Hamás, el justiciero repartidor de dulces: legitimación del terror en El Confidencial

El artículo de El Confidencial del 15 de octubre, titulado “Lo que la guerra ha dejado en Gaza: milicias proisraelíes, saqueadores y ejecuciones públicas, presenta a Hamás como una fuerza de orden casi benevolente, mientras oculta o minimiza su responsabilidad en ejecuciones extrajudiciales de palestinos. Ni una sola vez se menciona que Hamás es un grupo terrorista, reconocido como tal por Estados Unidos, la Unión Europea y otros países occidentales. Esa omisión, junto con un lenguaje humanizador y legitimador, convierte la información en un relato que blanquea la violencia y roza la apología del terror.

Desde la primera frase, el artículo mezcla actos de caridad con represión:

“Miles de hombres —la mayoría armados y con pasamontañas, pero vestidos de civiles— han salido estos días para repartir dulces a un pueblo extenuado, acercarse a niños aún hambrientos y… ejecutar en público a saqueadores de ayuda humanitaria a los que acusan de colaborar con Israel”.

La inclusión de “repartir dulces” suaviza la percepción de la ejecución sumaria, como si fuera parte de un programa de justicia social. No se aclara que estas ejecuciones son extrajudiciales, sin juicio ni garantías legales, y que son realizadas en el espacio público por combatientes identificables con la simbología de Hamás.

El artículo reproduce la narrativa de Hamás de que las víctimas eran “colaboradores de Israel” o “saqueadores”, presentando la violencia como correctiva y justificada. La descripción del acto como “mano dura” o “purga de colaboradores” trivializa hechos que deberían ser presentados como violaciones graves a los derechos humanos.

La cobertura de milicias rivales también refleja un sesgo: se destacan supuestos vínculos con Israel y se las describe como responsables de saqueos, mientras Hamás se presenta como el único garante de la distribución de ayuda humanitaria, pese a que hay múltiples evidencias de que el grupo terrorista se ha apropiado de ayuda humanitaria para su propio beneficio. El artículo atribuye dificultades en la distribución de alimentos principalmente a Israel, minimizando la responsabilidad de Hamás.

Una de las afirmaciones más cuestionables es que:

“el ejército de Netanyahu utilizaba [la Gaza Humanitarian Foundation] para disparar contra los gazatíes durante las colas de distribución de comida”.

Esta gravísima acusación se presenta como un hecho contrastado, porque fue parte de la propaganda de Hamás, pero medios como AP o The Times tuvieron que corregir tuvieron dichas afirmaciones por haberse hecho eco de una acusación sin contrastar. En este caso, El Confidencial lo presenta como una verdad irrefutable. La cita refuerza la narrativa de Hamás como justiciero, mientras suaviza la gravedad de sus propias ejecuciones.

Cuando se mencionan cifras de víctimas, se indica que “una guerra ha acabado con la vida de más de 67.000 gazatíes”, sin aclarar que provienen de fuentes controladas por Hamás. La omisión impide al lector evaluar la confiabilidad del dato y da la impresión de un recuento incontestable.

En conjunto, la narrativa transforma actos de terror en actos de administración civil.

En definitiva, el artículo no solo informa de manera parcial: blanquea y legitima las acciones de Hamás, responsable de terrorismo y represión interna, al presentar sus ejecuciones públicas y purgas como actos de justicia o protección del pueblo.

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