El País: modificaciones y supresiones para inventar una opinión (que antecede al hecho)

La realidad rara vez casa con la ideología; y cuando se tocan, rara vez lo hacen de manera exacta. Pero el diario español El País, al menos cuando de Israel (y del conflicto árabe-israelí) concierne, pretende que sus lectores crean que lo hace acabadamente: el prejuicio deviene la realidad – y para ello, claro está, hay que hacer algunas modificaciones, algunas supresiones.

El diario de un país que atraviesa una crisis sanitaria – y, muy previsiblemente, económica y política -, dedica un editorial (16 de marzo de 2020), ni más ni menos, a promover o pedir la expulsión de Netanyahu del gobierno y, presumiblemente, del quehacer político israelí.

Para construir el texto (o la posible alianza que podría desplazar a Benyamin Netanyahu – candidato del partido más votado), el medio parte de un supuesto falso: que la Lista Conjunta árabe – a la que identificaba como quinta fuerza política del país, cuando en realidad es la tercera, tal como apuntaba el propio medio el 9 de marzo – que debería formar parte de la coalición, y es “estigmatizada como enemiga de Israel”, “representan a la quinta parte de la población israelí” y que “defiende los derechos ciudadanos de los árabes israelíes”.

La modificación, pues, resulta de la necesidad transformar el carácter de la lista conjunta de partidos árabes en una coalición “por una parte de los israelíes”. La supresión, de más está decirlo, supone el silenciamiento del verdadero carácter ideológico (los objetivos) de al menos importantes integrantes de dicha lista.

Liel Leibovitz señalaba en artículo publicado en Tablett Magazine, que la lista, a pesar del apoyo de la lista árabe conjunta al candidato de la segunda formación más votada, Benny Gantz, la misma “sigue siendo un partido vehementemente anti sionista cuyos miembros han expresado a menudo su apoyo a terroristas convictos”. Anti sionista: es decir, contrarios al derecho del Pueblo judío a su propio estado, a la existencia de Israel. Y además, apuntaba que miembros destacados de esta lista han manifestado su apoyo a terroristas que han atentado contra israelíes.

Por otra parte, Leibovitz explicaba que “la lista conjunta está formada por hasta cuatro partidos árabes-israelíes distintos. Uno de ellos, Ra’am, está estrechamente vinculado a la Hermandad Musulmana [de la cual el grupo terrorista Hamás es una rama]…”. Además, de este partido, también se encuentra Balad, una de cuyas exdiputadas, Hanin Zoabi, luego del secuestro y asesinato de tres adolescentes israelíes por parte de palestinos en 2014, se negó a calificar a aquellos responsables como terroristas, argumentando que no tenían otra opción que el recurso de la violencia hasta que “Israel recupere la sobriedad”. Se trata de la misma política que acusó a Israel de “cosechar” los órganos de los palestinos presos, y que, en 2017, en un discurso dijo que el “sionismo es hostil a los derechos humanos en todo el mundo” y que lo judíos no tienen derecho a la autodeterminación. “Aún es considerada una heroína en su partido”, apuntaba Leibovitz.

Además, el autor del texto mencionaba que el número tres de la lista, está Ahmed Tibi, el antiguo asesor de Yasser Arafat, que, en 2012, fue reprendido por la Knesset (parlamento de israelí) después de pronunciar un discurso en Ramallah para celebrar el Día Internacional de los shahids, o mártires. ‘El ocupante quiere llamarlos terroristas’, dijo entonces, ‘pero nosotros decimos que no hay nada más noble que morir por su patria’”.

No se trata de un “estigma” – una marca de “mala fama” que se pone desde fuera -, sino de una observación de la realidad, puesto que, como señalaba UK Media Watch, más allá de que oficialmente la lista apoye la solución de dos estados, lo cierto es que distintas facciones de la coalición de partidos árabes mantienen sus propias posiciones. De tal manera que, por ejemplo, Balad no se opone a la mencionada solución como tal, pero la “ve sólo como un paso intermedio hacia un único estado democrático”.

Y mientras se afana por retocar y borrar, bajo el radar de El País (que lo tiene a “ras de Israel”), y en las profundidades del voto a la lista árabe conjunta, se mostraba la realidad: decía el árabe-israelí Yosef Haddad que, si bien “el potencial de voto en la comunidad árabe es significativamente grande, “una vez más hubo escaños de la comunidad árabe que se perdieron a favor de otros partidos, y principalmente cientos de miles de personas permanecieron en sus hogares en la desesperación y no salieron a votar”. ¿Por qué?, si la lista conjunta trabaja por ellos. Porque “siguen hartos de la Lista Conjunta y no tienen un solo partido alternativo por el que votar”.

Y continuaba Haddad:

“A fin de cuentas, una cosa es segura: en la próxima Knesset no hay posibilidad de que la Lista Conjunta esté en el gobierno, y seguro que los miembros árabes del Knesset no cambiarán lo que son. Continuarán tratando cualquier otro asunto que no seamos nosotros, los árabes israelíes”.

Pero esta no es una de las voces que el medio español está dispuesto a escuchar y a llevarle a sus lectores. No se ajusta a su posición tomada de espaldas a los hechos.

Hay algunos otros “detalles” en el editorial de El País, pero lo central es esta transformación (positiva: un lavado de cara en toda regla; tanto, que el rostro es otro) de una serie de partidos que históricamente han dejado muy en claro sus prioridades, a la vez que se adjetiva negativamente.

Y es que el medio, con su obsesión con Israel a cuestas, más que una redacción se parece cada vez más en una sala de guionistas para el agit-prop contra el Estado judío.

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