El País publica una editorial llena de errores y afirmaciones falsas

Acuerdo de Camp David. Anwar Sadat, Jimmy Carter y Menachem Begin

La editorial titulada: La cuasiteocracia israelí, del 27 de junio en las páginas del periódico El País, invita a la pregunta ¿De qué cuasiteocracia habla El País?

El estridente concepto en el titular, “la cuasiteocracia” requiere amplios argumentos para sostenerse. Después de todo, cualquier estudiante de ciencias políticas tendría que ofrecer de inmediato una serie de teorías y definiciones para justificar el rótulo de “teocracia” o “cuasi-teocracia”. Nada de eso en este artículo. Después de señalar a Israel con ese titular, la nota consiste en dos cortos párrafos resumiendo su versión de “la historia de Israel” llenos de falsas afirmaciones y mentiras, y termina por declarar, falsamente, que Israel hoy en día es una “teocracia-militar”.

Al comenzar declara:

A Israel le convendría echar una mirada hacia su pasado y sacar conclusiones. La deriva comenzó, quizás, con la guerra de 1967, en la que el Gobierno de Jerusalén ocupó Cisjordania, el Sinaí egipcio, las colinas del Golán sirias, y Jerusalén-Este, colmando al país de una glotonería territorial que ha llevado a un punto de muerte virtual, en el que Israel simula que negocia para ganar o perder tiempo, y los palestinos disimulan su impotencia, hija de la odiosa división entre la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas y el movimiento terrorista de Hamás, que domina Gaza. (negritas nuestras)

Un punto encomiable que ofrece esta narrativa es llamar a Hamas por su justo nombre: “el movimiento terrorista de Hamas”. Esnotable que El Paísremarcaa sus lectores que Hamas gobierna a los ciudadanos en Gaza y mantiene relaciones con sus dos países vecinos ejerciendo el terrorismo.

El argumento en este párrafo de que Israel mantiene los territorios disputados de Cisjordania por “glotonería territorial”, es contradictorio a los hechos históricos, y por lo tanto, una mentira. Los hechos son que la Cisjordania fue ofrecida por Israel repetidamente primero a Jordania y luego a los Palestinos a cambio de la paz. De hecho, Jordania firmó la paz con Israel pero rechazó la Cisjordania y posteriormente los palestinos rechazaron la oferta de las tierras porque tenían prioridades más importantes que la de crear su Estado propio. En cuanto al Sinaí egipcio, el líder Anwar Sadat recuperó ese territorio a cambio de firmar la paz con Israel. Siria, por su parte, se ha negado a negociar la paz con Israel, y no a la inversa. Jerusalén-Este sí está bajo la soberanía de Israel, contiene lugares sagrados para el judaísmo y una población judía y árabe, y, a pesar de ser territorio en disputa, también fue puesto en la mesa de negociaciones por el Primer Ministro israelí Ehud Barak durante Camp David, pero como la Cisjordania, la oferta fue rechazada por Yassir Arafat, líder de la OLP.

La tergiversación de los acontecimientos históricos y la irresponsable atribución por la continuidad del conflicto es completa y absoluta en esta narrativa de El País. Este periódico da la vuelta a la verdad y pone en la silla de los acusados a Israel. El País ignora que Israel conquistó esos territorios en la guerra de junio de 1967 en la que se vio envuelta a pelear en defensa propia tras ser atacada en tres frentes por Egipto, Siria y Jordania. En lugar de ser derrotada y aniquilada, Israel prevaleció y ocupó esas tierras. Por su parte, a los diferentes intentos del Gobierno israelí de entregarlas a cambio de paz en sus fronteras y de una política de buena vecindad, la respuesta árabe, a excepción de Egipto y Jordania, ha sido, repetidamente desde 1967: no a la paz, no a la negociación con Israel, no al reconocimiento de Israel, sí a la recuperación de toda la tierra de Israel.

Es entonces insólito cómo El País narra esta historia, describiendo a Israel como cínica en cuanto a la paz: “en el que Israel simula que negocia para ganar o perder tiempo” y a los palestinos como pasivas víctimas que “disimulan su impotencia”. Por lo visto, atacar y asesinar a civiles a través de atentados suicidas terroristas y lanzar cohetes contra las poblaciones no constituye una agresión, sino mera impotencia. Israel ha tratado de negociar repetidamente, no como simulacro, sino con ofertas reales de tierras por paz, empezando con el Plan Alon y siguiendo con las ofertas de Rabin, Barak, Olmert y Netanyahu, mientras que los palestinos no han disimulado impotencia sino usado el terrorismo abiertamente contra Israel.

El párrafo a continuación detalla:

En los años noventa, por el contrario, crecía en Israel un sentimiento denominado postsionista, que hacía pensar que una nueva generación se acomodaba a la idea de una paz sin vencedores ni vencidos y que, no sin lógicas dificultades achacables al radicalismo palestino del todo o nada, podía poner término a la contienda más longeva del mundo, un siglo bien contado. La teoría concomitante era la de que la demografía palestina, la guerra de los vientres, haría inevitable la retirada de los territorios ocupados, para que Israel no tuviera que albergar un día una mayoría árabe que haría imposible la democracia o la judeidad del Estado.

“El radicalismo palestino del todo o nada” es exactamente la postura que ha prevalecido en las filas políticas palestinas, tanto de la OLP como de Hamas. Éste ha sido el elemento singular más determinante del conflicto y uno que raramente es mencionado por aquellos que culpan exclusivamente a Israel y sostienen que los palestinos son víctimas inocentes y no elementos extremistas que no reconocen a Israel como país en el Medio Oriente.

A continuación declara el artículo:

Pero un nuevo punto de inflexión se dio con la victoria del ultranacionalista Ariel Sharon en las elecciones de 2001. El general, aclamado héroe en una guerra sin cuartel contra el pueblo palestino, logró acreditar la idea de que era posible retener la mayor parte de lo conquistado sin tener que pagar un altísimo precio político y militar. La paz podía esperar.

Que [Ariel Sharon] “logró acreditar la idea de que era posible retener la mayor parte de lo conquistado sin tener que pagar un altísimo precio político y militar” es una descripción falsa y mentirosa de lo que en verdad caracterizó el gobierno de Ariel Sharon. ¿No fue acaso Ariel Sharon como primer ministro el que ordenó la retirada completa y total de Israel de Gaza? ¿ No fue Ariel Sharon el que tenía planeada una retirada unilateral similar de Cisjordania? (La cual se retrasó y congeló debido a la actividad terrorista de los palestinos de Gaza hacia Israel luego de que ésta se retirara de Gaza). En realidad, Ariel Sharon fue el líder que se atrevió a implementar las conclusiones de los postsionistas y de la “guerra de los vientres” que el artículo cita. El argumento que Ariel Sharon quiso “retener la mayor parte de lo conquistado” es malicioso dado que fue justamente Sharon el que devolvió el territorio completo de Gaza. Sharon casi desató una guerra civil al mandar al ejército a arrancar a los colonos de sus casas y campos cultivados por 30 años, con el resultado que muchos de éstos hasta hoy en día viven en la pobreza en Israel, habiendo perdido todo en esa retirada de Gaza. Y la pregunta en Israel fue, ¿Para qué se devolvieron los territorios de Gaza? Después de la retirada de Israel de Gaza, no hubo paz ni desarrollo, sino que Hamas fue elegido al poder por los palestinos, y Gaza se dedicó al lanzamiento de cohetes y morteros a los poblados civiles del sur de Israel. Que la paz no depende de Israel y su control de los territorios ocupados en 1967 quedó una vez más en evidencia.

Ambas acusaciones de la nota de que Israel padece de “glotonería territorial” y de que Sharon fue un lider resuelto a “retener territorios” -cuando fue justamente Sharon el que los devolvió de forma unilateral- son evidentemente falsas. Los territorios en manos de Israel no son la causa del conflicto, puesto que la historia demuestra que estos territorios fueron ofrecidos por varios primeros ministros israelíes o devueltos unilateralmente. El conflicto se mantiene candente porque los palestinos y países musulmanes lo atizan. Está claro que la causa real del conflicto es la negativa de los palestinos y los países de la zona de reconocer a Israel.

Y ya cuando nos olvidábamos que este artículo tiene como titular “la cuasiteocracia israelí”, y habíamos perdido toda esperanza de que se demostrara la validez de ese rótulo aplicado al régimen de gobierno en Israel, leemos la parte final de la nota:

Y al unísono de lo anterior ganaba terreno una línea de gobierno teocrático-militar para la que toda salud se halla contenida en la Biblia: lo que el libro de libros dijo que pertenecía al pueblo elegido, debía serlo para siempre jamás. En esa tesitura vive el gobierno de Benjamin Netanyahu. Y, por esa razón, la paz en Oriente Próximo está hoy más lejos que nunca.

Con estas tres o cuatro oraciones, El País concluye que Netanyahu gobierna en un sistema teocrático-militar dado que obedece a “ la Biblia: lo que el libro de libros dijo que pertenecía al pueblo elegido, debía serlo para siempre jamás.”

Del propio Netanyahu escuchamos estas palabras: “In my vision of peace,” he said, “in this small land of ours, two peoples live freely, side-by-side, in amity and mutual respect, each with its own flag and national anthem.” “En mi visión de la paz, en esta pequeña tierra nuestra, dos pueblos viven libremente, uno al lado del otro, en amistad y respeto mutuo, cada uno con su bandera y su himno nacional” Lo cual claramente desdice que Netanyahu se rige por la Biblia y lo que allí se documenta como territorios del antiguo reino de los hebreos. Como los líderes que le antecedieron, Netanyahu se ha declarado dispuesto a negociar la paz e inclusive, a admitir un estado palestino. Esto es un gran cambio en su postura política, la cual consideraba que un estado palestino entre Jordania e Israel era peligroso para la seguridad del Estado de Israel. Obviamente Netanyahu no pretende obedecer los límites del reino antiguo de Israel que se encuentran en la Biblia. Netanyahu ha declarado en un discurso público que apoya la solución de Dos Estados para Dos Pueblos y ha exigido solamente que los palestinos también acepten al Estado de Israel a la par de un Estado Palestino.

En cuanto a la caracterización del gobierno de Netanyahu como “teocracia-militar”, los hechos son que Israel se gobierna con un sistema parlamentario representativo con una diversidad de partidos políticos, religiosos, laicos, árabes, judíos y de todos las ideologías, desde unaderecha conservadoraa una izquierda muy progresista. Una Corte Suprema laica dictamina en forma independiente y es reconocida y respetada por los otros brazos del poder. Nunca ha habido en Israel un conato militar. El ejército está bajo las órdenes del gobierno civil. Que el estilo de vida en Israel incluya el sábado como día de descanso y las conmemoraciones judías como feriados nacionales no es diferente de lo que ocurre con la religión en cualquier otro país, cristiano o musulmán. Eso no hace a Israel una teocracia como no hace a España una teocracia tomarse vacaciones en Semana Santa. Por dar un ejemplo, la Corte Suprema de Israel recientemente dictaminó que es ilegal la separación entre niñas sefaradíes y ashkenazíes (dos grupos con diferentes tradiciones) en una escuela religiosa. Claramente, la religión, o un tribunal religioso, no prevalece en Israel, sino que las personas e instituciones religiosas deben acatar la ley del estado. Israel, entonces, no es una teocracia.

Es Israel una teocracia porque la Biblia se coloca en el centro del argumento sobre la conexión del pueblo judío con la tierra de Israel? Definitivamente no. Cualquier partido político en Israel estaría dispuesto a entregar territorios que fueron parte del reino de Israel en la época bíblica a cambio de una paz verdadera con el pueblo palestino. Si los palestinos respetaran y admitieran la conexión real y existencial del pueblo judío con la tierra de Israel, inclusive en territorios – como la Cisjordania – en los que los palestinos son mayoría, no habría conflicto entre estos dos pueblos.

El País en este artículo llega a la conclusión inverosímil de “Por esa razón [Netanyahu, la Biblia y el gobierno “teocrático-militar], la paz está hoy más lejos que nunca” luego de que todos y cada uno de los argumentos que le preceden son errores o simples mentiras.

El artículo de El País es claramente sesgado, erróneo y falso en todas y cada una de sus afirmaciones.

Tanto la afirmación de “glotonería territorial” por parte de Israel, como la de que Ariel Sharon decidió no devolver territorio o Benjamin Netanyahu gobierna en una teocracia-militar, todas son falsas y en completa contradicción con la verdad histórica. El título “la cuasiteocracia israelí” se comprueba como nada más que una mentira. Grupos religiosos minoritarios existen en muchos países, y es la capacidad de los gobiernos civiles de controlar el extremismo religioso lo que hace que se consideren esos regímenes como democráticos. Israel es decididamente uno de esos regímenes.
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