Hizbulá se rearma y el ejército libanés mira para otro lado. ¿Y la cobertura?

Si algo ha revelado el conflicto árabe-palestino, más allá de su naturaleza, y la de sus actores, es la de la amplia mayoría de medios de comunicación que dicen “cubrirlo”. No hay tal afán informativo; lo que sí existe es otro de carácter más bien performativo, esto es: de crear una atmósfera anímica, ideológica y pretendidamente moral sobre uno de los sujetos de sus “crónicas”.

Es el estado judío el centro de su actividad definitoria: es la entidad, y no los hechos, los que motivan esa falaz “cobertura”. Sólo aquellos eventos que sirvan a este señalamiento serán dignos de, luego de su alteración y descontextualización, ser abordados.

Así, la actividad de censura, de ocultamiento resulta, como mínimo, igual a la otra, de obsesivo enfoque.

Así, el lector siempre se encontrará con titulares que describan los sucesos como producto de una acción israelí: un ataque, una ocupación, y un etcétera de etiquetas que conducen a la audiencia a una conclusión anunciada.

La omisión mediática opera ahora sobre las actividades de rearme de Hizbulá en el Líbano que violan las condiciones del alto el fuego, así como sobre la negligencia del ejército de ese país a la hora de desarmar al grupo terrorista. En Israel ya se plantean las posibles respuestas a estos repetidos y graves incumplimientos.

El 30 de octubre de 2025 el Wall Street Journal indicaba que el grupo terrorista libanés “está reconstruyendo su armamento y sus filas diezmadas, desafiando los términos del acuerdo de alto el fuego y aumentando la posibilidad de un nuevo conflicto con Israel, según personas familiarizadas con los servicios de inteligencia israelíes y árabes”. Y puntualizaba que el grupo proxy iraní está reponiendo cohetes, misiles antitanque y artillería; y que algunas de esas armas le llegan a través de puertos marítimos y rutas de contrabando aún operativas a través de Siria.

Pero para la amplia mayoría de los medios en español, estos serios sucesos no tienen importancia; aún no proveen el material apropiado, el signo provechoso.

El WSJ, en tanto, agregaba que, en virtud del acuerdo, efectivamente el Líbano debe desarmar a Hizbulá en ciertas zonas del país y luego continuar con el resto del territorio, tal y como lo estableció el acuerdo.

Por su parte, la Foundation for Defense of Democracies, daba cuenta de que el presidente libanés Joseph Aoun ordenó a las Fuerzas Armadas libanesas a que “se enfrentaran” a las tropas israelíes cuando cruzaran la frontera hacia el Líbano para llevar a cabo operaciones, una orden que el líder de Hizbulá, Naim Qassem, elogió el 31 de octubre como una “posición responsable”.

El acuerdo parece lo que era: una forma para que Hizbulá se restableciera. Una nueva manifestación del poder que tiene el grupo patrocinado por Irán en el Líbano.

La “cobertura” calla y espera. ¿Qué aguarda? Pues la posibilidad de titular: “Israel rompe/viola el alto el fuego”; “Israel ataca/bombardea”. La oportunidad de incidir sobre la responsabilidad siempre negativa del estado judío.

Por cierto, el medio estadounidense también decía que “las dificultades también son evidentes en Gaza, donde Hamás se resiste a las exigencias de desarmarse y renunciar al poder, requisitos del acuerdo del presidente Trump para poner fin a la guerra de dos años en el enclave.

Hamás perdió miles de combatientes durante la guerra y enfureció a muchos habitantes de Gaza por provocar tal destrucción. Pero una vez que comenzó el alto el fuego hace casi tres semanas, Hamás lanzó una ofensiva contra sus rivales para reforzar su autoridad y desde entonces ha mantenido repetidos enfrentamientos con las tropas israelíes”.

Quieren hacer creer estos medios – que alternan el silencio cómplice con la bullangera propaganda -, que aquello que “abordan”, y, sobre todo, cómo lo hacen, es la realidad.

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