas palestinas atribuyéndolas exclusivamente a ataques de las Fuerzas de Defensa de Israel. Los informes sobre bajas de Hamás están notablemente ausentes de los informes del Ministerio de Sanidad de Hamás”.

Baker advertía finalmente que “es necesario al menos un mínimo de escepticismo con respecto a las cifras de muertos, que se actualizan rápidamente y a menudo se redondean. Los periodistas y los funcionarios de la ONU lo saben, pero siguen repitiendo las cifras difundidas por Hamás, o por funcionarios con Hamás respirándoles en la nuca… [N]o hay duda de que un elevado número de civiles está muriendo cuando Israel lleva a cabo ataques aéreos contra objetivos de Hamás en Gaza. Hay múltiples razones para ello, incluyendo tácticas torpes y armamento excesivo, objetivos bien escondidos, errores y, sí, Hamás utiliza a civiles como ‘escudos humanos’. Esto ocurre. He sido testigo de ello”.

Probablemente muchos de los que hoy en día difunden los números proporcionados por Hamás también han sido testigo de ello – y de aquello, y de lo de más allá; no es que Hamás se corte mucho de puertas adentro –, o al menos lo saben muy pero que muy bien.

Así les va a los civiles en Gaza.

Así anda buena parte de las sociedades occidentales: entre hiperventilados identitarismos que niegan ciertas identidades; entre morales sin ética, sin razón, y en medio de un trapicheo de prejuicios descarado.

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