Editorial: ¿Alguien ahí que responda?

Más allá de las bibliografías, las explicaciones fundadas en sesudos análisis y pruebas de laboratorio, hay aspectos del comportamiento que se escapan por entre las páginas, interpretaciones y resultados. Están las inclinaciones que desafían la abundancia de datos históricos y actuales, y la facilidad de adquirir información y, eventualmente, generar conocimiento razonablemente estable en el tiempo.

Por esto mismo, quizás aquellos inocentes occidentales que apoyan a Hamás y Hizbulá, al brutal régimen teocrático de Teherán, al de Catar; al Partido Comunista Chino o a Putin, acaso puedan responder cómo, disponiendo como nunca de los medios y la libertad para alcanzar opiniones pensadas, considerablemente personales, sobre temas de la actualidad política internacional, suscriben con esos gobiernos o movimientos totalitarios, supremacistas y oscurantistas.

Cómo es posible que se conviertan en los legitimadores – esto es, en los cómplices – de esas tiranías en occidente; contribuyendo así, al socavamiento de sus propias democracias.

Y no vale escaparse por la tangente de morales que no se sostienen ni al más mínimo examen: las víctimas de Al Asad y sus socios iraníes, turcos y rusos apenas si conmovieron al “indignado occidental” medio. Ni hablar de África, donde las matanzas perpetradas por islamistas o la injerencia china, iraní o rusa en lo que parece un moderno ejercicio del colonialismo, son ignoradas

No, la explicación tiene que ser sincera. Esto no va de agregar a las excusas habituales: las evasiones no son una respuesta; acaso, la confirmación de una sospecha.

Entonces, ¿qué los atrae de Hamás, los ayatolás, la ostentación vulgar de Catar?

¿La homofobia?

¿El carácter religioso de sus sistemas totalitarios?

¿El supremacismo? ¿El expansionismo?

¿La misoginia?

¿El trato a no musulmanes?

¿La explotación de mano de obra esclava?

¿La ausencia de libertad de expresión?

¿El terrorismo? ¿O su financiación?

¿O es su antisemitismo? ¿Su fanática posición antiisraelí?

¿Será todo ello y alguna cosa más que se escurrió del magro cuestionario?

Esperamos sus enriquecedoras respuestas que, tal vez nos ayuden a comprender las coberturas mediáticas y, quién sabe, el mundo, un poco mejor.

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