La Vanguardia como caja resonante de la propaganda de Hamas

¿Quiénes son los palestinos muertos? se preguntaba el 25 de octubre de 2025 La Vanguardia en un artículo que no respondía a la pregunta pero que aprovechaba para verter bulos sobre Israel como si se trataran de hechos corroborados.

El destacado debajo del titular mostraba la línea que iba a seguir todo el texto

“Israel entrega cientos de cadáveres de prisioneros sin nombre, algunos torturados”

Es decir, un artículo que no informa, sino que transforma las declaraciones de un portavoz de Hamás en “periodismo” y las presenta al lector sin el más mínimo ejercicio de verificación.

El léxico y la toma de partido altamente partidistas muestran, entre otras cosas, un desconocimiento absoluto. Como ejemplo, pequeño pero que refleja la ignorancia, la redactora afirma que el político Itamar Ben-Gvir es “ultraortodoxo”. Para alguien que está en Israel y cuya finalidad es informar, sería interesante que pudiera distinguir entre un ultraortodoxo y un ortodoxo. De hecho, basta ver su vestimenta para entenderlo. Es más, Ben-Gvir es un político ortodoxo, ultra nacionalista y sionista (lo que difícilmente puede convertirlo en ultraortodoxo).

La fuente única: Hamás

El primer párrafo ya se inicia con una clara mentira:

“Un centenar de cadáveres de presos palestinos asesinados en penales israelíes llegaron en los últimos días a las saturadas morgues de Gaza”.

Israel no “asesina” a presos palestinos. No existe ninguna evidencia de que eso suceda. Curiosamente, de lo que sí hay evidencia es de que hay presos palestinos cuyas vidas han sido salvadas en cárceles israelíes: por poner un sólo ejemplo, Yahad Sinwar, el cerebro detrás del 7 de octubre.

Pero el corazón del artículo late al ritmo que marca Munir al Bursh, director general del Ministerio de Salud en Gaza. Su cargo suena técnico, casi burocrático; pero su oficina depende directamente de Hamás.

“No hay ningún registro que identifique a los mártires”, dice a La Vanguardia el doctor Al Bursh. “Hemos recibido los cuerpos […] muchos de ellos presentaban signos de tortura y abusos en el rostro”.

Una fuente única, parte interesada, describe cuerpos con “signos de tortura”. Ninguna referencia a una autopsia, a un forense independiente, a una segunda opinión. Ninguna consulta a una fuente oficial israelí. Ninguna explicación sobre el contexto de guerra, donde los cuerpos pueden sufrir traumas de todo tipo antes de ser recuperados. La Vanguardia no pregunta, solo reproduce y juega con la idea de horror sistemático para provocar indignación, sin pruebas sólidas que lo respalden.

El viejo libelo del “robo de órganos”

Luego llega el momento de máxima gravedad —y de máxima irresponsabilidad periodística.

“Todos los cuerpos muestran falta de algunos órganos, como el hígado, las córneas y los riñones”, declara Al Bursh. “Se han confirmado dos casos de robo de órganos”.

Difícil imaginar un ejemplo más claro de cómo un medio puede convertirse en caja de resonancia de la propaganda. La acusación de “robo de órganos” no es nueva: es un eco de un bulo que circula desde hace décadas y que, como ha documentado Ricki Hollander, en CAMERA, tales «libelos de sangre y teorías conspirativas han desempeñado un papel trágico en la historia judía».

La afirmación de que Israel habría robado órganos de los presos palestinos devueltos a Gaza resulta absurda desde un punto de vista logístico y médico. Los cuerpos, según el propio relato, llegaron en estado de descomposición, muchos sin identificación y con señales de daño severo por transporte o manipulación; extraer órganos utilizables en tales condiciones es prácticamente imposible, incluso para equipos médicos especializados. Además, la supuesta “confiscación” de órganos de manera sistemática requeriría una infraestructura médica organizada, registros precisos y cumplimiento de protocolos quirúrgicos, ninguno de los cuales existe en las prisiones israelíes. En resumen, la idea de que se trate de un “robo de órganos” intencionado y sistemático carece de lógica práctica y científica.

La ilusión del “equilibrio”

Como suele ocurrir, el artículo intenta cubrirse citando otras fuentes, pero que tienen poco valor periodístico y que sólo sirven para ratificar la propaganda.

Un “soldado israelí” entrevistado por Haaretz confirma que los cuerpos se conservan en refrigeradores numerados. Es decir: que se siguen procedimientos. Pero esa mención, irrelevante en sí, sirve para conferir a la pieza una pátina de credibilidad israelí. Lo mismo ocurre con la cita de la Sociedad de Presos Palestinos, una organización claramente partidista que denuncia “ejecuciones sumarias” y exige una investigación internacional.

Es sabido que el “manual del buen terrorismo” recomienda denunciar a las autoridades de torturas. España lo sabe, ya que ETA empleó esa estrategia. Lo sorprendente es que La Vanguardia no lo ponga en contexto en ningún momento, y que prefiera tomar como valida la voz de un grupo terrorista, responsable de masacres inenarrables, por encima de un estado democrático con filtros y contra poderes.

El truco es viejo: se mezclan hechos menores verificables con acusaciones imposibles de comprobar, para que el conjunto parezca equilibrado.

Cuando la noticia se convierte en instrumento

Nada de esto es casual. Desde hace tiempo, Hamás utiliza el aparato de su “Ministerio de Salud” como un brazo de propaganda internacional. Y cada vez que un medio occidental reproduce sin contraste sus comunicados, esa propaganda gana respetabilidad.

En lugar de verificar, La Vanguardia ha optado por creer. Y al hacerlo, ha participado en una operación de manipulación emocional diseñada para presentar a Israel como un Estado que tortura y mutila cuerpos. Pero sin aportar más prueba que las partes interesadas y sin ningún intento de verificación.

La Vanguardia no ha contado lo que ocurre en Gaza. Ha contado lo que Hamás quiere que creamos que ocurre en Gaza.

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