EL PAÍS: Contexto sin contexto o el especial de todos los días

Coincidiendo con los 49 años de la Guerra de los Seis Días, o tal vez debido a la iniciativa de paz francesa, El País publicó una serie de artículos, gráficos y fotografías bajo el rótulo: “La ocupación israelí”.

Al no estar sujeto a la inmediatez cambiante de la información, se supone que un Especial permite contextualizar y ahondar en una situación determinada. Nada más lejos en este caso. El Especial tenía de especial sólo hecho de que dedicaba un espacio a un tema concreto: el sufrimiento palestino.

Ni una sola voz que pudiera explicar la situación del lado israelí tuvo cabida en ninguno de los artículos.

Leyendo los textos de El País, parecería que la ocupación se creó por generación espontánea. Ni una sola explicación histórica de cómo se llegó a la situación. Se menciona la guerra de 1967 en varias ocasiones, pero jamás se explica que fue producto de una agresión árabe (una guerra defensiva). Tampoco se hace una sola mención al terrorismo palestino, ni a los ataques con cohetes, ni a ninguna responsabilidad que los líderes palestinos pudieran tener en el sufrimiento de su propio pueblo.

En definitiva, un ejercicio de sesgo informativo destacable, en el que los palestinos sólo tienen un rol: víctimas absolutas de Israel. Meros objetos de la acción externa, nunca sujetos.

1- Las restricciones de movimiento Medio siglo de barreras y puestos de control en Cisjordania

Apenas hay cabida en el Especial para retroceder más allá de 1967. Tan sólo en el capítulo dedicado a Hebrón existen unas líneas para hablar de la guerra de 1948. OJO: no para explicar que todos los países árabes atacaron al flamante estado independiente de Israel, sino para hablar de las consecuencias que el ataque tuvo en la población… árabe palestina:

“En la aldea palestina de Walaja, cercana a Belén, sus habitantes ya sufrieron un desplazamiento forzoso cuando surgió el Estado de Israel, en 1948, y perdieron parte de su territorio.”

De hecho, el artículo de Hebrón daba a entender que los judíos son elementos extraños en dicha ciudad. Así, olvidaba mencionar la masacre de 1929 durante la cual los judíos fueron asesinados, expulsados tras siglos de presencia y sus bienes confiscados. Volvieron en 1967.

Otro detalle interesante de ese mismo artículo es que El País, tan dado a jeararquizar los lugares sagrados, cuando se trata de explicar que la mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén, es el tercer lugar más sagrado para el Islam, olvide mencionar que la Tumba de los Patriarcas en Hebrón es el segundo lugar más sagrado del judaísmo (el primero es precisamente el Monte del Templo, sobre el que se construyó la mezquita recién mencionada).

2- Las colonias Una nación judía sin papeles

Una vez más, la ocupación surge de la nada (“Desde que ocupó Cisjordania y Jerusalén Este tras la guerra de 1967, Israel no ha dejado de colonizar…”). Aunque en este artículo llama más la atención el tema del agua.

a) El Agua

En el artículo Israel es acusado de que:

“los 400.000 israelíes de los asentamientos de Cisjordania consumen seis veces más caudal de agua que 2,75 millones de palestinos. ‘Esta desproporción es insostenible. Los 9.000 colonos judíos que ocupan tierras cultivables en el valle del Jordán’, advierte, ‘absorben una tercera parte del agua que consume toda la población palestina en Cisjordania’”.

Una vez más, la contraparte israelí brilla por su ausencia, a pesar de que la cuestión del agua es suficientemente compleja como para que el periodista no se limite a repetir una aseveración sin contrastarla con otras fuentes.

El País hubiera podido contextualizar su artículo recordando que palestinos e israelíes firmaron el Acuerdo Provisional Palestino-Israelí sobre Cisjordania y la Franja de Gaza en septiembre de 1995 (a partir de los acuerdos de paz surgidos de Oslo II), que estipula la distribución del agua. Y según las cifras, Israel entrega a los palestinos incluso más agua de la acordada en dichos acuerdos.

Otra cosa es que, por motivos políticos, la Autoridad Palestina haya decidió no implementar su parte del acuerdo. Por ejemplo, el hecho de que a partir de 2008 Israel aprobó la perforación de 70 pozos de agua (principalmente en el Acuífero del Este), con una capacidad extracción total estimada en más de 50 millones de metros cúbicos de agua (MCM) al año. Pero aproximadamente la mitad de estos pozos aún no han sido perforados o puestos a funcionar por la Autoridad Palestina del Agua (PWA por sus siglas en inglés).

b) Israel “intenta” mantener una apariencia de legalidad

El corresponsal afirma que:

“Israel intenta mantener una apariencia interna de legalidad en la ocupación. El llamado Cogat (Coordinación de Actividades del Gobierno en los Territorios) es una especie de Administración civil dirigida por las autoridades militares”

¿Qué significa que “intenta mantener una apariencia interna de legalidad en la ocupación”? ¿Respetar los acuerdos de Oslo es “intentar” mantener “apariencia” de legalidad? Porque recordemos que COGAT no sólo es legal, sino que así ha sido acordado de forma directa entre Israel y los palestinos en el marco de los Acuerdos de Oslo, con los auspicios de la Comunidad Internacional. En dichos Acuerdos (Oslo I y Oslo II) la zona C quedó bajo control exclusivo de Israel y COGAT es la autoridad legal sobre ese territorio, reconocida como tal por Estados Unidos, la Unión Europea, así como por los propios palestinos.

3- El bloqueo a Gaza Esperando a Erdogan en Gaza

Otro homenaje a la omisión. Ni una sola mención en todo el artículo a los ataques de Hamás contra Israel. De hecho, si la ocupación se creó por generación espontánea, el bloqueo a Gaza apareció de golpe, por capricho israelí.

Para empezar el artículo, un error de fechas importante:

“Formalmente, la colonización israelí concluyó en la Franja hace una década, con la salida de las últimas tropas y colonos, pero desde entonces Israel mantiene sellado el enclave costero palestino, con la cooperación del Gobierno de El Cairo en el sur.”

No. Israel se retiró en 2005. El bloqueo se inicia dos años después, tras el golpe de estado en el 2007 en Gaza de Hamás, que expulsó por la fuerza y acribillando a decenas de militantes de Fatah; y tras continuos ataques de Hamás contra Israel. Israel declaró entonces esa zona “entidad hostil”.

Interesante notar que en el artículo anterior, el corresponsal se refirió a COGAT como si fuera una máscara de legalidad, pero en este artículo sobre Gaza, olvida mencionar a COGAT y a los cientos de camiones diarios con ayuda a Gaza que entra a través de Israel.

La ONU declaró el bloqueo naval legal (Informe Palmer) pero de eso el lector tampoco se enterará leyendo el Especial de El País.

Obviamente, la Flotilla a Gaza es mencionada, pero el periodista no la pone en contexto, simplemente habla de “el asalto de comandos israelíes a una flotilla internacional con ayuda humanitaria a Gaza en el que murieron 10 ciudadanos turcos en 2010.”

No, la autodenominada “Flotilla de la libertad” no tenía como objetivo la entrega de ayuda humanitaria (gran parte de la mercancía estaba caducada, aparte de que se podía haber hecho llegar por los cauces legales destinados a ello), sino el de romper el bloqueo y provocar una reacción internacional. Los propios organizadores de la flotilla lo han declarado así. Lubna Masarwa, coordinadora de Free Gaza a bordo del Mavi Marmara, lo definía en una entrevista para la BBC de la siguiente manera:

“Los medios de comunicación son parte de la historia. Los medios son una de las herramientas que utilizamos para llamar la atención sobre Gaza. Nuestro objetivo es abrir una vía a Gaza”

Ningún medio de referencia no politizado se sigue refiriendo a la flotilla como una “flotilla humanitaria”.

Tampoco busquen encontrar en este artículo ni una mención a las torturas, asesinatos, ejecuciones públicas, etc., por parte de Hamás contra su propio pueblo. Eso no interesa, sería matizar. Sería salirse del guión preestablecido, según el cual los palestinos nunca actúan, sólo reciben la acción de los israelíes.

El País no ha informado, en el amplio sentido de la palabra. Estos artículos tan sólo han servido para contar una parte de la historia, sin el más mínimo interés por lo que los otros puedan contar.

Algo impensable a la hora de explicar lo que sucede en el otro lado del conflicto. Por ejemplo, en los días en que estos artículos veían la luz, se celebraba en Israel el Gay Pride Parade. El País publicó un colorido artículo al respecto, en el que se hablaba de las quejas de los palestinos contra los israelíes:

“En la marcha reivindicativa del sábado también aparecieron algunas pancartas quejándose del “lavado de cara” que Tel Aviv —y por extensión Israel— hace con el Orgullo (algo que los colectivos definen como Pink Wash): “Turistas, habéis visitado ya los checkpoints? Fin de la ocupación”, defendía un manifestante con un cartel en una de las calles. “Hay opiniones para todo, pero creo que no hay que mezclar las cosas”, defendía el actor y activista gay Tal Kallai. “No hay duda de que el Orgullo de Tel Aviv visibiliza y defiende los derechos LGTB de todo el mundo. “No me parecer bien atacar a una cita que pelea por los derechos de una minoría; por el colectivo LGTB sin pensar en razas ni religiones ni nada”, añade lamentando que se intente vincular el conflicto israelí-palestino con el Orgullo.”

Es decir que la contraparte importa, sólo si es palestina.

Todo mucho más digno de un blog que de un medio serio.

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