La “realidad” que presentan algunos medios, parafraseando a Jean Baudrillard (Simulacra and Simulation), devora el contenido de la realidad, así como a la propia comunicación que dicen ejercer
Se va convirtiendo en un lugar común el reproducir sin más lo que afirma una organización no gubernamental, un líder o, por ejemplo, una entidad; sin añadir la contraparte ni el valor añadido (y obligado) de la verificación, de la documentación, del entorno político, ideológico, histórico del suceso
Es curioso cuando un mismo hecho, narrado desde la misma perspectiva, adquiere elementos centrales disímiles. Es esperable cuando quienes refieren el hecho pertenecen, por decirlo de una manera, a bandos o intereses distintos
Yo antes, yo solo, yo mejor, yo víctima, yo legitimado…” es necesario para “no hay nada que negociar” y para producir el consecuente “yo tengo el derecho, la obligación de ejercer la violencia (“resistencia”) contra el otro”
Los sucesos dejan de ser tales en buena parte de las crónicas sobre Israel en los medios españoles para transformarse, despreciado su valor, en mera partícula, ingrediente precursor de la historia que “hace” el narrador – y que sigue, reiterativa, un mismo patrón
Si lo que ha costado fijar, puntualizar, es empleado con la liviandad y el afán de difamación o intimidación con que se emplean las palabras en las gradas de un estadio de fútbol o en un ring de boxeo; pierde toda capacidad de diagnóstico, de potencial capacidad disuasoria
La hipocresía reina entre los mediocres y los proselistas como el tuerto entre los ciegos. La moral es una palabra sin contenido: puro continente para atrapar adeptos, crédulos, despistados
A esta altura sería demasiado necio creer en la negligencia como fuente de unos errores que resultan ser siempre del mismo signo, que acontecen en un sentido determinado de la balanza informativa sobre un conflicto sobre el que, además, tanto y tanto se dice (demasiadas veces, sin sustancia, un puro ruido)