Onda Cero es una emisora de radio española perteneciente al grupo Atresmedia, que se caracteriza por una línea editorial centrista. Su programación combina información, opinión y entretenimiento. Dentro de su parrilla, el programa “Más de uno“, dirigido por Carlos Alsina, ocupa la franja matinal y representa el buque insignia informativo de la cadena.
Alsina, que proyecta una imagen de independencia y moderación, es una de las voces más influyentes del periodismo radiofónico español y ha sido premiado en múltiples ocasiones con prestigiosos premios de periodismo por su rigor y su estilo cercano.
Lamentablemente, numerosos medios mayoritarios que destacan por su seriedad y pluralidad en el análisis de la política interior, no encuentran ese mismo tono a la hora de tratar la política exterior, especialmente cuando el Estado de los judíos se ve implicado.
Así, a raíz del ataque de Estados Unidos a las instalaciones nucleares de la República Islámica, Carlos Alsina entrevistaba a Jesús Núñez Villaverde, al que presentaba tan sólo como “codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria”, para preguntarse
¿Puede provocar el conflicto entre EEUU e Irán una crisis global?
El problema es que en el programa no se informaba de que además de ese título, el señor Núñez Villaverde también es presidente de UNRWA España, una organización que es parte activa del conflicto. Es clave para entender el posicionamiento ideológico del entrevistado, que entre otras cosas ha abogado abiertamente por la campaña de boicot, desinversión y sanciones (BDS) contra Israel, juzgada antisemita por países europeos como Alemania o Francia. Pero al ser privados de esa información, los oyentes creen estar escuchando a un analista neutral.
En la entrevista, de menos de 6 minutos, el entrevistado lamentaba que la República Islámica hubiera sido “demonizada desde hace ya muchos años, dehecho desde 1979, cuando entra el nuevo régimen delos ayatolas hasta hoy está en el punto de mirade Israel y de Estados Unidos”. Teniendo en cuenta que es la República Islámica quien tilda de pequeño y gran Satán a Israel y a los Estados Unidos…resulta una curiosa inversión de los hechos que no encuentra a nadie del otro lado para volver a los hechos.
La entrevista se iniciaba con un llamado de Núñez Villaverde a confiar en el Organismo Internacional de la Energía Atómica, afirmando que sus expertos habían dicho que ¨no hay indicios suficientes para determinar que Irán está llevando a cabo un programa nuclear de naturaleza militar”. Pero acto seguido el mismo Núñez Villaverde matizaba que el régimen estaba enriqueciendo uranio“a un nivel del 60% y ahí es donde estáel problema porque el uranio enriquecido al 4%sirve para las centrales nucleares, enriquecido al 20% sirve para empleo en medicina pero el 60% notiene ninguna utilidad que no sea estrictamentemilitar”. O sea, no hay indicios que persigan un programa nuclear militar, pero lo al nivel al que están enriqueciendo el uranio sólo sirve para uso militar…
Y esta evidente contradicción no parecía llamar la atención del entrevistador, que normalmente detecta toda fisura en los discursos de sus invitados.
Pero en este caso, se ofrecía una narrativa según la cual la responsabilidad última de la situación recaía tanto en Trump como en Netanyahu. Es decir, en los actores democráticos de la confrontación. Llamaba incluso la atención una frase ligeramente épica respecto a las capacidades bélicas del la República islámica, que, según afirmaba el entrevistado “tiene capacidad para seguir evitando el tener que poner la rodilla en tierra”. Como si no dotarse del arma nuclear fuera una humillación a la que tiene el deber de oponerse.
Los llamados de los sucesivos líderes iraníes a exterminar a Israel, a eliminarlos del mapa o a extirparlo como un tumor cancerígeno, no tenían espacio en la entrevista. Algo que habría podido explicar la honda preocupación por una República Islámica nuclear, y que el entrevistador tampoco recordó.
De hecho, para apoyar la tesis del invitado, Alsina hacía referencias a otros entrevistados. Todos con un perfil marcadamente hostil a Israel. Desde un periodista, Javier Espinosa, que tilda a Israel de “genocida”, hasta un político como Josep Borrell, quien frenó la inclusión de la Guardia Revolucionaria Iraní (IRGC) en la lista de organizaciones terroristas de la UE, que recibió quejas de la oposición iraní y de otros ministros europeos por su templanza con el régimen de los atyatolás y sus violaciones de los derechos humanos, y autor de la frase: “Irán quiere acabar con Israel; no hay nada nuevo en ello. Hay que vivir con ello”. Otra referencia citada fue el secretario general del partido de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, que pide romper relaciones con Israel
Es decir, todas las fuentes de referencia venían a apoyar la tesis del entrevistado, que plantean a Israel como el elemento hostil a abatir y tibios ante el régimen de los ayatolás.
Al buscar en el programa, por curiosidad, una fuente israelí podíamos encontrar a principios de mayo una entrevista a una israelí… activista en la Flotilla que incluso tildaba a Israel de “genocida”. O sea, la misma música.
Y es precisamente porque ese programa no es uno de los altavoces habituales del sensacionalismo activista, que sorprende especialmente esa falta de rigor y de pluralidad a la hora de hablar de Israel. Es porque hablamos de profesionales rigurosos y moderados, que el daño a la audiencia es mayor. A ellos les concedemos un plus de credibilidad precisamente por su trayectoria y tono mesurado, y por eso sus errores —por omisión, por desinformación o por sesgo— resultan más graves.
En contraste, también en Onda Cero, en la tertulia de su programa nocturno, La Brújula, cuando la periodista Carmen Modoro acusaba a Israel de estar cometiendo un “genocidio” encontraba enfrente a varios periodistas, como el presentador Rafael Latorre, que no dejaban pasar la acusación sin corregir a la periodista y poner el contexto adecuado.
El problema es que Onda Cero, pese a proyectar una imagen de pluralidad y rigor, parecería operar dentro de un esquema ideológico cuidadosamente dosificado en el cual la falta de rigor a la hora de hablar de Israel es la norma, y no la excepción. Porque sale gratis.
Lamentablemente, su responsabilidad es mayor, no solo por la influencia que ejercen, sino porque su voz se percibe como garantía de fiabilidad.