Nada ha evidenciado tan bien el carácter del apoyo occidental a la llamada “causa” palestina como el largo paseo mediterráneo de la auto proclamada “flotilla de la libertad” que tiene como destino declarado Gaza. En su recorrido, se ha puesto de manifiesto una verdad innegable: la agenda de estos “salvadores” es, en última instancia, menos altruista y más mediática, un desfile de figuras que se arriman a las cámaras y no a la causa misma.
La tripulación constaba de jornaleros de la nada y de la atención mediática, como Greta Thunberg, que salta de una causa a la siguiente al ritmo de los focos de las cámaras; políticos con agendas que distan de la labor en interés de sus votantes, como la eurodiputada francesa de extrema izquierda Rima Hassan, más preocupada por justificar a Hamás que por mejorar las condiciones de su electorado. Además, figuraba el “activista pro palestino” que apoya abiertamente a Hizbulá, como el brasileño Thiago Ávila; y el infaltable propagandista del régimen catarí (Omar Faiad).
Es decir, un muestrario del negocio cínico de esas organizaciones que se dicen humanitarias pero que terminan por servir a aquellos regímenes o grupos que violan cada uno de los derechos humanos: filoterroristas, propagandistas y extremistas de izquierda; y, claro, la infaltable estrella de los escenarios o la televisión.
Podría pensarse que todos comparten, al menos, una “causa” común, la palestina; pero no es así. Si bien se presentan como defensores de los derechos humanos, el silencio ante las tragedias humanitarias en Yemen o Sudán, o la indiferencia ante la masacre de cristianos a manos de islamistas en África, dice mucho sobre la verdadera naturaleza de su compromiso.
No, eso que dicen que los motiva, no es el hilo que los asocia. Tampoco – aunque probablemente tenga más peso que lo mencionado -, el afán de navegación recreativa por un Mediterráneo casi estival.
Porque, ¿realmente quieren llegar a Gaza?
Ya no sólo porque ser interceptados sea el íntimo deseo, sino porque los desembarcos en Gaza no se han terminado por desarrollar según las ideas de los “salvadores occidentales”. De hecho, en 2008 llegó a la Franja, a bordo de otra “flotilla”, el activista pro palestino Vittorio Arrigoni. Al principio, claro, todo marchó bien. Tanto, que se quedó allí. Pero en 2011 un grupo islamista salafista en conflicto con Hamás – grupo al que consideraba demasiado moderado – lo secuestró y finalmente lo asesinó. No es país para infieles.
Evidentemente, pues, se trata de una escenificación, material para producir un ‘pseudo acontecimiento’, como lo definía Daniel Boorstin (The Image: A guide to pseudo-events in America). En estos es el periodista el que otorga al acontecimiento su fuerza en la mente de los lectores: “El poder de hacer noticiable un acontecimiento es, por lo tanto, el poder de generar experiencia”. Una experiencia que, en este caso, ha sido ya fabricada y muchas veces reiterada. Y un hacer que precisa de la colaboración acrítica de los informadores. De esta forma, la “flotilla” no hace otra cosa que alimentar el ego y los beneficios de sus miembros; pero, más importante aún, contribuir al relato dictado desde Teherán y Doha.
Pero tampoco es eso lo que congrega a ese grupo de personas. No como motor principal – aunque sea el objetivo obvio. Hay algo en esta “causa” que une fanatismo, estulticias y provecho como ninguna otra. Y lo hace porque no necesita de afeites ni contorsiones dialécticas auto exculpatorias.
Es la motivación la que hacía celebrar en Berlín con un baile a una de las tripulantes de este mediático crucero (Yasemin Acar) el lanzamiento de misiles balísticos iraníes hacia Israel – unas vidas, visto estaba, no importaban en absoluto.
Se trata de una hebra que se extiende sin solución de continuidad desde hace dos milenios, y que ha servido para los fines y las justificaciones más diversas. Esta fibra ha logrado unir tanto a los extremos como hasta los centros que se creían y decían inmunes a esa vileza. Y lo ha hecho al punto de convertirse en “código cultural” – sencillo, hecho de resumidas definiciones, estereotipos y de venías para la irracionalidad – que apela a lo más primitivo.