Casi tan fascinante como el ataque a los cuadros de Hezbollah a través de sus beepers ha sido la posterior embestida contra Israel a través de ciertos medios de comunicación y líderes de opinión.
Los mismos que desde el ataque de Hamás buscan cualquier excusa para criticar todas y cada una de las acciones israelíes, basando sus condenas en el, según sus estimaciones, alto número de víctimas colaterales, parecían haberse quedado sin palabras antes la acción “quirúrgica” de la inteligencia israelí. Pero falsa alarma, pronto encontraron su voz para condenar, aunque sea a base de triquiñuelas éticas y ocultaciones selectivas lo que fue una espectacular maniobra bélica.
Si ha habido una operación dirigida con precisión contra un objetivo específico, esa ha sido esta bautizada como “Operación Pager”. Iba dirigido única y exclusivamente contra cuadros de Hezbollah, que eran los dueños de los aparatos que explotaron. Por supuesto, entre las víctimas hubo víctimas civiles, pero fueron las mínimas y por causas no deseadas, ya que recordemos, esos pagers estaban exclusivamente en manos de Hezbollah.
Muchas de las crónicas al respecto, intentaron al contrario, ofrecer una imagen de ataque indiscriminado. Para ello, recurrieron a la artimaña de no especificar quiénes era los dueños de los aparatos que explotaban.
Así, por ejemplo, el diario El País, tras dar noticia de las explosiones y sus víctimas, encuadraba la noticia como que “entre ellos” había miembros de Hezbollah sin dejar claro que era un ataque a dichos miembros. Su editorial, por otra parte, escribía claramente que se trataba de un ataque “indiscriminado” y afirmaba que MUCHOS de esos aparatos estaban en manos de miembros de Hezbollah. En empleo de “muchos” daba a entender que muchos otros podían haber estado en manos de civiles.
Pero no era así, y unas líneas más abajo, una errata parecía poner en evidencia que el mismo diario sabía la verdad y que el empleo de esa argucia estilística para transmitir una impresión errónea se les había atragantado a ellos mismos. Así, en la frase anti israelí, se les coló un TODOS más acorde a la realidad: “MUCHOS de los portadores de TODOS esos aparatos eran miembros de la milicia chií proiraní Hezbolá”.
El País no fue el único en optar por la línea de la “indiscriminación” del ataque. Así, en La Sexta, uno de los líderes de opinión de la cadena, El Gran Wyoming, presentador que mezcla chanzas con supuestos serios análisis, llevaba una paso más dicha acusación, y tildaba el acto de ataque terrorista.
Es interesante ver cómo en ese afán de demonizar a Israel, los comunicadores pierden referentes básicos y necesitan atentar contra el sentido común. El terrorismo no distingue entre civiles o combatientes, es más el terrorismo suele ir dirigido contra civiles para así imponer el miedo en las sociedades y lograr beneficios políticos a través del terror. Un ejército contra otro ejército no es terrorismo, a menos que se considere que toda guerra es terrorismo y lo que nos llevaría a otro nivel de debate bien alejado a lo que el presentador de La Sexta quiere transmitir. De modo que el ejército y la inteligencia israelí combatiendo contra los miembros de un grupo terrorista, proxy de Irán y que supone uno de los ejércitos más potentes de la región, no es terrorismo. Aunque haya habido bajas civiles colaterales, probablemente en cifras muy ínfimas dadas las especificidades del ataque.
Otro llamativo estilo de demonizar a Israel lo protagonizaba El Periódico con un texto lacrimógeno lleno de empatía por los miembros de Hezbollah en el que la periodista paseaba a sus lectores a través del dolor de los familiares. En este caso, ni el titular, ni la bajada, ni el primer párrafo mencionaban que las víctimas eran miembros del grupo terrorista Hezbollah.
La idea en general, era vender la sensación de que Israel escalaba la tensión en el Líbano a través de un ataque indiscriminado, en el que algún miembro de Hezbollah había caído. Para ello, casi la totalidad de los medios evitaban mencionar la cincuentena de muertos, ahí sí una mitad de ellos civiles, causados por los más de 8000 cohetes y misiles lanzados desde el 7 de octubre por Hezbollah.
Como en tantas ocasiones, el contexto no existía si con ello se podía criminalizar a una democracia en guerra contra el terror.