El odio y cómo fomentarlo de manera “políticamente correcta”

Hay que destacar la labor del diario Clarín de Argentina, y de su redactor Leo González Pérez por haber sido los primeros en hacerse eco de la noticia en su nota: Crecen en la Web los sitios que atacan a las comunidades, en la que se revela que ha habido un aumento de los mensajes intolerantes y de odio hacia todas las comunidades, y que la judía es la más agredida.

El artículo de Clarín destaca que en una “investigación realizada por el Observatorio Web, una entidad creada por el Congreso Judío Latinoamericano, la DAIA y la AMIA, se analizaron durante septiembre de este año los primeros veinte resultados que entregó la versión argentina del buscador más usado de la Web cuando se le ingresaron 65 términos vinculados a cinco grupos minoritarios: musulmanes, judíos, paraguayos, bolivianos y peruanos.”

Clarín informa: “Al examinar los links que ofreció Google ante esas búsquedas, se descubrió que el grupo minoritario más agredido fue el de los judíos: en las búsquedas relacionadas con ellos, un 67% de los enlaces llevaban a páginas con contenido discriminatorio u ofensivo.”

“A su vez, detallan los autores de la investigación, en el caso de los judíos la mayoría de las expresiones discriminatorias señalan a esa comunidad como ejecutora de un proyecto de dominación mundial, niegan el Holocausto o asocian de modo directo “lo judío” con el conflicto en medio oriente .”

Entre las conclusiones del informe al que Clarín tuvo acceso en exclusiva se explica “que el alto porcentaje de resultados antisemitas se debe en buena parte a que en Internet funcionan numerosos grupos nazis.”

Sin embargo, resulta un tanto insuficiente la respuesta de que solamente la presencia de grupos nazis está detrás de estos resultados, ya que según Clarín, el estudio también refleja que la comunidad islámica “registraría un relativamente bajo porcentaje de links hostiles debido a la gran cantidad de sitios propios, y a que existe poca asociación de ellos con el conflicto de Medio Oriente.

La pregunta obligada entonces es la siguiente: ¿por qué los judíos tienen relación con el conflicto en Medio Oriente, mientras que los musulmanes no? Si Israel es un Estado judío, ¿no es Hamás un grupo islamista? ¿no explicita el artículo 4 de su “Constitución” del año 2003 que “el Islam es la religión oficial de Palestina”? ¿No son acaso musulmanes la mayoría de los países vecinos de Israel, miembros de la Organización de la Conferencia Islámica?

Es especialmente preocupante que estos resultados se produzcan en un país donde ocurrieron 114 muertes inocentes en dos atentados con presunto sello de Hezbollah.

Que el odio ataña a todas las comunidades minoritarias, sin dejar de ser denunciable y alarmante, es algo normal en los sectores racistas y xenófobos que campan a sus anchas por la red. Los “grupos nazis” mantienen un odio activo en Internet, y aunque su inspiración es el nazismo clásico y su antisemitismo es virulento, su furia también va destinada de una manera muy marcada a los inmigrantes, a los que tildan de seres inferiores y acusan de robar. Por ello, una diferencia tan marcada entre judíos (67%) y la siguiente comunidad odiada, los bolivianos (41%), no se explica achacando toda la responsabilidad a estos grupos.

En los últimos años, con la justificación de la crítica al gobierno de Israel, desde los medios de comunicación de países como Argentina, o España, pasando por Venezuela, se ha ido notando un aumento del mensaje de corte antisemita, que aplica la parte por el todo y achaca a los judíos la plena responsabilidad del conflicto de Medio Oriente. En palabras de Pilar Rahola, sobre Israel no se opina, se hace propaganda. Y esta propaganda va consolidando unos prejuicios que se encuentran en la raíz de resultados como el de este reciente estudio.

Resulta difícil blindarse contra un goteo constante de estereotipos negativos que inundan la prensa en español. En ella se puede encontrar un compendio de lo que la definición oficial de antisemitismo tilda de formas en las que el antisemitismo se manifiesta en relación al Estado de Israel. Mostramos sólo algunas, por lo presentes que se encuentran en el discurso mediático:

Negar al pueblo judío el derecho de autodeterminación, por ejemplo afirmando que la existencia del Estado de Israel es un proyecto racista: el manido y falaz argumento de que el gobierno democrático israelí es similar al apartheid sudafricano es un buen ejemplo de ello. Podemos encontrar esta similitud en el discurso de personajes públicos abiertamente posicionados en el conflicto como el político palestino Mustafa Barghouthi, o en boca de supuestos actores neutrales como el expresidente norteamericano Jimmy Carter

– Aplicar una doble moral exigiendo al Estado de Israel un comportamiento que no se espera y demanda de ningún otro Estado democrático: en este apartado podemos encontrar la mayoría de las condenas a una supuesta desproporción israelí a la hora de responder a los ataques.

Usar símbolos e imágenes asociadas con el antisemitismo clásico (por ejemplo, la acusación de que los judíos asesinaron a Jesús o el libelo de la sangre) para caracterizar a Israel o a los israelíes: esta forma está especialmente presente en las viñetas en las que encontramos desde crucifixiones modernas hasta extrañas mezcolanzas malintencionadas con la persecución de Jesús.

– Realizar comparaciones entre la política israelí actual y la de los nazis: también presente en algunas viñetas, en el discurso de ciertos líderes políticos y de no pocos periodistas.

Ante resultados como estos, la sociedad en general debería reflexionar al respecto, y más en particular, sus creadores de opinión, con su constante goteo de noticias tergiversadas acerca de los judíos e Israel. Ya que, aunque el envoltorio sea “políticamente correcto”, el contenido es la revisión moderna de la vieja judeofobia de siempre. Este mensaje con el tiempo tiende a crecer y a menoscabar a las sociedades que lo cultivan y a las democracias que lo amparan.

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