Dos medios, un mismo texto, cuatro días de diferencia, misma desidia periodística

Lo presentaba El Faro de Vigo el 18 de diciembre próximo pasado, y volvía a hacerlo El Día el 22 del mismo mes, como un artículo de opinión, pero era difícil saber de quién eran las afirmaciones, si de quien firmaba el texto o si de la organización a la que se reproducía. Una organización, CodePink, que es, a esta altura, a las organizaciones de derechos humanos o pacifistas, lo que el Chikilicuatre a la canción.

“El Estado judío se ha convertido en un intruso no deseado en las difíciles negociaciones en torno al pacto nuclear con Irán, denuncia la ONG antimilitarista CodePink”, abría el texto.

El artículo omitía un hecho central: las sistemáticas amenazas iraníes con eliminar a Israel. Si uno no se “entromete” en aquello en lo que bien puede irle la existencia, ya dirán los que creen hablar desde un pedestal moral construido a partir de sus propias convicciones y/o prejuicios, en qué ha de “entrometerse” un país. Irán, sin amenazas a su existencia, si no, más bien, con afán expansionista, anda de “intromisión” en “intromisión” con el silencio cómplice de la muy pacifista CodePink (y muy activa en la campaña de BDS contra Israel), entre tantas otras organizaciones o entidades predispuestas a mirar hacia otro lado.

Además, olvidaba texto el hecho de que esa misma organización, estuvo de viaje de “paz” por Irán en 2019 para, como señalaba el Jerusalem Post, “reunirse con los representantes de un sistema que arresta y a veces asesina a mujeres por quitarse el hiyab en un supremo acto de desafío contra las leyes draconianas de la revolución islámica de 1979. Mujeres que grupos como CodePink han jurado proteger. [CodePink] está legitimando a un régimen que oprime brutalmente a trabajadores y maestros que protestan pacíficamente contra el aventurismo extranjero de la República Islámica a expensas de una economía en colapso”. Este aventurismo lo ha llevado a participar de la cruenta guerra en Siria, a entrometerse en Irak, Líbano (donde creó y financia al grupo terrorista Hizbulá, que ha devenido una suerte de estado paralelo en dicho país), Yemen; amén de la utilización del terrorismo como una herramienta más de su diplomacia.

Durante ese viaje, de acuerdo a otra crónica del Jerusalem Post, según la agencia iraní de noticias Fars News, controlada por la Guardia Revolucionaria Islámica, “los activistas contra la guerra hicieron hincapié en el derecho de Irán a la defensa antimisiles, y añadieron que, dado que Estados Unidos tiene bases militares en torno a Irán, es un derecho de este país mejorar su capacidad de defensa”.

Seguían muchas afirmaciones, sí. Pruebas, ninguna. Es la materia de la que está hecho el señalamiento cansino, manifiesto de un país: ruido, omisión y la seguridad que nadie, o casi nadie, comprobará las repetidas aseveraciones. La estigmatización de Israel sale gratis – o por un precio despreciable.

De tal guisa, se le decía al lector que las sanciones que EE.UU. aplica a Irán, entre otras cosas, “impiden al país importar fármacos que necesita con urgencia para tratar enfermedades como la leucemia, la epilepsia o el coronavirus”.

Sin embargo, la Fundación para la Defensa de las Democracias, un instituto sin fines de lucro estadounidense dedicado a la investigación centrada en la política exterior y la seguridad nacional, sostenía que, “a pesar de las sanciones, las importaciones iraníes de productos farmacéuticos europeos aumentaron en la primera mitad de 2019 en comparación con la primera mitad del año exterior. Esta tendencia sugiere que la exención de bienes humanitarios de las sanciones de Estados Unidos ha permitido a Irán satisfacer sus necesidades, a pesar de las quejas de los legisladores iraníes de que Washington ha interrumpido su acceso a los medicamentos y equipos médicos”.

Es más, el diario Teherán Times – medio del régimen cuyo fin es el de “difundir la voz de la Revolución Islámica” – presumía en octubre de 2021:

La importación de productos farmacéuticos ha disminuido en Irán en un 91%, lo que demuestra la capacidad de la industria farmacéutica del país, declaró el lunes Mohammad Reza Shanehsaz, jefe de la Administración de Alimentos y Medicamentos”.

Es decir, la disminución de la importación se debería, en realidad, según el funcionario iraní, no a las sanciones, sino a la capacidad de producción farmacológica de su país.

Es más, Shanehsaz añadía que “hoy en día, todos los medicamentos utilizados en el tratamiento del coronavirus son producidos por fabricantes nacionales”.

Unos meses antes (mayo de 2021), Fars News apuntaba que el propio Shanehsaz informaba que “Irán ha reducido su dependencia de la importación de medicamentos y equipos médicos” con el fin de crear oportunidades para los fabricantes nacionales. Además, la crónica añadía que “Irán es uno de los países con buenas capacidades en el campo de la medicina y de los equipos médicos y puede exportar estos productos a otros países”.

Y como no parecían suficientes las omisiones y las faltas de corroboración existentes, entre los consabidos errores de hechura ideológica también figuraba “… el Gobierno de Tel Aviv…”.

Ya se sabe, Israel es un país donde la municipalidad de Tel Aviv tiene más gubernativo que el propio gobierno nacional, cuya sede (capital), está en Jerusalén. Quién sabe, como no existen los compartimentos estancos en los quehaceres humanos, en el futuro cercano la alcaldía de Manchester se encargue de la diplomacia británica; la de Sevilla, de la española…

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