La Jornada: Pseudo noticia para demonizar a Israel

El periódico mexicano La Jornada tiene un severo problema de… ¿Cómo llamarlo? El medio lo puede explicar en sólo dos publicaciones en la red social X.

Algo así como una obsesión con el estado judío se le ha metido en el ojo de su cobertura. A tal punto, que se legitima el libelo, y que dos dictadores llegan a parecerle “contrapesos saludables”: uno que ha invadido parte de Ucrania y bombardea indiscriminadamente el resto; el otro que gobierna un país donde la minoría musulmana uigur es encerrada en campos de concentración, se ve sujeta a trabajos forzados y a esterilizaciones igualmente involuntarias.

Al medio se le ha averiado el botoncito de la moral y el profesionalismo.

El diario volvía a dar cuenta de este mal funcionamiento el 29 de junio de 2025.

¿Cuántas personas juntas son noticia?

¿O es sencillamente la “causa” que enarbolan lo noticiable?

Para La Jornada es suficiente con un puñado de personas – una treintena, según la crónica – reunidas alrededor de impolutas, novísimas, banderas palestinas que no parecían haber sido utilizadas en evento alguno. Un número que bien podía ser menos que la indeterminación mencionada – ¿tan difícil es contar a unas treinta personas, que se precisa una estimación? ¿O es que se coló algún que otro transeúnte en el cómputo de convocados? – le alcanzaba para publicar un texto “periodístico” y para crear, en definitiva, un “acontecimiento”, una “noticia”: esto es, lo que Daniel Boorstin llamó pseudo acontecimiento en su trabajo The Image: A guide to pseudo-events in America. Esto es, aquellos en los que es el periodista el que otorga al acontecimiento su fuerza en la mente de los lectores: “El poder de hacer noticiable un acontecimiento es, por lo tanto, el poder de generar una experiencia”. Y la manera en que se informe del suceso marcará la experiencia que el lector se haga del mismo. U, observando la “cobertura” de La Jornada, la forma en que se engañe delineará la imagen que se la audiencia tenga sobre el asunto. Giovanni Sartori añadía que se trata de “eventos” que acontecen sólo porque hay una cámara que lo está rodando, y que, de otro modo, no tendría lugar: tres gatos locos manifestándose por cualquier otra cosa muy probablemente no hubiesen merecido un xtuit, mucho menos un texto en formato de crónica noticiosa.

En definitiva, se presentaba el simulacro de una manifestación para avanzar la acusación (el dispositivo emocional) de un crimen contra la humanidad sostenido en las cifras proporcionadas por el grupo terrorista que inició el conflicto y pasado por la coctelera de la hipérbole: el “genocidio infantil” amarrado a la mera enunciación del mismo.

Y es que el hecho no era esa juntada harto raleada – más de publicidad de jabón para el lavado de banderas que de otra cosa-, sino a quién se ensuciaba, a quién se demonizaba. Algo que se reflejaba en el texto de la pretendida “noticia”. Porque el artículo no era tal, sino las declaraciones de algunos de los convocados: es decir, la difusión de sentencias repetidas que, por supuesto, no merecían el trámite periodístico de la verificación, de la contextualización, del contraste con otras voces, otras fuentes.

Si el lector se toma la molestia de revisar los vínculos que se ofrecen en este texto, podrá apreciar el espacio, tiempo y esfuerzo que lleva revisar, buscar otras voces – con más experiencia en conflictos, en estadísticas –, y contextualizar, comparado a la práctica de publicar simplemente una afirmación. Y fíjese lo que fácil que sería, hipotéticamente, entonces, crear un evento en el que unos participantes digan lo que se quiere publicar… Demasiado sencillo. Pero no novedoso.

Después de todo, George Orwell ya advertía en Looking Back on the Spanish Civil War:

“… en España, por primera vez, vi reportajes periodísticos que no guardaban la menor relación con los hechos, ni siquiera la relación implícita en una mentira común y corriente. Vi reportajes sobre grandes batallas donde no hubo enfrentamiento alguno, y silencio total sobre acciones en las que cientos de hombres habían muerto. … vi cómo los periódicos de Londres difundían estas mentiras y cómo ávidos intelectuales construían superestructuras emocionales sustentadas en eventos que nunca ocurrieron. Vi, de hecho, cómo la historia se escribía, no en términos de lo que había ocurrido, sino en términos de lo que debería haber ocurrido de acuerdo con las ‘directrices del partido’”.

Donde manda prejuicio, no manda ninguna otra cosa. Y la jornada se hace larga y oscura.

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