Si el norte del periodismo es el punto de convergencia de su práctica escrupulosa y, acaso, del talento para realizarlo de manera interesante, con cierta gracia; la brújula profesional de la agencia de noticias apunta a cualquier lugar menos a ese punto ideal.
El conflicto árabe-israelí ha demostrado que el periodismo puede seguir cayendo más allá de lo que se creía era el fondo de los escrúpulos, donde la presión y la ausencia de oxígeno hacen imposible la vida profesional. Allí sólo sobrevive el activismo
Si en un previo artículo sobre la cobertura del atentado contra una sinagoga por parte de la agencia, se destacaba el activismo de la agencia y la voluntad de predisponer al lector en contra de una de las partes, una crónica posterior acerca de otro atentado y la alarma causada por este volvía a presentar un mismo tipo de problemas
Lo que sigue a continuación provocará seguramente en el lector la sensación de que ya ha leído lo que se dice. No una, sino varias veces. Que lo ha leído aquí. O, acaso, en alguna otra plataforma puntual: el sistemático silencio mediático en español sobre la realidad de Gaza
El New York Times parece haberse embarcado en una cruzada periodística para desacreditar a las comunidades judías ortodoxas de Nueva York, en particular a las jasídicas. La pieza central de esa campaña del NYT es su "investigación" de las irregularidades cometidas en y por las escuelas jasídicas, cuyos resultados se describieron inicialmente en un artículo de 6.000 palabras que ocupó la portada del periódico el 11 de septiembre de 2022
Hay una extraña forma de recoger, procesar y presentar la información sobre el conflicto árabe-israelí entre más de un medio en español. Se realiza una selección incompleta que casi siempre perfila una imagen concreta mediante la transformación u omisión de acciones y a través del uso de calificaciones que exceden la tarea informativa para adentrarse en la opinión. Además, dicha recolección se apoya por lo general en fuentes o, antes bien, voces interesadas.
Las crónicas resultan de acciones, de hechos (al menos, se basan en ellos), mas, son los medios y los redactores quienes terminan por “hacer” – o “rehacer” – el suceso y definir a sus actores
En periodismo, el engaño, la falsificación, la mentira, están hechos sobre todo de lo que calla, de lo que se le esconde a la audiencia; al punto de que Robert Entman decía que “la mayoría de los marcos se definen por lo que omiten, así como por lo que incluyen, … para guiar a la audiencia”.
Decía Jean-Fraçois Revel que si el periodista se ve impelido a mutilar la información y a falsificarla, lo que sucede es que probablemente su causa no es muy buena.
Poco o nada se ha dicho verdaderamente, con ánimo de enmienda, acerca del activismo que parasita los medios de comunicación; ni, obviamente, sobre sus consecuencias más que evidentes. Ello es singularmente llamativo cuando tanto se ha hablado – mayormente diciendo insuficiencias – sobre las denominadas “fake news” y el descrédito de los medios de comunicación tradicionales